Curso XLV - Enseñanza 9: Impermeabilidad a lo Exterior

El Seminario ha de formar al alma Ordenada de tal modo que nunca salga nada visible de sí a lo exterior.
Si la vocación Ordenada es vivir dentro, en la intimidad divina, es indispensable desde un principio no sólo desear apartase del mundo, luchar para que el mundo no los conozca, sino precaverse para que el mundo desconozca al Ordenado y el Ordenado desconozca al mundo.
El dulce secreto del Silencio Divino lo quiere todo para sí. Entonces es preciso llevar siempre puesto el impermeable sagrado que aísle el interior de las tormentas exteriores. Y esto no es poco trabajo ni de poca monta.
Tenga el alma que empieza, explicaciones claras para no tener lugar a dudas a este respecto. Todo está a este fin ya dispuesto en las reglamentaciones de la Ordenación.
El control continuo que se le impone al Hijo respecto de cómo ha de ser su comportamiento, en todos sus actos, en todas sus expresiones emotivas, culturales y exteriores, son medios para dicho fin.
Toda demostración, toda ternura, toda debilidad, todo cambio, toda lucha, toda tentación, ha ser algo exclusivo del alma y de sus Superiores y compañeros; pero nada de esto ha de traslucir a lo exterior.
Toda emotividad ha de ser suprimida, toda efusividad eliminada. Un alma Ordenada ha de tomar tanto control de sí que ni una contracción de un músculo, ni una lágrima, ni un rubor, ha de expresarse en ella.
El más dulce de los secretos ha de envolverla totalmente para que la única personalidad demostrable a lo exterior sea aquella de la unidad personal del Ordenado.
Todo esto hará del Ordenado, a los ojos de aquellos que lo miran desde afuera, aún en lo exterior, una figura única, genérica, ideal.
Este trabajo debe ser hecho atenta y minuciosamente durante el tiempo del Seminario.
Los Superiores no han de olvidar que estas almas mañana deberán estar en contacto con deberes exteriores y aún con el mundo y que resultaría después muy difícil adquirir hábitos tan sutiles y delicados que por lo general, antes de ser puestos en práctica espontáneamente, necesitan tiempo y ejercitación.
Sería lamentable ver a un Ordenado dejándose llevar de su emotividad o expresándola delante de la gente; es como si se rasgara su capa.
En verdad, la mucha verbosidad, a un atento observador, daría enseguida a conocer el origen, la cultura, las posibilidades y gustos del Hijo, cosas que sólo la Divina Madre y los Superiores han de conocer. En las reuniones sociales se ven señoras portarse de tal modo, tan discreta y correctamente, que es imposible descifrarlas. Son personas bien y nada más. Si tanto control puede aspirar el amor al éxito mundano, cuánto más ha de aspirar este amor al control, el buen nombre de la impersonalidad Ordenada.
El Ordenado ha de estar tan compenetrado de este espíritu de impersonalidad que nadie, por experto y por psicólogo que sea, ha de descubrir sus necesidades.
Si un alma buena va al Superior y le dice: “Me gustaría donar papel y sobres porque he notado que los Ordenados lo precisan”, u otra cosa similar, es porque algún Ordenado ha dejado escapar algo de sí que no debía ser revelado.
El Ordenado nunca demuestra precisar nada, ni que nada le falta. Ya saben los Superiores cómo y cuándo pedir la ayuda necesaria.
El Ordenado no ha de descubrir sus males morales y físicos a nadie. Hay almas completamente pudorosas respecto a sus males físicos especialmente; nunca dicen ni hacen notar los inconvenientes de la naturaleza humana, mientras otros habitualmente se quejan de sus males o los hacen notar. Ni un pequeño dolor de cabeza saben tolerar sin divulgarlo.
Los Ordenados nunca han de estar enfermos ni tener malestares físicos a la vista de nadie, ni nadie ha de descubrir detrás de sus aspectos siempre iguales su estado de salud que ya ellos sencillamente refieren a sus Superiores y al médico que ha de curarlos.
Aprenda el Ordenado en el Seminario a llevar siempre puesto su impermeable que lo haga invisible a los ojos de todos.
Que nadie sepa lo que siente ni lo que piensa, ni conozca los movimientos exteriores de sus sentimientos internos, para que brille la personalidad del Hijo de Cafh.
Que nadie vea el color de sus ojos porque éstos nunca estarán completamente fijos o atentos en nadie en particular.
Que nadie conozca demasiado el timbre de sus voces porque callen mucho y hablen claro. Hablen lo necesario y sin modulaciones especiales.
Que nadie penetre en el interior de los Hijos por las manifestaciones exteriores; ello sería como profanar el Templo Sagrado sólo dedicado a la Divina Madre.
Confeccionen los Hijos en el Seminario este magnético impermeable que los aísle en toda oportunidad a lo exterior.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

Relacionado