Curso XLV - Enseñanza 14: Vida Espiritual
El Ordenado ha de ser la síntesis demostrativa de la vida espiritual.
No existe una palabra adecuada para expresarla. Su nombre debería ser Vida, pero la palabra “vida” está únicamente relacionada con las formas físicas y sensoriales del hombre. Al no haber una palabra que la exprese es necesario componerla, llamándola: Vida Espiritual.
Vida Espiritual es la vida integral del hombre, la verdadera vida: Física, mental y espiritual, conocida a través de las manifestaciones conjuntas de estos principios fundamentales e inseparables del ser.
Muchos hablan de vida espiritual, pero ella no deja de ser un algo teórico, objetivo, quimérico, mientras el hombre sigue viviendo como si la vida del cuerpo fuera su única vida.
La vida espiritual no puede ser dicha, ni explicada, ni objetivada; sólo se la podrá captar y conocer viviéndola y sólo puede ser vivida por medio de una comunión total del ser con ella misma.
El Ordenado, por su entrega total, está en condiciones de vivirla y demostrarla.
El Ordenado ha de tener siempre presente, siempre alto su Ideal: su vida espiritual no es algo hipotético, ni un hermoso castillo en las nubes, que se resume en teorías y proyectos. Él mismo es vida espiritual y ella palpita en todo su ser y en todas sus expresiones, dirigiendo todos sus pensamientos y acciones y siendo su único norte.
El Retiro voluntario del mundo que el Hijo ha efectuado no es un acto de desdén para los que viven en él, sino un esfuerzo para construir interiormente un nuevo mundo, un mundo espiritual.
La Mística del Corazón, que absorbe al Hijo para que se concentre en sí y se considere continuamente, no es un acto especulativo de auto control que le coloca en una posición irreal, sino un acto efectivo de continuada voluntad y de amor. Es la búsqueda íntima de las profundidades del ser para el logro del hombre integral.
La disciplina y los lazos ordenativos del Hijo no son una imposición de las potencias superiores en contra de los instintos que quieren mantener su prerrogativa, sino un ejercicio de armonía entre los distintos valores y potencias del ser.
El Hijo estaba cansado de teorías ampulosas, de libros eruditos, de frases altisonantes; todo esto, si bien era hermoso, no le daba resultados inminentes. Por eso decidió lograr su fin directamente, haciéndolo carne en sí, practicando, transformándose; no estudiando vida espiritual, sino haciendo y siendo Vida Espiritual.
Ésta, mientras está en conflicto con algo, mientras es considerada algo distinto, no es vida espiritual. Ella es tal cuando se localiza en el interior del ser, en la parte íntima y profunda del alma, en la cámara secreta del corazón; desde allí ella toma vida propia: se alimenta con la sangre, con el magnetismo y con la fuerza anímica del ser, manifestándose luego, esplendorosamente, en todas las manifestaciones exteriores del que la ha conquistado.
Por eso la Ordenación es esencialmente vida espiritual. Es esto tan cierto que todos observan y miran al Ordenado como algo que no pertenece al mundo, ni a la forma corriente de vivir.
Decía un Hijo: “Los Ordenados son para mí como algo que no está a mi alcance, que está más allá”.
Es verdad: los Ordenados no pueden estar al alcance de los otros hombres, porque no viven, sino que viven espiritualmente. Bien dice San Pablo: “Ya no soy yo que vivo, sino Cristo que vive en mí”.
Es realmente un ser nuevo el que vive en el Ordenado, una expresión perfecta y acabada de vida espiritual.
Esta transformación del ser se logra a través de un proceso lento y continuado si bien totalmente real y el Ordenado ha de empeñar todas sus fuerzas para ponerse a esta altura.
Él no sólo ha de ser visto más allá por los demás, sino que ha de estar verdaderamente más allá.
El vivir de los hombres, más físico que espiritual, les ha brindado un mundo pesado y materialista; pero los hombres que se esfuerzan para vivir una vida integral, en la armonía de los valores físicos y espirituales, construirán a su alrededor un mundo nuevo, un mundo espiritual.
Este mundo nuevo que es la ferviente aspiración del Ordenado, se irá haciendo con el tiempo más habitual y permanente hasta transformarse en una realidad tangible.
Los Ordenados no aparten nunca su mirada de esta brújula; tengan siempre este fin presente en ellos.
No pueden existir dos cosas para el Ordenado: vida y vida espiritual; todo lo que aparta del fin único es completamente relativo y sin verdadera importancia.
El Ordenado que ha alcanzado la comprensión plena de este concepto interior de vida espiritual, ha logrado la plenitud de su divina vocación.