Curso XLV - Enseñanza 12: Los Enemigos de la Perfección

La Ordenación es un campo magnético de altas posibilidades espirituales, pero no es la Suprema Realización, que sólo se logra en lo interno.
Por eso, también en las Casas de Comunidad, penetran los elementos negativos. Como no pueden penetrar allí los elementos estimulantes bajos, se filtran pequeños elementos negativos que atrasan enormemente el logro de la perfección, gastan las mejores fibras vocacionales y algunas veces hasta echan a perder todo el esfuerzo santificante de una vida.
Cada estado tiene sus peligros y defectos característicos y, en la Ordenación de Comunidad, hay algunos defectos a los cuales se tiende comúnmente y que es preciso conocer y combatir.
Estos enemigos del alma Ordenada se pueden resumir en tres defectos principales que son: La desconformidad, la murmuración y los escrúpulos.
El alma Ordenada por su voto de Renuncia está íntimamente obligada a transformarse en una nada: una nada Divina. Este sublime ideal, alentado por una vocación verdadera, toma una fuerza tal que lleva al alma hasta la pronunciación de los Santos Votos; pero luego, toda una serie de factores anímicos escalonados toman su represalia para imponer su voluntad.
La de la Renuncia es una lucha ardua, dura, continua. Es el trabajo más difícil y especial que pueda cumplir el hombre sobre la tierra. Cuando el alma, si bien fundamentalmente cumplidora y entregada, afloja ante esta divina atención de no ser nada, la personalidad empieza a activarse otra vez.
Siempre se repite la historia de Lohengrin: la casta Elsa, imagen del alma entregada, sale fuera un poquito, a través de los deseos aún santos, al balcón personal y enseguida Gutruna, la usurpadora destronada pero aún no vencida, empieza a tentarla: “¿Quién es él? Pregúntale su nombre”, para que ella se sienta desconforme.
Si el alma no cumple con toda fidelidad, si en la intimidad se concede alguna cosa, inmediatamente la parte intuitiva del ser está desconforme y esta desconformidad toma vida propia en el alma. Si el alma no es sacrificada, obediente en extremo, pura de pensamiento, cumplidora con todos sus deberes, fiel a la oración constante, empieza a sentirse defraudada. Dichosa el alma que estando en estas condiciones está desconforme de sí misma; pero no quiera la Divina Madre que una fina soberbia haga que el alma se sienta desconforme de todo lo que la rodea y de los medios que, para su perfección, le fueron otorgados por Ella.
Bien decía Santa Teresa: “De monja desconforme nos guarde Dios”.
Porque las almas desconformes se hacen mal a sí mismas y a toda la Comunidad.
La enemiga tiene argumentos muy sutiles para presentarles las quejas al alma desconforme y lo primero es insinuarle que no logra la perfección, no por su culpa, sino por la de los Superiores que no la comprenden y no la valoran; por culpa de la Comunidad que es más de trabajo que de oración; o viceversa por culpa de esto o de aquello. Y esta alma hace un hábito de su desconformidad y ésta se transforma en un enemigo constante que paraliza todas sus fuerzas y entristece su vida espiritual haciéndole perder inútilmente un tiempo precioso.
Algunas almas se dan cuenta a tiempo de este mal y buscan en sí la causa de su desconformidad y se ponen a luchar en contra de la no efectividad de renuncia que siempre es la causa.
¡Qué triste es ver a un alma verdaderamente llamada a la Ordenación, fiel, santa y buena, que no logra su fin por no comprender que la renuncia es un transformarse en nada, no de golpe, ésto se hace idealmente con los Santos Votos, sino efectivamente mediante la entrega diaria de todo lo que el alma posee externa e internamente!
El alma empecinada en no darse totalmente a la renuncia, está en una tensión nerviosa constante que la hace saltar continuamente hacia lo exterior por medio de un desahogo que, repetido, se vuelve murmuración. No quiere ella tener la culpa de su mal y entonces necesita descargar la culpa sobre todos. Se puede observar, y ésto la experiencia bien lo dice, que el alma que no cumple bien sus votos empieza a querer nivelar con ella a las otras almas y por eso busca con la murmuración cómplices de su mal. La murmuración no empieza directamente; antes la pobre alma busca, a escondidas de los Superiores, almas que la comprendan, amistad particular, quien escuche sus confidencias e intimidad, para poder luego descargar su mal con la murmuración del Reglamento, de los Superiores, de los otros Hijos, o de todo.
Si alguna alma hubiese caído, aún muy parcialmente en este mal tan grande que se corrija y clame a gran voz a la Divina Madre: “¡Lávame del sacrilegio de la murmuración!”.
Otras almas, más simples pero igualmente incapaces de la renuncia total, no acusan de sus males a los que le rodean y a los medios de vida que le fueron otorgados, sino acusan de sus males a sombras ocultas y a fantasmas imaginarios.
Ni el karma, ni los malos espíritus, ni las malas influencias pueden hacer nada en contra del alma que cumple con fidelidad y constancia su entrega total a la Divina Madre.
El temor se adueña de estas pobres almas y son víctimas de dudas, tentaciones y toda clase de escrúpulos. Siempre creen de haber hecho algún mal, de no cumplir debidamente la observancia, de no ser bien mirados en la Comunidad, de no ser considerados de utilidad. Si oran piensan que su oración no es grata a la Divina Madre, si trabajan piensan que su trabajo no está bien ejecutado, si hablan creen de haber ofendido y si callan también se sienten humillados.
Es triste mal el de los escrúpulos y del temor. Pero si el alma tiene la santa decisión de mirar en sí y buscar cuál es la parte del alma que no quiere entregarse, para darla enseguida en ofrenda a la Divina Madre, de inmediato las sombras de las dudas y temores desaparecerán como por milagro.
La Divina Madre ha elegido a sus Hijos para la sublime vocación de la Renuncia; muchos llegan al ofrecimiento de sí mismos a través de los Santos Votos, pero no todos llegan a la perfección del cumplimiento de los mismos y ésto sólo por querer guardar una gota de personalidad.
Cuando el alma se sienta desconforme, triste, agresiva, murmuradora, temerosa y dudando, inmediatamente dé gracias a la Divina Madre porque eso es indicio de que algo no ha entregado, de que algo guarda para sí, que no cumple sus votos a la perfección para que sepa que ese pensamiento es aviso claro, un medidor exacto de su adelanto o estancamiento en el Sendero Espiritual.
Los defectos no son más que una campanilla que le dicen al alma: “Todavía no eres la nada, la nada Divina”.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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