Curso XLIV - Enseñanza 8: Los Superiores en los Exámenes Vocacionales
La elección de las vocaciones de los Hijos para la vida de Comunidad es una de las tareas más difíciles que incumbe a los Superiores de Cafh. Es como si la Divina Madre envolviera estos destinos en el misterio más profundo, para que pueda afirmarse que Ella sola conoce el secreto del alma y su destino de desenvolvimiento espiritual.
Se han visto almas de gran capacidad interior, de grandes vuelos espirituales, con espíritu de oración, de sacrificio y de desapego, que hacían esperar de ellas un gran éxito en la vida de Comunidad y que sin embargo fracasaron de lleno en la Comunidad. Mientras que se han visto a otras almas, sin grandes vuelos místicos y dones espirituales aparentes, adaptarse rápidamente a la vida de Comunidad y resultar buenos Hijos Ordenados.
Los Superiores han adoptado diversos métodos para asegurarse de que haya una posibilidad de perseverancia en las vocaciones de Ordenación: buena preparación, esperar antes de la decisión un tiempo prudencial, ciertas pruebas físicas y morales, pero ningún método ha sido definitivo ni seguro, pues siempre queda la incógnita acerca de cómo reaccionará el alma puesta en contacto con la fuerza sobrenatural que anima a la Comunidad de Ordenados.
Esto aumenta la responsabilidad de los Superiores, tanto más cuanto que éstos son los resultados que ha demostrado la experiencia. Si bien los Hijos Ordenados pueden volver al mundo y a las Tablas de Patrocinados y Solitarios, esta experiencia ha demostrado, en casi todos los casos, que nadie toca el fuego divino de la Ordenación sin quemarse un tanto y que la mayoría de las veces deja en el alma de esos Hijos una llaga que es sentimiento de fracaso, de culpa, de fragilidad.
Entonces, como los Superiores no tienen a su alcance medios comunes infalibles para discernir las vocaciones de Comunidad, para la elección de las almas tienen que recurrir a medios sobrenaturales, divinos; y estos medios son la oración continuada durante cierto tiempo y el examen vocacional.
Antes de proponer o aceptar un Hijo para la Vida de Comunidad, el Superior, después de haber sopesado todos los requisitos humanos como ser salud, disposición, herencia, independencia, etc., recurre a la oración impersonal. Saca de sí todos los factores personales del Hijo, como ser la simpatía o antipatía humana hacia el Hijo, que siempre es falsa, sus dotes o cualidades personales o desventajas, y golpea en el Corazón Celeste de la Divina Madre para que Ella sola disponga y guíe los pasos de ese Hijo hacia su destino espiritual. Sólo después de haber orado así durante cierto tiempo se admite al Hijo al examen vocacional.
Este examen ha de ser efectuado primero por los Superiores de las Tablas y después por los Superiores de las Comunidades de Ordenados.
Antes de pedir la admisión al Seminario de Ordenación los Superiores deben someter a los Hijos, por un tiempo prudencial, a un método de vida estricto y recogido que, al mismo tiempo de constituir una excelente preparación para las almas, muestran relativamente si tienen las condiciones y disposiciones necesarias para perseverar en el Seminario.
El examen ha de ser estricto, severo, minucioso; después es el voto el que decide definitivamente, como si fuera la Voz de la Divina Madre; a no ser que el Caballero Gran Maestre dispusiera de otro modo.
Los Superiores deben examinar la salud y la disposición del Hijo. Las enfermedades contagiosas, mentales, nerviosas; los defectos físicos relevantes excluyen al Hijo de la Comunidad, así como también ciertas taras hereditarias de la familia a la cual pertenece; si bien hay enfermedades orgánicas que no impiden al Hijo el cumplimiento de los deberes de la vida de Comunidad. Se ha de investigar la moralidad de la familia del Hijo: difícilmente se borran del alma los malos ejemplos recibidos en el hogar cuando niño y siempre se ha visto que almas aún buenas, que provienen de hogares no correctos, tardan en adaptarse a la gran moral de la vida de Comunidad y no perseveran al final.
Es muy importante analizar las disposiciones de ánimo del Hijo. Demasiado entusiasmo y apresuramiento para ordenarse, fantasías sobre la elección hecha, aspiraciones de grandes alcances espirituales, son siempre indicio de una vocación insegura. Más convenientes son los Hijos pacientes en la espera, firmes en sus ideas y convicciones, que no hacen alarde de su vocación, que no se hacen ilusiones sobre lo fácil de la vida de Comunidad, que son estables y firmes en sus sentimientos, alegres y adaptables a todo.
También es muy importante conocer la capacidad del Hijo en todos sus aspectos. Es necesario examinar la capacidad de trabajo de los Hijos que deberán abrazar un estado donde el trabajo manual es uno de los fundamentos de la vida de Comunidad, ya que ellos serán obreros pobres por obra y participación vocacional.
Si es posible que ya tengan un oficio y si no lo tienen que lo aprendan antes de ir al Seminario.
Que se examine la capacidad intelectual del Hijo y se le dé a esto mucha importancia, pero no ha de dársele ningún valor a las prácticas místicas, ejercicios físicos y cursos especializados en materias metafísicas que hayan hecho o cursado, porque en el Seminario todas esas prácticas y conocimientos son un impedimento, ya que deberán quedarse libres de todo eso, con la mente y el corazón en blanco, pues sólo tienen que saber el conocimiento y la práctica de la Renuncia. Pero estén atentos los Superiores en averiguar si los Hijos conocen la Doctrina de Cafh y si prestan entera adhesión a la Idea Madre de la Renuncia.
Los Superiores estén atentos a la votación y no se dejen influir por ningún factor ajeno al juicio que les inspira la propia conciencia.
Si no hay unanimidad que se mande nuevamente al Hijo al Seminario por otros seis meses, o se proceda a otra votación. Pero sobre todo la unanimidad es factor aconsejable.
Factores fundamentales a revisar son: ¿Se adaptó el Hijo fácilmente a la vida de Comunidad? ¿Tuvo altos y bajos? ¿Tuvo tentaciones de volver al mundo? Si las tuvo, ¿cuánto tiempo hace que no le acometen?
Además de esto, todos los Superiores han de pedir por las tiernas almas que, inspiradas por el fervor, tienen aspiraciones de Suprema Renuncia.
¡Que la Divina Madre aparte de su camino todos los obstáculos para que lleguen a la meta, o borre en ellas este deseo si no están llamadas a cumplirlo! ¡Que Ella haga que estas almas, cuando llegan al Seminario y son puestas en las manos de los Ordenados, tengan el ejemplo y la fuerza necesaria para lograr el don insustituible de la perseverancia!
Enseñen los Superiores, a las almas que han sido puestas en sus manos, a corresponder a la gracia que han recibido, porque ésta es tan inmensa que ninguna voz humana puede describirla, es Dios mismo.
El Ordenado de Comunidad puede transformar al mundo y a las almas todas y nadie hay en el mundo que tenga, por encumbrado que sea, misión tan extraordinaria.