Curso XLIV - Enseñanza 15: Los Directores Maestros de Oficios
Desde el momento en que el Hijo ingresa a la Casa de Ordenación se lo inicia en los trabajos manuales habituales de la vida de Comunidad. Si bien los Hijos deben saber desenvolverse en cualquier tarea que se les indique, habitualmente se les enseña algún trabajo especializado. Esta labor es, generalmente, asumida por los Directores que, en estos casos son también maestros de oficios de la Comunidad.
El Maestro de Oficios desempeña una función muy delicada porque es el que está habitualmente más en contacto con los Hijos, aún con los Seminaristas. Al mismo tiempo que la eficiencia y rapidez en los trabajos enseña las observancias, el comportamiento y el espíritu de recogimiento.
Al enseñar él no debe ni ejercer una vigilancia excesiva ni abandonar totalmente al Hijo, sino ha de supervisar inteligentemente los trabajos para no trabar el libre desenvolvimiento de las facultades naturales del alma y, al mismo tiempo, encauzarlas, dirigirlas y disciplinarlas.
No es bueno, al enseñar un trabajo, dar de una vez el total de las explicaciones, conocimientos y detalles que se conocen del mismo. Eso confunde y hasta puede cohibir a los Hijos. Conviene dar las indicaciones generales en forma concisa y concreta y ver luego cómo el Hijo se desenvuelve. Éste se dará cuenta por sí solo de muchos detalles y recursos: no hay mejor maestro que la propia experiencia.
Por eso el Maestro de Oficios no haga, en las horas de trabajo manual, más que las indicaciones estrictamente indispensables, ni permita que los Hijos le hagan comentarios o preguntas fútiles. Deje para los momentos en que está permitido conversar todas las aclaraciones o consideraciones complementarias y mantenga estrictamente el espíritu de silencio en las horas de trabajo manual.
Es común observar que los Hijos propensos a las conversaciones inoportunas rinden poco en los trabajos: una mente inquieta gasta inútilmente sus energías y no sabe concentrar toda su atención en el cumplimiento de sus obligaciones.
Hay Hijos que todo lo aprenden rápidamente. A éstos pocas palabras y mucha vigilancia. Es frecuente que utilicen su capacidad para no hacer las cosas como se les indica.
Aunque trabajen bien, primero obedecer y luego hacer. Pero, al mismo tiempo, el Maestro de Oficios puede aprender de ellos nuevas formas de encarar los trabajos.
Hay Hijos que siguen escrupulosamente todas las indicaciones pero que no tienen la flexibilidad necesaria para adaptarlas a las necesidades según se presentan.
Con estos es precisa mucha paciencia; conviene no enseñarles muchas cosas a la vez sino esperar a que dominen la tarea que están ejecutando.
Los Hijos deben acostumbrarse a escuchar atentamente las indicaciones que reciben y si algo no entienden preguntarlo en ese momento. Procuren, mientras trabajan, no dejar que la mente se distraiga.
Los errores, roturas, olvidos e imperfecciones ocurridos en los trabajos son ocasionados más por falta de atención que por incapacidad.
El Maestro de Oficios debe saber enseñar y dirigir los trabajos sin perder tiempo él ni hacerlo perder a los Hijos. Para saber cómo trabaja un Hijo no es necesario ir a cada momento a ver lo que hace. Una mente atenta y despierta sabe qué hace cada uno y cómo lo hace sin moverse de su sitio y cuando observa, basta una mirada para verlo todo.
El lema del Maestro de Oficios debe ser: “Enseñar rápido y bien”.
El Maestro de Oficios debe ser ante todo buen organizador.
Enseñar un trabajo no es sólo enseñar a mover las manos sino saber aprovechar las herramientas, los materiales y, especialísimamente, el tiempo.
Una buena organización logra no sólo eso sino el máximo de rendimiento de los Hijos. Al comenzar el día hay que saber, no sólo lo que se hará durante la jornada sino cómo se desarrollarán los trabajos en la semana, en el mes: hay que tener un plan. De la misma manera, es bueno que cada Hijo sepa de antemano qué es lo que deberá hacer.
En esa forma no se interrumpen los trabajos por imprevistos, falta de materiales, de herramientas, ni se pierde el tiempo buscando trabajo para los que terminaron el suyo y no saben qué hacer.
Ésto ayudará además a que los Hijos vayan al trabajo provistos de todo lo que les hará falta durante el día, sin necesidad de ir buscando luego los elementos que consideran necesarios.
El trabajo rinde cuando lo único que se hace es trabajar.
Ordenar, limpiar, buscar y preguntar no es trabajar; todo debe estar preparado de tal forma que el trabajo comience y termine a su hora y en el lapso no se haga otra cosa.
El Maestro de Oficios debe enseñar a trabajar con orden. Allí donde hay orden hay eficiencia. Cuando cada cosa está en su lugar nada se pierde ni se daña; el orden disciplina la mente y da rapidez a las manos.
Los Hijos deben hacerse responsables de los materiales y herramientas de que disponen. Sólo quien conoce el valor de una cosa sabe cuidarla.
Cuidar no es sólo no romper ni dañar. Muchas veces por imprevisión se inutilizan materiales por no saber usarlos en su momento oportuno o haberlos guardado en forma inadecuada. El Maestro de Oficios debe enseñar que todo, aún lo más insignificante, tiene valor; el espíritu de pobreza hace hábiles las manos para sacar partido aún de lo aparentemente inservible. Enseñar a trabajar es enseñar a crear.
El Maestro de Oficios debe enseñar a los Hijos a bastarse a sí mismos. Desde luego, hay trabajos que requieren la colaboración de varios Hijos, pero dentro de su labor específica cada uno debe ser un núcleo autosuficiente.
Por más hábil que sea un Hijo, si siempre necesita alguna ayuda, no sabe trabajar.
En los trabajos de equipo las tareas deben distribuirse de modo que cada uno pueda desarrollar su eficiencia al máximo.
Si algún Hijo hace un trabajo especializado no hay que distraerlo nunca de su labor o encargarle trabajos que pueden ser ejecutados por cualquier otro Hijo.
En la distribución de los trabajos hay que tener en cuenta también las aptitudes físicas de cada uno y evitar la tendencia a recargar de trabajo a los más aptos para tareas pesadas. En ese sentido el Maestro de Oficios debe recordar que el trabajo manual es una excelente escuela física que hay que saber aprovechar para formar Hijos fuertes y sanos.
El Maestro de Oficios procure que los trabajos se continúen sin interrupciones hasta ser finalizados completamente. Cuando un trabajo está encaminado posee una inercia que lo hace marchar con un mínimo de esfuerzo.
Cuando los trabajos se ejecutan con herramientas de la Comunidad es bueno que un Hijo se haga responsable de las mismas, se encargue de proveerlas y retirarlas según las necesidades y controle el estado en que las devuelven.
Si les es permitido a los Hijos tener herramientas de uso personal, éstas no deberán prestarse por ninguna causa. Recuerden los Hijos que esas herramientas sólo son para su uso mas no son suyas y deberán responder de las mismas.
Igualmente, en estos casos no distraiga herramientas de la Comunidad para trabajos que podría hacer con las que él dispone. Si a los Hijos se les permite tener herramientas personales es porque éstas rinden más eficientemente bajo una sola mano, pero nunca deben ser motivo de apego y egoísmo.
Cuando los Hijos reciben subvenciones para sus gastos personales, sepan administrarlas sabiamente y con espíritu de pobreza. Las subvenciones no se administran sólo comprando o ahorrando sino según el uso que se da a lo que se adquiere con las mismas.
El fin de las subvenciones no es el de dar un caudal a los Hijos para que éstos dispongan libremente sino el de que por su medio aprecien el valor de las cosas, aprendan a discernir sus necesidades reales y a practicar efectivamente la economía providencial.
No tengan los Hijos necesidades personales sino integren sus necesidades a las de la Obra de Cafh. No hagan tampoco diferencia entre lo que ellos tienen y lo de los otros Hijos; las subvenciones son un modo de administrar los bienes de la Casa y la diferencia que establece lo personal y lo común es sólo a los fines prácticos de la Comunidad.
Los Hijos deben manejar su dinero no como cosa propia sino como administradores de los bienes de la Comunidad y bajo este concepto han de considerar todo lo que se les ha asignado para su uso personal.
El Hijo encargado de la cocina pida todas las noches al Superior el menú para el día siguiente.
Los Hijos que no realizan trabajos especializados harán sus trabajos en común en la sala de estar o donde lo indiquen los Superiores. Si el trabajo lo permite, que canten salmos o reciten oraciones.