Curso XLIV - Enseñanza 11: El Superior Enseñante de la Doctrina
Es necesario que los Hijos de Cafh, sobre todo los Hijos Ordenados de Comunidad, tengan una idea clara de la doctrina de Cafh. No sólo debe saberse de un modo genérico, sino que ha de poder ser sintetizada por los Hijos.
Es muy común que los Hijos expongan doctrinas que, si bien son buenas y aceptadas por grandes sectores de la Humanidad, no son la doctrina de Cafh.
Es necesario tener pocas ideas, pero claras.
Los Hijos deben ubicarse dentro de la orientación mística de Cafh que está fuera de los cuadros generales religiosos, teológicos, doctrinarios y escatológicos de las distintas religiones.
El hombre no tiene a su alcance otro medio de comunicación directa con la Verdad Divina fuera de su predisposición y experiencia. Esta predisposición y experiencia del alma, transmitida a través de las generaciones, es la Revelación y la Tradición.
La Revelación de las religiones existentes en el mundo en sus principios divinos es única y verdadera. Pero luego estas religiones y todos los credos impuestos por las religiones así como sus doctrinas correspondientes, afirman que ellas solas son universales.
Pero las religiones no son universales sino parciales; cada una abarca un sector determinado de la Humanidad. Todas las religiones tienen aproximadamente el mismo número de fieles. Ninguna es universal, ninguna abarca a toda la Humanidad; por eso sólo son poseedoras de una parte de la Verdad.
Pero si la Providencia y el Plan Cósmico Divino han dispuesto que se desarrollen y adapten a los países y seres que los habitan, quiere decir que estas religiones son mensajeras de la Revelación y que tienen una Tradición que se remonta al origen de la raza.
En el fondo los dogmas y doctrinas de las religiones concuerdan en los fundamentos y las divergencias existentes versan sobre los Misterios que son insolubles.
Todas las religiones derivan de la Religión Universal que es la que dirige la raza desde los principios. La Tradición y la Revelación de las religiones han sido la Revelación que les fue transmitida originariamente por los Divinos Instructores de la raza y son la imagen de la Idea Madre: indicaban la labor que tenía que desarrollar el ser sobre la tierra y el conocimiento de los medios sobrenaturales a su alcance para realizarla.
La creencia del Hijo en Dios como principio del Cosmos es algo fundamental.
Si se dice que el principio fundamental del Universo ha emanado todo de sí mismo, o que Dios creó de la nada todas las cosas, sólo se observa la Manifestación Divina desde dos ángulos distintos, pero igualmente verdaderos.
Lo importante es creer en Dios trascendente como origen inmutable, desconocido e inmanente, como esencia y motor de todo lo creado.
Decir que Dios tiene aspecto determinado o decir que no tiene aspecto, es algo que depende de la inclinación o educación que se ha recibido, pero la base fundamental permanece intacta.
El hombre ha de reconocer que tal cual ha sido puesto sobre la tierra, frente a la Humanidad y al Cosmos, con su razón, con su capacidad emocional y comprensiva, no puede abarcar los misterios divinos sino sólo puede tener de ellos un atisbo a través de un estado intuitivo y místico.
Cafh puede llamar a estos resultados místicos e intuitivos: gracia, y al esfuerzo para lograrlos: libre albedrío.
Mediante el empleo del libre albedrío la mente puede conocer hasta un punto asombroso, pero siempre limitado; hay cosas que sólo le es posible captar, y si lo hace, es a través de un estado superconciente, sobrenatural.
Ningún hombre ha visto a Dios ni ha podido explicar la inmensidad del Universo, sino por analogías.
Para predisponer el alma a este estado místico intuitivo es necesario el auxilio de los que ya conocen, de los que ya han escalado el Sendero.
El hombre abarca hasta un punto pero después necesita la ayuda; vuelve a lograr entonces por sus medios hasta otro punto y así sucesivamente. La Ayuda Divina, la participación a la Vida Divina por la Divina Encarnación, la protección y Enseñanza de los Maestros es necesaria al alma.
Existen en el mundo las fuerzas del bien y del mal, que desaparecen cuando el ser ha alcanzado un estado de superación. Pero en el mundo él tiene que luchar con el bien y el mal.
Algunas religiones han separado el bien y el mal con un corte: la materia es lo malo y el espíritu es lo bueno. Pero este punto de vista es insostenible. Todo es devenir.
El hombre alcanza la liberación a través del Sendero; no a través del sendero dogmático, revelación impuesta, unidad arbitraria, sino a través del esfuerzo ascético místico que lleva al alma a su liberación.
Este es el nexo de Cafh.
Cafh es un Sendero Místico, trasciende fuera de los cuadros establecidos y realiza a Dios a través de la Mística de la Renuncia.
No desconoce el valor de los dogmas, de la Revelación, pero reconoce que sin el esfuerzo místico nadie podrá llegar a una liberación.
Cafh enseña una doctrina universal, quiere decir, la que está fundamentalmente en todas las religiones, y tiene su Doctrina fruto de su experiencia.
Las varias Teologías determinan lo justo o lo injusto de determinadas ideas, pero Cafh no se define, no impone una creencia; el alma es libre; hasta que no se posee en sí una prueba divina no se puede asegurar la verdad de un enunciado.
Aún la doctrina de la reencarnación no es aseverada por la Enseñanza de Cafh, si bien se supone absolutamente lógica.
La Doctrina inmutable de Cafh se asienta sobre el valor de la Mística de la Renuncia y sobre el esfuerzo del alma para su realización interior.
Algunos afirman que el alma es de la misma substancia de Dios, pero no Dios mismo. Otros que el alma es como Dios y otros aún que el alma no existe como tal sino es una analogía de la Conciencia Cósmica.
Algunos sostienen que un alma que persiste en el mal puede perderse como alma.
El alma es de la misma substancia de Dios, pero no como Él hasta que sea reintegrada totalmente a la Divinidad; su estado de permanencia en Dios es Divino y por consiguiente desconocido.
Es cierto que el alma es una analogía de la Conciencia Cósmica ya que todas sus manifestaciones son compuestos. Lo que ella es realmente en sí, en su simple estado Divino, sólo por Dios y en Dios puede ser conocido.
Si se reconoce que ninguna religión es universal, hay que creer que todas, cuando llegan al punto más alto y sublime son verdaderas. Son esenciales cuando forman almas grandes, es decir, cuando desarrollan una mística: la mística es la única verdadera realización de Dios sobre la tierra. Los sacramentos, la liturgia, las ceremonias mágico-psicológicas, ayudan al alma, pero no salvan al alma.
Ninguna religión puede salvar al alma humana sino la participación de ésta a su propia salvación.
Es indispensable la participación del alma, por gracia y libre albedrío, al Alma del Cosmos (Dios, la Divina Madre), a la vida de la Divina Encarnación y a los Maestros que guían a la Humanidad.
Todas las almas serán al fin salvadas.
Muchos esperan la nueva religión. Si así fuera, ésta no sería más que una religión nueva que vendría a sumarse a las otras.
La verdadera religión es la sublimación de las religiones, la realización de las almas privilegiadas de todos los sectores del mundo; la tradición por ellas dejada por haber alcanzado la Realización o la Liberación.
La Doctrina debe ser amada intensamente, atesorada en el corazón; meditada mucho y reconocida como la única que puede dar la salvación.
No sean amantes los Hijos de adivinaciones o juegos que predicen la suerte; la suerte del Ordenado ya está echada y no tiene que saber más de él.