Curso XLIV - Enseñanza 10: El Superior Guardián de la Observancia
Los Superiores son Guardianes de la Observancia.
Los Superiores han de enseñar a los Hijos esta verdad: que la Observancia es la esencia exterior del Voto de Renuncia, es el signo indeleble de la elección de una misión sobrenatural.
La Observancia es Mensaje de Renuncia.
El Hijo perseverante no perecerá: vive la Hora Eterna.
La fuerza potencial dada por la Divina Madre a los Hijos, que se expande sobre el mundo para su salvación, no puede ser efectiva sin el esfuerzo continuado que es dado por la observancia.
La libertad exterior de los hombres acrecienta su personalidad; esa personalidad acrecentada es una fuerza de salvación desperdiciada. Pero la vida del Ordenado, de sacrificio y de aparente no libertad, libera del yugo de estar siempre anhelando la libertad individual y, sobre todo, da la libertad sensitiva. La parte sensitiva siempre necesita del alimento de fuerzas vivas para el individuo.
La libertad interior del Ordenado permite que sus fuerzas se vuelquen sobre todos los hombres. El Ordenado no gasta nada: ni psíquica ni espiritualmente. Él vive de la Renuncia, de la vida de la Divina Madre.
La observancia, que es vida de completa renuncia, elimina todo lo humano, lo sensitivo, lo mental, y hace del Hijo únicamente un foco espiritual.
Los Superiores hacen cumplir la Observancia haciendo que los Hijos la amen, haciendo que la Comunidad sea una unidad, una fuerza única, un bloque granítico.
En la Comunidad no pueden haber dos ideas sobre la Observancia, o dos modos distintos de cumplirla o divergencias sobre la misma entre los Hijos.
La Observancia es el acto más excelente de los Hijos y sólo puede ser cumplida de un mismo modo, con una sola intención, perfectamente.
El desenvolvimiento de la vida de Comunidad, siempre tan igual y unido, hace que todos los actos característicos de los Hijos sean notados y conocidos por todos, aún los más pequeños e insignificantes. Los Superiores han de hacer desaparecer esas pequeñas diferencias que se manifiestan en los distintos modos de caminar, de moverse, de sentarse, de comer, de reír, de hablar, de expresarse, etc., para que todos actúen de un mismo modo, para que no haya diferencia de un Hijo a otro, para que nadie pueda distinguir en él su posición y costumbres anteriores, sino sólo aparezca el Ordenado. Todos los Hijos Ordenados desaparecen como partes y sólo son visibles como unidad.
El Hijo ha de cumplir de tal modo la Observancia que llegue a no darse cuenta que lo hace: es algo natural en él; no podría ser de otro modo. El Hijo es la observancia misma.
La observancia debe ser tan perfecta que cuando la obediencia saca de la misma se ha de sentir la misma felicidad que cuando se la cumple.
Los dones muy extraordinarios son maravillosos, pero sólo la perfecta observancia lleva seguramente a la perseverancia final.
Los Superiores dan las penitencias correspondientes a los poco observantes o a aquéllos que cometen errores habituales; la penitencia ha de ser severa.
El Superior vigila para que los Hijos dejen todas sus costumbres, aún las mejores, para adquirir sólo la modalidad de la Comunidad y les enseña que esta unificación hace fácil el cumplimiento de la Observancia y la transforma en una expresión natural del modo de vivir y actuar de los Hijos Ordenados.
Vigilen los Superiores para que los Hijos no reciban nada de afuera sin la autorización del Superior: ni cartas, ni informaciones, ni regalos, ni compras; eso sería gravísima falta. Tampoco han de cambiar nada entre sí: ni regalos, ni prestarse dinero de la subvención, ni cambiarse la ropa entre ellos.
Los Hijos han de conformarse con lo que les es entregado para Navidad y han de conservarlo cuidadosamente.
No se sienten sobre la capa o el velo ni los arrastren por el suelo. No manchen ni dañen la capa o el velo; cuídenlos extremadamente porque no es una prenda humana sino de la Divina Madre y como tal ha de ser estimada y venerada por los Hijos.
Las Hijas no echen la cofia hacia atrás; cuando más apriete mejor; quedarán sujetas las fantasías.
Los Hijos usen siempre camisas de mangas largas; las mangas cortas se usan en ciertas Comunidades con dispensa especial del Caballero Gran Maestre.
El Superior ha de hacer que los Hijos le den una gran importancia al toque de campana.
El Hijo ha de dejar inmediatamente lo que está haciendo, aún si es una obra de caridad, estando seguro que alguien completará su obra; con la diferencia que si hubiera descuidado la observancia por la caridad hubiera sido un acto de su perfección, mientras así será un acto de perfección impersonal, divino.
La rutina del horario cuesta hasta que el Hijo descubre que la rutina es como la perfección misma, que no admite interrupciones.
Los Hijos y las Hijas de votos solemnes tendrán una sola capa o velo. Los Hijos de votos perpetuos tendrán dos capas o velos.