Curso XLI - Enseñanza 5: La Rueda del Corazón
El corazón humano encierra el secreto del Universo según nuestras enseñanzas y, verdaderamente, el poder que de él emana y que se refleja en el astral, con la más bella de las ruedas, es primordial.
Bien han dicho los indos que la diosa que reina en este centro de fuerzas es de amarillo y que tiene tres ojos porque el poder del corazón crea, conserva y destruye; es mental, astral y físico.
Cuando crea se junta con el objeto creado, se asimila con él, se transforma en él y reina sobre el mundo con aquella fuerza que todos conocen y que se llama amor.
Cuando conserva, todo lo embellece y da ese tinte de atracción que hace que las cosas conocidas parezcan distintas y tengan siempre en sí algo nuevo que anteriormente no se había notado; es fuente del arte, de la estética, del ritmo, en una palabra, de todo lo que es hermoso.
Cuando destruye, odia, corta lazos, quiebra barreras, se aleja, se hastía, mata, hace sufrir y huye; por este poder se cela, se quiebran juramentos y promesas, se envidia, se traiciona y por fin, se muere.
El elemento que preside a esta rueda es el aire; e influye en el cuerpo físico, sobre la piel y las manos y es el estimulador del tacto.
Este centro nace en el apéndice xifoides y cruza el corazón, sale por el centro espinal de la región cardíaca y brilla, en el mundo astral, como un rutilante vórtice de doce pétalos.
Cuando destruye, su color es el del humo; cuando conserva, es verde azulado; cuando crea, es color brillante como el sol. Cuando permanece inmóvil, tiene una forma hexagonal; el hexágono es del color del humo, la rueda donde está reflejado es de color verde azulado y los pétalos son de color rojo.
Los textos orientales colocan en él un antílope negro.
El planeta que acompaña este centro de aire, de soplidos que alejan y acercan, es Júpiter y la glándula que le pertenece en el cuerpo humano, es el timo; el plexo, el cardíaco y los órganos son los pulmones y el corazón.
En el éter astral, debajo de la gran rueda del corazón, se ve moverse otra pequeña rueda; ésta en la mayoría de los hombres, se nota como un petalito de rosa; pero en los seres que empiezan a desarrollar sus facultades internas y particularmente en aquellos que toman el hábito de meditación, esta pequeña rueda adicional toma la forma de una rosa abierta de ocho pétalos. Cuando no está bien desarrollada, cuatro pétalos son de color rosado y los otros cuatro de color oscuro. Los Rosacruces tomaron de esta imagen su maravilloso símbolo.
Aquí se encuentra la tumba de la Madre Divina y aquí se asienta la fuerza etérea en los seres evolucionados, aquéllos que ya no necesitan depositarla en el plexo sacro.
Dirige este poder la circulación de la sangre y reparte los vasos sanguíneos en cuarenta y nueve grupos; aquellos son presididos cada uno por un poder característico.