Curso XLI - Enseñanza 15: El Loto de Mil Pétalos

Muy ardua tarea es describir el Centro Coronario, pero lo es más aún enumerar sus poderes y el valor de su desarrollo.
Baste decir que es el único Centro que vierte en el sistema septenario del hombre las fuerzas espirituales.
No hay en él materia mental divisible sino, únicamente, esencia potencial de la misma, que es parte del Espíritu Manifestado.
La perfección que da al ser el desarrollo de este Centro no sólo concede la ciencia y la sabiduría infusa, sino también un conocimiento tal de las cosas que cree aquél que lo posee, estar completamente separado de sus principios inferiores.
Sin él no puede lograrse la anhelada liberación, que es un estado pasivo de la mente superior que se refleja en una extraordinaria actividad en todos los actos de la vida, sin producir turbación alguna en el estado extático de este Iniciado.
Todos los demás centros están sintetizados en él, no como fuerza activa, sino como reflejo potencial de los mismos. Así como los cuarenta y nueve centros secundarios femeninos, los setenta y dos masculinos y cada uno de los setenta y dos mil Centros que tienen sus válvulas aparentes en el cuerpo físico del ser.
En todos los hombres, aún en los menos desarrollados, la Rueda Coronaria tiene una directa y continua comunicación con la Rueda Visual, por la cual transmite el hombre la conciencia del ser; pero en el ser desarrollado espiritualmente la comunicación se vuelve tan continua, fuerte e insistente que, si luz pudiera llamarse a la fuerza espiritual, un torrente de luz inunda la Rueda Visual.
El Centro Coronario bien amplificado revela al Adepto el conocimiento único, aquel conocimiento único que hace olvidar todas las cosas; en una palabra, todos los poderes colocan al Adepto de espaldas, por decir así, al Poder Único y Primordial, para que éste maneje las sombras de separatividad que constituyen el Universo Creado. Pero este poder hace que el Adepto dé las espaldas a las sombras del Universo Creado, para fijarse solamente en el Único Poder que las promueve.
Si bien la Rueda Coronaria sintetiza a las demás y es en el hombre completo el “asiento” del Espíritu, y si bien todas las Escuelas Místicas así lo han entendido orientando sus búsquedas en ese sentido, no está depositado en ella el Gran Elemento, ni origina su actividad.
Los Místicos fracasaron por no buscar el impulso que la mueve, que es Kundalini. Recuérdese el relato de aquél que buscó largos años a Dios estudiando el firmamento y que, cuando llegó a saber casi todo lo que saberse podía, se destrozó al pisar una trampa para cazar animales.
Los Centros no son depósitos del Gran Elemento. Éste se halla todo a lo largo del Shushumna. Las Ruedas no son sino llaves de paso, destinadas a permitir su distribución para actividades específicas.
La Naturaleza del Gran Elemento es cuádruple: Espíritu (Conciencia y Voluntad, simultáneamente), Mente, Energía y Materia.
La Rueda Coronaria es predominantemente conciencia; por sí misma no se movería; cuando lo hace, es por impulso de la Rueda Sacra, predominantemente Voluntad. Ésta tampoco obra por sí misma, sino por orden de la Rueda Coronaria. De allí que actúen la conciencia y la voluntad recíprocamente.
El Gran Elemento asciende por el Shushumna. Podríase imaginar ésta como una columna, hecha de Gran Elemento. Dentro de esta columna hay un canal estrecho, el Virga; y dentro de éste, otro conducto, estrechísimo, el Brāhmānādi. Lo descrito tiene su expresión física: el Shushumna corresponde a la columna vertebral, en un sentido amplio; el Virga, a la médula espinal; y el Brāhmānādi, al denominado canal central de la médula espinal.
Las Escuelas Místicas difieren en lo referente a por cuál de los conductos asciende Kundalini; unas sostienen que por Shushumna, otras por el Virga, otras, por el Brāhmānādi. En cambio, puede afirmarse que por los tres: cuando se refiere a la Energía relacionada con la vida “animal”, por el Shushumna; la energía mental, por el Virga. El Brāhmānādi, “canal de Dios”, es la vía del Espíritu.
Por el primer camino asciende más bien con lentitud; con mayor rapidez por el segundo; el Espíritu asciende casi instantáneamente.
En el cerebro, expresión física del órgano del Espíritu, aún en seres poco desarrollados se observan numerosísimos surcos y circunvoluciones. Es de suponer que en el de un gran místico, son incontables.
Cuando el Gran Elemento asciende por los nervios, se refleja en la Rueda Coronaria, pero más bien débilmente; los pétalos están caídos. Cuando asciende por la médula (Virga), la expansión es mayor. Y, como en el caso del Buda, cuando asciende por el estrecho canal central, la expansión es maravillosa.
Si asciende muy rápidamente, el ser estalla. Pero si resiste, la Naturaleza permite una salida por la parte superior, uniéndose, de este modo, el Gran Elemento al Gran Depósito Cósmico.
A veces, por ejemplo en caso de accidentes, aún en seres de evolución común, es tan violenta la ascensión que fallecen por esta causa y no directamente a causa del accidente.
Para lograr el Éxtasis Perfecto, debe ascender Kundalini por Brāhmānādi. Para ello, las siete llaves de paso deben funcionar sin falla alguna, perfectamente.
Kundalini brilla aquí en todo su esplendor; mejor dicho, cuando el Éter Cósmico depositado en el plexo sacro llega aquí, no puede ser más el Éter Cósmico de la vida manifiesta sino es el Éter Cósmico en sí.
El desarrollo de la Rueda Coronaria tiene dos aspectos: uno activo con semilla de manifestación; el otro es pasivo, sin semilla de manifestación.
Una es la sílaba sagrada “OM”; y la otra es la sílaba sagrada “A”.
Cuando el Iniciado está activamente en este estado místico, el aura de esta rueda se levanta, se agranda y se extiende maravillosamente. Pero cuando él está en estado pasivo, se invierte sobre el mismo y esconde todo el ser con su cáscara, como la nuez guarda el fruto en su cascarón.
Cuando un alma así está en éxtasis, es imposible ver sus atributos individuales porque únicamente la sensación de lo Eterno cabe allí.
Ningún ejercicio, fuera del vacío mental y el continuo anhelo de llegar a la más alta perfección espiritual, es útil aquí; pero aquellos que llegan a desarrollar tal poder presentan aspectos exteriores de la más absoluta inmovilidad, insensibilidad e incorruptibilidad.
Que todos los discípulos que aspiran a la perfección, logren entonces pronunciar, eternamente, las sagradas sílabas: “OM”.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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