Curso XXXVIII - Enseñanza 2: Los Colores Áuricos

El aura tiene un color genérico fundamental similar a los vitreaux de las catedrales, pero los colores, sin embargo, cambian continuamente sobre el horizonte del cuadro áurico.
Es un espectáculo notable ver por primera vez un aura humana, porque, según van cambiando las emociones, los pensamientos y el estado de ánimo del ser, así cruzan por su aura rayos coloríficos que se juntan, se entremezclan y estallan.
Cada pensamiento, cada emoción, cada función subconsciente, cada impulso orgánico, es registrado en el aura. Continuas radiaciones de luz salen del ser humano y se quiebran en colores en su espectro áurico.
Los colores dominantes o fundamentales son: el rojo, el azul y el amarillo. Los secundarios son: el verde, el anaranjado y el violado, y los colores adicionales son: el blanco y el negro.
El negro en sí no es color, sino la ausencia de todo color. Esto es relativo a este plano, donde al mirar con los ojos físicos, se ve un negro que es carente, relativamente, de todo color, pues hay un negro mucho más intenso.
Lo mismo se puede decir del blanco, que es la síntesis de todos los colores.
Los colores físicos y astrales se entrefunden en el aura, formando un color característico.
El color siempre ha ido estrechamente relacionado con los símbolos religiosos y espirituales; y las instituciones religiosas hasta adoptaron el colorido para lograr un mayor efecto psíquico y moral en sus respectivos cultos.
La iglesia cristiana y especialmente la católica, viste al sacerdote con la dalmática roja en la fiesta de los mártires; con la verde, en el tiempo ordinario del año, en el tiempo del sosiego; de violado, cuando conmemora la pasión de Cristo y los dolores de María; y de oro brillante en las fiestas solemnes y de alegría. Esto indica que los antiguos sacerdotes conocían la influencia de los colores, pues los habían visto en el espectro astral.
¡Cómo no habían de conocer los admirables colores del aura, aquellos artistas clarividentes que crearon los maravillosos vidrios de las catedrales góticas!
Se describirán ahora los diversos colores, según las emociones que los determinan, para tener así una vaga idea de cómo es el aura del ser.
Rojo. Una pasión violenta, una ira irrefrenable, un deseo irresistible, colorean el aura con un rojo morado y, si a estas emociones se une el impulso criminal, se cubre este rojo morado como si se hubiera levantado un denso humo. Pero no siempre el rojo es negativo y malo, porque una noble pasión se pinta de púrpura, así como una noble indignación y un fuerte deseo de bien. Es, además, el color de la sangre, mejor dicho, de la vitalidad de la sangre, símbolo de la emotividad en su más alta expresión; pero, cuando más abnegado y puro se vuelve el amor y las emociones, tanto más se mezclará el rojo con el blanco hasta llegar a un hermoso color rosa pálido, color éste característico de muchas vírgenes.
Azul. La mente, en sus elevaciones hacia el espíritu, suele adornarse con este color; por eso la devoción, el amor al estudio, la cavilación filosófica y el arte de pensar bien en general, colorean el aura con el azul del cielo. Pero la terquedad en las propias ideas, la intolerancia, la fuerte y sostenida separatividad de credo, dan al aura un color pizarra. Asimismo, el noble pensador que se fosiliza en sus ideas, el creyente que se fanatiza en su religión, vibran con color añil.
Amarillo. Este es el color de los grandes y eclécticos pensadores, de los instructores espirituales, de los grandes místicos y de todos aquellos que vislumbran la Sabiduría Eterna.
Verde. Un buen estado de salud, el amor a la naturaleza y a la vida libre de campo, un estado de ánimo sosegado y poco especulativo, visten el aura de verde, que se torna más brillante cuando estas virtudes se acrecientan. Pero el perezoso, aquel que se abandona con peligro de caer en la inercia y en la indigencia, tiene un color aceitunado pudiendo llegar al verde grisáceo, propio de los histéricos y de los envidiosos.
Anaranjado. El hombre inteligente pero que se envanece de su saber, el orgulloso, se adorna el aura de anaranjado. En el soberbio este color toma un tono anaranjado rojizo, mientras que en el que se alaba con justa razón, el color es oro viejo.
Violado. Este color acompaña mucho a los artistas y a las mujeres en su aspecto mejor. Denota un conjunto de virtudes trasplantado del mundo real al campo del ideal. Es muy fácil ver este color en los jóvenes que aún no están curtidos por las luchas de la vida y en los ancianos que ya han sosegado sus pasiones.
Blanco. Cuanto más adelantado está el ser, tanto más blanca y brillante es su aura; pero este color nunca falta en mayor o menor proporción en ningún ser.
Negro. El negro acompaña todas las acciones negativas y da mayor realce a los colores malos; pero también un gran dolor, un momento de amnesia, pueden teñir el aura completamente de negro. La depresión, la tristeza y un fuerte desaliento, van acompañados por el gris.
No sólo estos colores se ven en el aura, sino muchos otros que producen las distintas combinaciones.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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