Curso XXXVI - Enseñanza 13: La Gran Ilusión
Si Dios es lo Indiferenciado, lo Incognoscible, definirlo sería negarlo, y todo lo existente, lo definido y lo variable no puede ser más que una quimera; así aseguran los grandes filósofos de las religiones panteístas. Pero, para los dualistas y deístas, para aquellos que consideran que todo lo existente es parte integral del Mismo, sería blasfemia decir que todo lo creado, todo lo que se ve y nos rodea, es ilusión.
¿Qué es entonces Maya? ¿Es una realidad o una ilusión?
La Manifestación Universal no puede ser, como finalidad, una realidad única. Decirlo así sería limitar a un algo el concepto de Dios que está fuera de todos los conceptos; pero, tampoco puede ser ilusión esta maravillosa sucesión de hechos divinos que constituyen la vida del Universo creado.
El Universo manifestado, la vida, es una realidad, tan real como lo Indiferenciado, lo Incognoscible, pero que asienta su realidad existente en el continuo devenir. ¿Es realidad lo existente? Sí, es realidad; pero no porque sea lo Eterno en sí, sino porque es lo Eterno en su manifestación. Dios es Inmanifestado, Indefinible e Indescriptible; Inmóvil en sí. Pero su inversión, la Espiración Divina, es el Universo visible. Lo que viene de lo Eterno es entonces también eterno y real; no es la realidad en sí, sino el devenir de la Única Realidad.
Esta Realidad es ilusión sólo como idea de cambio continuo, y no porque se le quiera atribuir un valor negativo, no porque se le considere un sueño, una fantasmagoría y nada más; sino por su continuo movimiento de variabilidad.
En este continuo devenir, en esta continua variabilidad, en esta perenne transformación de todas las cosas, está el concepto de la ilusión o Maya de los vedantinos.
Dios es Aquello que no se puede nombrar, Aquello que jamás varía en su naturaleza; pero su manifestación es Ired, pues es lo que cambia continuamente, haciéndose accesible al conocimiento: una Unidad expresada por antítesis.
Toda la Manifestación Divina es la Gran Ilusión, que en continuos vórtices baja desde el Principio Raíz y vuelve a subir hasta el Principio Eterno, tan eterno sin embargo como el mismo Dios.
Asimismo, encerrarse sólo en el concepto de la manifestación es detenerse en el camino, pues el sendero de la liberación es una continua marcha hacia lo eterno.
Si desde las profundidades insondables de la Eternidad ha surgido el Universo, no debe renegarse del mismo pues constituye la base del conocimiento dado al hombre, para que paso a paso aprenda a reintegrarse a la Eternidad.
La Gran Ilusión es la realidad cambiante, que en su nombre encierra el secreto del valor de lo que es lo incognoscible, cuando se hace conocible.