Curso XXXV - Enseñanza 4: El Abismo
“Levántate, oh Conquistador de la Llama, para emprender tu camino; la Divina Madre te espera”.
“Sal del hoyo de muerte y desesperación y corta con firme mano el duro cordón de tu ombligo que te ata a la podrida placenta de tu torpeza y bestialidad”.
“Sigue el rastro luminoso antes que desaparezca de tu vista en la densidad de las tinieblas”.
“No olvides el sonido que has percibido antes que lo confundas entre los tumultos del Abismo, fijos los ojos en las lenguas de fuego lejanas, antes de que te cieguen los fuegos de las abrasadoras pasiones”.
“No temas a los monstruos que se interpongan en tus pasos, pues no ven; mas sigue gateando por el escarpado, pues cerca está el borde que rodea el Abismo, como las rocas inmutables e imperturbables rodean las movedizas olas del océano”.
“¡No olvides! Una sola vez te será proporcionada esta preciosa ocasión”.
“Si no la aprovechas, tendrá que nacer en ti otra vez la ilusión, madurar con dolor, dar frutos de sangre viva hasta que, mediante la muerte, vuelvas a vislumbrar otra vez la luz, oír el suspiroso llamado y encenderse para ti el Fuego Guiador”.
“¿Por qué te detienes? ¿Qué oyes ahora? ¿Qué es lo que te espanta?”
“Es el rugido terrible que lanza desde las entrañas de la tierra la bestia abandonada, la de los 666 poderes”.
“¡No te vuelvas para mirar! No te balancees sobre el borde del precipicio. Caerías seguramente en él, envuelto en el pavoroso remolino que agita rítmicamente el afanoso respirar de tu Enemiga”.
“¡Mañana sí! Volverás para matarla definitivamente luego que Ella, despertada por tu beso victorioso, te haya confiado la espada de doble filo de la inquebrantable voluntad”.
“Abandona también tus vestiduras hechas con los recuerdos del destierro; sumérgete en las saludables aguas de lo Eterno, en el lago tranquilo y hospitaliario del olvido; viste una nueva túnica blanca y sin costuras, amplia y sencilla, como la Fe sencilla, la Esperanza segura y el Amor tolerante”.
“No dejes, antes de emprender el viaje, de frotarte los pies con el aceite perfumado y suave de la paciencia y la resignación, para afrontar los obstáculos de la larga jornada”.
“Te esperan otras aguas mejores, otro traje no hecho por mano de hombre, otro bálsamo para ungirte Rey”.