Curso XXXII - Enseñanza 1: La Palabra de Hes
Cuando la mente humana, remontando el vuelo a las altas regiones de la formación universal, apunta sus focos de concentración en el primer Pensamiento Divino, que creó o del cual surgió el Universo, se pierde en el pavoroso abismo de lo indescriptible, se desorienta a las puertas de las inconmensurables aguas de la Eternidad.
Por eso, la Cosmogonía, como estudio, como “reglas”, didácticamente hablando, es una mera especulación.
Únicamente podrá el estudiante, por un sentido consciente y retrospectivo de su parte interna más noble y superior, llegar a una intuición de cómo fue hecha la Creación Universal, cómo surgen y se forman los mundos y los millares de sistemas solares que, como puntos luminosos, surcan el espacio infinito.
¿Cuál es la incógnita fuerza que los aviva, mantiene y conserva? Y ¿cómo se efectúa la desintegración que devuelve el todo al Todo?
Ciencia y religión, durante infinitas centurias, escudriñaron en las profundidades de los cielos y del alma humana. Cavilaron penosamente, trazaron esquemas y génesis de toda forma y al alcance de toda comprensión, para dar al hombre una pequeñísima y lejana idea de la Formación Universal.
Hoy día hay dos grandes bandos de opinión en el seno de la Humanidad, respecto de la Cosmogonía: el de los animistas, que se aferran tenazmente a la idea de una Creación hecha por un dios personal; y el de los científicos, que afirman una consecuencia de fuerza y de leyes que producen todo lo resultante, por una expansión de la fuerza desde adentro hacia afuera.
¿Quién tiene razón? ¿Es la Creación Universal hechura de un Creador? O bien ¿es el resultado de una fuerza infinita?
Cabe repetir: Para penetrar en la noche luminosa de los mundos y captar el secreto rutilante de los millares de estrellas que caminan al compás infinito de un mandato desconocido, en el espacio, hay, ante todo, que sentir y penetrar por uno mismo en el secreto de la existencia infinita, de la cual el hombre es un bosquejo en miniatura.
En el Templo de Ahehia, en Kaor, sobre la negra y cónica piedra que cierra el sepulcro de la Divina Madre Hes, está escrita la historia del Universo con místicos signos.
Así está escrito:
“Él no Es.
“Él Es Uno.
“Todos en Él son Uno.
“Él Es nuestro destino y nuestra finalidad.
“Él Es nuestro principio y nuestro fin, pues Él Es Todo.
“Antes Él Estaba; ahora Está; siempre Es, ¿y antes?…
“Estaba en absoluto descanso.
“¿Era Omnipotente? ¿Era Omnipresente? ¿Era Omnisciente?
“No es. No es. No es.
“Ahora Está en el Trabajo Universal; vuelve a la manifestación.
“Vida de todas las vidas.
“Ser de todos los Seres.
“Fuerza de todas las Fuerzas.
“Reflejo de todas las cosas.
“Él Es el Centro.
“Él Es la Derecha.
“Él Es la Izquierda.
“Él Está por arriba.
“Él Está por abajo.
“Por Él fueron hechos los mundos.
“En Él están todas las cosas creadas.
“Él Es el Soplo y la Vida y Él ha hecho los mundos.
“Pero ¿qué son los mundos?
“Son Él Mismo.
“Él Es Uno; centro de todas las cosas.
“Él Son Dos: la materia y la chispa.
“Él Son Tres: Fuerza primaria, reflejo de lo grande en lo pequeño, enlazados por su siempre manifestada Divinidad.
“Cuatro son sus extremidades: Teogonía, Cosmogonía, Teurgia y Física.
“Cinco son sus Sabidurías que el hombre puede alcanzar.
“Seis son los Sagrados Candeleros que alumbran el Altar de su Templo: Fe, Esperanza, Caridad; Obediencia, Pobreza y Castidad.
“Pero con el Siete fueron hechas las divisiones de todas las cosas.
“Haz tu cálculo, discípulo, y tendrás la cuenta del Universo.
“Ocho es el número de sus armonías: cuatro arriba y cuatro abajo.
“Divino y humano, día y noche; pares de opuestos que se conocen y jamás se encuentran.
“Nueve es el número de sus Divinos Constructores, de sus Distribuidores, de sus Hacedores.
“Diez es el número de la Perfecta Unión… El Cielo Pacífico.
“El Nirvana Silencioso.
“El Olimpo de la Realización.