Curso XXVI - Enseñanza 3: El Antiguo Egipto

Es necesario repetir una vez más la antigua y siempre actual pregunta: ¿existe un Dios Creador, o no existe? Y se deberá, por la posesión de ideas claras, propias, responder a conciencia.
Hacia fines del siglo XIX, en la antesala de la cámara mortuoria de un biólogo ilustre se habían reunido sus amigos, de diversas tendencias como es de imaginar tratándose de un hombre de fama. Un católico, conversando con un anciano caballero, expresó su pesar por el hecho de que el moribundo no se hubiera reconciliado con Dios. ¿Cree usted, preguntó el caballero, que esté lejos de Dios? Dijo el católico que sí, que era ateo, que había orientado a muchos en el sendero del descreimiento. El caballero insistió: ¿Puede creerse que tan gran ser, tan profundo conocedor del hombre y de la naturaleza, puede estar alejado de Dios?
Pero, ¿hay ateos? No refiriéndose a seres que lo afirman, sin haber reflexionado, tal vez incapaces de ello; sino refiriéndose a seres en quienes preocupa hondamente la cuestión.
De los que creen en Dios, pueden distinguirse dos tipos.
Pertenecen al primero los que creen en un Dios Creador fuera de ellos, distinto a ellos, que no pueden alcanzar, con el que podrán unirse.
Pertenecen al segundo tipo los que creen que el Yo forma parte de la Unidad, de Dios, y tiende por expansión a confundirse con Él.
Es necesario aquí reseñar la razón de ser de las corrientes monoteístas y politeístas.
No se explica nada afirmando que los primeros creen en un solo Dios y los últimos en varios dioses.
La raza aria, heredera de los atlantes, al desarrollar su personalidad individual y racional, necesitó aferrarse al Yo y la proyección del Yo daba como resultado el monoteísmo. Un hombre perfecto necesitaba un molde primordial perfectísimo: Dios.
El monoteísmo degeneró, desde luego -según como el Yo se vincula o se opone al mundo que lo rodea y a las potencias interiores desconocidas de sí mismo-, en un Dios personal. Pero la mente del hombre ario, al trazar un puente entre el instinto y la intuición con la potencia de la razón, podía construir una infinidad de imágenes semejantes a la suya, más o menos perfectas, podía crear representaciones más o menos exactas de su molde divino, llevando así las almas al politeísmo.
Pasado el proceso de densificación del ser, del descenso del Yo, hay una tendencia de éste a unirse con otros entes separados: tiende a la expansión, y esto da como resultado el politeísmo. Individualiza aspectos del mundo externo del Yo a los cuales quiere unirse éste.
Pero siempre lo fundamental consiste en considerar que lo Inmanifestado se expresa por lo Manifestado y que lo Manifestado sirve de asiento a lo Inmanifestado.
El hombre ario, al ir perfeccionando su propio yo perfeccionó su creencia monoteísta y al ir perfeccionando sus posibilidades de similitud desarrolló y perfeccionó su creencia politeísta.
El culto politeísta llegó a su máxima expresión en Egipto, antes del culto personal de Osiris. Los sacerdotes desarrollaron la mente para conocer más y más; al amor no lo concebían como los monoteístas, sino como algo más elevado y divino. Muchos de estos sacerdotes eran de sangre real y el Faraón siempre se desposaba con mujer de su sangre. Esto sucedió durante milenios. Si no lo hacían así creían que perderían el poder divino y real, como en efecto aconteció.
Simultáneamente con el politeísmo de los sacerdotes de Amón, en el reinado de los nómadas negros -tanto en Asia como en África-, predominaba el culto monoteísta.
En los Templos de los Sacerdotes de Amón como en los Templos de los Sacerdotes de Mitania, de Kush, de Punt y otros, se guardaban las enseñanzas esotéricas de ambas corrientes y se practicaban estrictamente sus ritos.
Pero estas dos fuerzas tenían que trabarse en lucha para su predominio, y esto aconteció en tiempos de Iknatón, primer personaje histórico de la gran era de Egipto, cuando se entabló la guerra religiosa, llamada de los dos soles.
En tiempos de la Dinastía XVIII aparecieron en Egipto los primeros síntomas de crisis religiosa que habría de culminar con la lucha de los dos soles: Amón y Atón.
Tutmosis IV se casó con una princesa asiática de Mitania y a esta influencia asiática hay que atribuir la importancia de los siguientes cambios religiosos ya que su nieto, Amenofis IV, cuando subió al trono, el año 1375 A.C., empezó la lucha contra el Templo de Amón, y como ni él ni su esposa Nefertiti, también de origen asiático, no hicieron el juramento tradicional al Dios Amón, fue llamado más tarde el Faraón Hereje.
Tenía 12 años al subir al trono y enseguida se mostró abiertamente adicto al Dios Único que llamó con el nombre del Sol Atón y tomó luego el nombre de Iknatón (satisfecho está Atón).
La escuela esotérica monoteísta iba ganando terreno: el concepto de Dios Único -no se veneraban imágenes en la religión de Atón-, sino un disco solar que extiende sus rayos que terminan en forma de manos que sostienen el Ank, signo de la vida, y el concepto de la fraternidad universal, los animaba. La escuela de Amón con sus grandes jerarquías y su culto de muchos dioses fue suprimida y perseguida, y sus inmensas riquezas confiscadas. Sus sacerdotes se exilaron u ocultaron. Los sacerdotes rapados de la escuela de Amón fueron substituidos por los de pelo largo de Atón.
El arte, en ese tiempo, tiene una gran evolución: las figuras simbólicas e hieráticas son suplantadas por las figuras reales y vivas; pero al Faraón se le empieza a representar de mayor tamaño en relación a las otras figuras. La madre Tii, de Iknatón, al parecer simpatizaba con las tendencias del hijo, pero no abiertamente.
En el quinto año del reinado de Iknatón nace la primera hija: Merit-Aton. Hacia ese tiempo subsistían al lado de Atón otros dioses. Pero este estado de cosas no debía durar, pues el Faraón entró en conflicto abierto con los sacerdotes de Amón-Ra. Esto se produjo poco después de la muerte de Tii, de donde se deduce que la acción de ésta última era moderadora.
Para mejor adorar a su Dios, Iknatón resuelve abandonar Tebas y construir la Ciudad del Horizonte de Atón (Luxor). Al quedar Tebas relegada a ciudad de provincia debilitaba al sacerdocio.
Es entonces que cambia su nombre de Amenofis -La Paz de Amón- en Iknatón.
La nueva ciudad se construyó sobre una isla en el Nilo a unos 250 kilómetros al sud de la actual Cairo.
Poco después nace Meket-Atón, -Protegida de Atón-.
Durante el octavo año se instala en la nueva ciudad. Nace An-khes-en-pe-Atón-, -Ella vive para Atón-.
En el undécimo año nace Nefer-neferu-Atón. Empieza a desarrollarse la nueva religión. Hacia esa época se escribió el “Himno a Atón”.
Se nota la influencia de Nefertiti.
Ai-Ra es nombrado Gran Sacerdote de Atón.
Durante los decimotercero y decimoquinto año nacen dos nuevas hijas.
La madre de Iknatón, Tii, visita el Templo en la Ciudad del Horizonte de Atón. Muere poco después. Fue enterrada en Tebas.
Con su muerte desaparece la moderación: el nombre de Amón es sistemáticamente borrado, aún de los más pequeños objetos. De millones de inscripciones conocidas, pocas se salvaron.
Hasta en la tumba de Amenofis III sustituyeron su nombre por el de Nib-Maat-Ra. También se nota un detalle extraño: a su quinta hija la llamó Nefer-nefern-Ra y a la sexta Setep-en-Ra; “Ra”, en vez de “Atón”, como a sus cuatro primeras hijas. Deseaba un hijo varón. Pero después de las seis “desilusiones” tuvo aún una séptima. No tuvo otra descendencia, al menos que haya sobrevivido la primera infancia. La primera hija casó con Smenk-ha-ra, un noble egipcio.
El Rey de Babilonia pidió una para uno de sus hijos: concedió la cuarta. La tercera casó con Tut-ank-aton, quien fuera el Faraón Tutankhamon.
La segunda era delicada de salud y murió joven, así como la hermana de Iknatón, Beket-Atón.
Como era delicado de salud, construyó muy pronto su tumba.
Al no tener sucesor, las perspectivas de su religión eran sombrías.
Asuntos exteriores agravaron su situación tales como la querella con Babilonia y con las hititas, las aventuras de Aziru, etc. Iknatón desarrolló una extraña pasividad; dejó sin ayuda al rey de Byblos, Ribaddi, que le era fiel.
A los treinta años de su reinado, los faraones celebraban el jubileo. Iknatón lo hizo a los treinta años de edad, como si quisiera retroceder su reinado a la fecha de su nacimiento.
A esa edad ya era flaco y descarnado. Decide que todos los dioses, no sólo Amón, tengan su nombre borrado de cualquier inscripción. Sólo quedaba Atón. Esta medida no se aplicó muy estrictamente. Se borraban los nombres de Hathor, Ftha, etc. y hasta el plural “Dioses”.
Mientras se limitó a borrar a Amón, no tuvo sino “un” clero en su contra; luego los tuvo a todos.
Parecería que el jefe del ejército, Horenheb, en desacuerdo con la política pacifista de Iknatón, haya planeado en secreto las campañas que más tarde realizaría. Tal vez también en convivencia con el Gran Sacerdote de Atón, Meri-Ra.
Sin descendencia, con gran oposición, hasta dentro de sus funcionarios, otorgó su confianza a Smenkara, casado con gran pompa con su hija mayor, cuando ésta tenía doce años.
Asoció su yerno a la regencia y cuando eventualmente lo sucedió, adoptó el epíteto de “Bien amado de Iknatón”.
El tener un asociado en el trono resultó una medida insuficiente. La Siria estaba casi perdida, y los grandes gastos para la construcción del Horizonte de Atón agotaron el inmenso tesoro egipcio.
Sin duda comprendió que la religión de Atón no le sobreviviría, como en realidad aconteció.
Lo único que se sabe es que cuando se desplomaba su imperio murió. El examen de su momia sugiere un ataque. Se cree que era epiléptico. Tendría en ese entonces unos treinta años. Se creía que era el año dieciocho de su reinado, pero se ha encontrado una inscripción que hace mención del diecinueve.
De Nefertiti, nada más se sabe. Se cree que sólo sobrevivió un año a su marido.
Su yerno y sucesor Tutankhaton fue persuadido de volver a Tebas y se abandonó definitivamente la Ciudad del Horizonte. A una época de contemporización entre los cultos de Atón y Amón, pero por influencia de Horenheb, jefe del ejército, primó Amón.
A los cuarenta años de la muerte de Iknatón, el clero de Amón recobró íntegramente su influencia. El nombre de Iknatón fue borrado; se refería a él como “ese criminal”. Las inscripciones “Amenofis IV”, no fueron tocadas.
El Templo de Atón en Karnac fue demolido.
Iknatón fue sepultado en la tumba de Tii. Esta fue abierta y retiraron el cuerpo de Iknatón. Su nombre fue retirado de todas las cintas recortándolas. Borraron las inscripciones. Luego fue repuesto en el féretro.
Esta lucha de Amón y Atón fue llamada la lucha de los dos Soles.
La semilla dejada por los partidarios de Atón, en forma curiosa, cristalizó en Osiris, encarnado y muerto entre los hombres por la salvación del mundo.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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