Curso XXV - Enseñanza 2: Amonio Saccas y el Neoplatonismo

La cultura griega penetró en el mundo cristiano primero a través del neoplatonismo pagano y después por medio de la adaptación de éste a los dogmas y enseñanzas cristianas.
Alejandría, en el siglo II, ya no era la floreciente ciudad de los Tolomeos.
La Academia Filosófica, fundada por Auletes, había decaído enormemente y las lumbreras intelectuales de la época ya no la frecuentaban.
Los romanos que conquistaban todos los países y destruían todas las reliquias, habían hecho a la filosofía griega su tributaria, relegando la religión egipcia.
No obstante, los inmigrantes judíos y los nuevos cristianos habían aportado un renacimiento en el estudio de las filosofías, en el afán de adaptarlas a sus respectivos credos.
Este movimiento dio vida a la escuela ecléctica, a la que pertenecieron hombres ilustres como Clemente de Alejandría, San Justino Mártir y Antenágoras.
El cristianismo naciente, que había trazado un plan de trabajo especialmente dogmático para contrarrestar las numerosas herejías, empezó a mirar a este nuevo movimiento con desconfianza -aún cuando figuras eminentes de su credo pertenecían al mismo-, hasta que hubo una separación definitiva.
Esto favoreció el florecimiento del neoplatonismo.
Amonio Saccas había nacido en Alejandría, en el siglo II, de padres cristianos. Ya de niño mostró aptitudes extraordinarias. Durante los divinos oficios no podía seguir las preces vocales y se quedaba como extasiado, dice él, absorto en una idea luminosa. Este hábito de abstraerse de las cosas materiales le valdría, más adelante, el sobrenombre de “Theodidaktos” (aleccionado por Dios).
Siendo muy joven todavía entró en la Escuela de Clemente de Alejandría y de él aprendió ese amor tan intenso hacia la escuela académica, que no abandonaría durante el resto de su vida.
En ese entonces los cristianos se habían declarado abiertamente contrarios a las ideas culturales griegas. El Obispo de Alejandría lanzó el primer grito: “Con Cristo o con los griegos”. Los más fanáticos invadieron las escuelas, saquearon las bibliotecas y los textos fueron pastos de las llamas. Fue tal la indignación que Amonio rompió definitivamente con el cristianismo.
En esos días una visión admirable se le mostró: una montaña coronada por un fuego perenne y una mujer de blancas vestiduras que le conducía hasta la boca del cráter mostrándole, sobre las llamas, distintos cuadros que se reflejaban en la lumbre. Toda la historia del mundo pasaba por allí; veía las civilizaciones perdidas, las diversas religiones; todos los pueblos nacer, surgir y desaparecer. Sólo el fuego continuaba brillando y brillando.
Desde entonces la misión de Amonio Saccas fue trazada para siempre: uno es el fuego, muchas las sombras que proyectan sus llamas; y consideró al cristianismo como un gran ideal humano-religioso, pero no único.
Grandes hombres se reunieron a su alrededor, admirados de su inagotable sabiduría y anhelosos de ser dirigidos por él. Esta concurrencia le decidió a fundar la escuela neoplatónica que él llamó “Filaletea” y que se dividió después en analogista y teurgista.
De esta escuela salieron el extático Plotino, el divino Porfirio, el insuperable Jámblico, el tenaz Orígenes y el devoto Herenio.
Por dos siglos triunfó el neoplatonismo, pero la mano de hierro del cristianismo esperaba el momento oportuno para apoderarse de su esencia y luego destruirlo.
Dirigía entonces la escuela neoplatónica Hipatía, hija del matemático Theón, que había aprendido de su padre el álgebra del número y aquélla del universo. Ella fue quien enseñó la doctrina eterna al Obispo Sinesio que él transmitió en aquel admirable “Libro de la piedra filosofal”. Pero Hipatía tenía un enemigo terrible en Cirilo, sobrino del Obispo Teófilo de Alejandría. Era éste, hombre severo, fanático y muy celoso de su dogma; más tarde se haría famoso en el Concilio de Éfeso.
En vano Cirilo había intentado convencer a la sabia joven que se hiciera cristiana. El pueblo fanático se creyó azotado por Dios a través de unos años de miseria y Cirilo afirmó que la culpa era de Hipatía por no querer abdicar de sus creencias.
Allí fueron a buscarla; rasgaron su blanca túnica de virgen pagana, la arrastraron fuera de la ciudad y la lapidaron ignominiosamente.
Tuvieron que pasar trece siglos antes que Marcilio Ficino fundara en Florencia la Academia Escolar, que marcó el renacimiento del neoplatonismo.
Herenio fue discípulo de Amonio Saccas. Solamente se conoce de él un rasgo, contado por Porfirio en su “Vida de Plotino”.
Amonio Saccas le había hecho el don de iniciarlo en la parte más secreta de su doctrina, al igual que a Plotino y Orígenes. Los tres se comprometieron mutuamente a no divulgar jamás las enseñanzas de su maestro. Habiendo Herenio faltado a su palabra los dos restantes se creyeron liberados del juramento.
Orígenes, el cristiano, pertenece al período del alumbramiento teológico que siguió a la predicación del Evangelio. Las nuevas nociones sobre Dios y sobre el mundo que contenían las enseñanzas de Jesús, necesitaban ser desarrolladas, redactadas y constituirlas en cuerpo de doctrina.
De allí el inmenso trabajo que en los siglos siguientes darían ciertas obras como las de la Redención, la Trinidad, la Gracia, la Encarnación, etc.
Estos dogmas aparecieron al principio sólo bajo formas obscuras, confusas y, por consiguiente, indecisas. Es posiblemente Orígenes el primero que comprendió la necesidad de reunirlas y sistematizarlas; pero, para poder cumplir esta obra tan laboriosa, le era indispensable el apoyo de la filosofía.
Profundo conocedor de las filosofías antiguas, empleó todo el poderío de su genio en conciliar la doble autoridad de la fe y de la razón. Es esto lo que le otorga un carácter particular y que lo distingue en la historia intelectual de los primeros siglos de la Iglesia.
Nacido en Alejandría hacia el año 185 de padres cristianos pero educado en el estudio de las ciencias griegas, Orígenes demostró desde su infancia una viva inteligencia. Como se le hacía aprender de memoria pasajes de las Escrituras no podía contentarse con su sentido literal y buscaba siempre una interpretación más elevada. Tuvo por maestros a San Clemente y San Panteno, que fueron los primeros en enseñar filosofía cristiana en Alejandría. San Clemente lo inició en el platonismo y San Panteno en el estoicismo.
Durante las persecuciones que por orden del emperador Septimio Severo se dirigieron contra los cristianos de Alejandría, Leónidas, padre de Orígenes, fue arrestado. Únicamente los ruegos de la madre pudieron impedir que el joven siguiera las huellas de su padre y afrontara el martirio que su progenitor sufrió en el año 202. Orígenes tenía entonces 17 años.
Para poder sostener a su madre y a seis hermanos, debió dedicarse a la enseñanza de la gramática. Había cesado en Alejandría el libre ejercicio de la religión cristiana. San Clemente, amenazado por sus perseguidores, se había refugiado en Capadocia. Los cristianos, privados de la enseñanza religiosa, se agolparon alrededor del joven maestro que retomó los estudios teológicos con renovado ardor. Logró conversiones brillantes y Demetrius, Obispo de Alejandría, lo estableció a la edad de 20 años en el sillón de San Clemente y San Panteno.
Comienza entonces para él una época de labor, de actividad intelectual y de austeridades.
Partidario de las ideas orientalistas que consideraban al cuerpo como a un enemigo, se agotaba a fuerza de ayunos y maceraciones y por fin, para dominar las tentaciones carnales, llegó a mutilarse con sus propias manos. Este acto -del que se arrepentiría más tarde-, conviene destacarlo por ser la causa primera de sus desgracias posteriores y también un signo evidente de su doctrina, que consideraba al cuerpo como enemigo del alma. Reconoció mas tarde que es por la propia energía del espíritu que debe ejercerse esa lucha contra los sentidos; es en el alma donde hay que domar las pasiones sin atentar contra el cuerpo.
Su obra principal, “Los Principios”, es un esfuerzo por abrazar la doctrina cristiana en su conjunto y cimentarla sobre principios generales y científicos.
La mayor parte de sus obras han llegado hasta nosotros a través de la traducción latina hecha por Rufino quien alteró los textos en los pasajes audaces, sobre todo en el de la Trinidad, para volverlo más ortodoxo. Es allí donde se descubre el plan de Orígenes; plan audaz, para su época, de presentar los principios fundamentales del cristianismo en un conjunto sistematizado. Quizás por el hecho de que este ensayo tenía algo de audaz, resultó abortado. Este escrito fue el que le atrajo el reproche de herético y que levantó contra él un cúmulo de enemistades.
El rasgo más importante de la doctrina de Orígenes estriba en la fusión que busca obtener entre la filosofía antigua y el cristianismo.
Venerando a Platón lo relega cuando observa que en la práctica se aplican mejor las teorías de Epícteto.
Se le acusa de ser el causante de las herejías que luego dividieron a la Iglesia; pero si es cierto que Orígenes no logró fijar claramente el símbolo de la fe cristiana sobre los dogmas de la Trinidad, de la Gracia y de la Encarnación, estos dogmas -todavía indecisos en aquella época para toda la Iglesia-, no habían llegado aún a su punto de madurez y al momento propicio para su desarrollo. Hicieron falta los subsiguientes trabajos de Atanasio, San Basilio, San Agustín, Cirilo, etc., para preparar una solución suficientemente precisa de estos dogmas, que Orígenes no había hecho más que esbozar.
También Orígenes aspira a conciliar la noción de la unidad inalterable de Dios, tal como se la encuentra en Platón, con la idea de la energía en la que Aristóteles coloca la esencia de Dios.
La noción platónica está, según él, íntegramente en la noción de Dios Padre; en cambio la idea aristotélica se encierra en la del Hijo de Dios. Al mismo tiempo Orígenes nos presenta a Dios como la sustancia que penetra el mundo entero y vive la misma vida que el alma racional. En el sistema de Orígenes la muerte de Cristo redime a todos los seres, aún a Satán y a las almas condenadas.
Demetrio, que tanto le protegiera en un principio, se transformó en su enemigo jurado.
Excomulgado y exiliado de Alejandría, a la muerte de Demetrio siguió siendo perseguido por el sucesor, el Obispo Heracles, durante quince años. A la muerte de éste, Denys, amigo de Orígenes, no tuvo valor para hacerlo volver del exilio.
Era una verdadera guerra de dogmas, en la que Orígenes representaba el cristianismo sintetizado por la escuela de Platón, y Demetrio el cristianismo de la escuela judía de San Marcos; guerra que duraría tres siglos y que comenzó al rechazar su ordenamiento como sacerdote, aduciendo que era un mutilado que ultrajaba a la Humanidad.
Posteriormente se redactó un canon especial en el Concilio de Nicea para declarar que la integridad sexual era indispensable para ordenarse como sacerdote.
Orígenes pasó algún tiempo en Atenas y el resto de sus días en Cesárea y Tiro. Vivió aún 24 años más, prosiguiendo el desarrollo de sus ideas, pero sin tener escuela. Su autoridad, desaparecida en Occidente, se acrecentaba en Oriente. Era el oráculo de Palestina, Fenicia, Capadocia, Arabia y de la misma Acadia.
Se encontraba en Palestina cuando estalló la persecución de Decius y fue una de sus primeras víctimas. Echado a un calabozo, a los 69 años, con hierros en los pies y cuello, resistió con coraje las torturas, pero quedó estropeado y murió en Tiro, poco después de haber sido libertado, en el año 255, a los 70 años.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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