Curso XXIV - Enseñanza 13: Misión de los Iniciados del Fuego como Guías de Almas
Las almas que tienen grandes misiones que cumplir en la tierra, casi siempre poseen una reserva de energías que traen desde los planos astrales para aplicarla a la labor que vienen a cumplir. Ellas van derecho hasta el final de la obra, no importándoles, por eso, el desgaste total de su energía; porque su dinámica labor es una avalancha que no se detiene sino en el valle. Pero, a veces, estallan antes de llegar.
Es necesario, por ello, que estas almas encuentren en su carrera a alguien que las haga detener, reponer sus energías y hacerles recordar que la fuente viva está en su interior.
Los Iniciados del Fuego cumplen esta misión característica.
Ellos ocupan en el mundo un lugar apartado y de poco relieve; son, la mayoría de las veces, religiosos o personas piadosas; pero tienen tal fuego en sí, que saben encenderlo en las almas y hacerlas realizar grandes cosas.
Desde luego su actuación pública es casi nula y pasa completamente desapercibida, porque viven para hacerse espejo de serenidad y oración, en donde las almas puedan reflejarse.
Ellos no enseñan la ciencia ni la filosofía, pues esta labor está reservada para otros; únicamente se dedican a llevar el fuego místico a las almas y hacerles amar la oración y la contemplación. Saben que aquél que tiene una misión mundana que cumplir está rodeado de peligros en los cuales puede caer, llevado por la vanidad y la soberbia; y saben también, que la única seguridad es el cultivo de la vida interior y el amor a la oración.
Estos Iniciados del Fuego, guías de almas, despiertan en sus discípulos el interés para acrecentar la fuerza para el desarrollo de su misión, primero, y después, para el amor de Dios únicamente. El hombre a ellos confiado llegará más pronto a la meta cuanto más esté desprendido del resultado final, cuanto más trabaje por trabajar. Por eso, al hacerle olvidar, a través del amor a Dios, su participación personal en la obra le facilitan el éxito en el cumplimiento de su deber.
Estos Grandes Iniciados del Fuego tienen todos, más o menos, una misma característica individual: son exteriormente moderados, mansos, humildes y joviales; pero de estas pasivas virtudes sacan un temple irreductible de verdaderos forjadores de santos y héroes.
Su lema es siempre único: Dios es el sumo bien y hay que buscarlo sobre todas las cosas; para encontrarlo es necesario amarlo y no se le puede amar si hay apego a otras cosas.
Los hombres que cumplen una obra en el mundo son, conciente o inconcientemente, amadores de Dios que, frecuentemente, pierden el tiempo sirviendo a esto o aquéllo, que no es más que una ilusión de Dios. El Iniciado del Fuego los separa de todas esas cosas y eleva a estas almas predestinadas para cumplir sus obras únicamente para Dios.
Estos Iniciados del Fuego no sólo dirigen almas extraordinarias, sino también a numerosos discípulos que, sin ser predestinados, Ellos los guían por el estímulo y la aplicación constante de la voluntad hacia la contemplación.