Curso XVI - Enseñanza 14: La Muerte Mística

Cuando el Divino Maestro envuelve el alma con su mirada de amor, ésta despierta de su letargo y abre los ojos deslumbrados por la mirada divina.
Mas, cuando el primer entusiasmo se aquieta y se estabiliza, descubre que aún está muy lejos del ideal soñado. Comprende que su propio enemigo es él mismo.
En esa hora amarga del reconocimiento dice a su celestial instructor:
“Maestro: sin darme cuenta, paulatinamente, a través de los regalos que Tú me dabas tan amorosamente, yo me fui acercando a Tu amor. Pero cuando vi que todos esos eran velos que me separaban de Tí, surgió en mí el deseo de conquistar por mí mismo lo que Tú me habías ofrecido”.
“Pero Maestro mío, mira mi dolor: Tú me ofreces la Eternidad; Tú me ofreces la victoria sobre la tierra misma, mas cuando yo quiero lanzarme a conquistarla, la sombra de la muerte se interpone entre Tú y yo”.
“Nunca como hasta ahora conocí este tremendo temor. Todo mi ser se aferra a la vida con fuerza inusitada”.
“Ayúdame a vencer este temor instintivo. Que pueda violentar mi naturaleza grosera preparándome, así, para la hora de las horas”.
“¡Ayúdame a vencer desde ya el miedo ancestral que me impide lograr la firme seguridad en mi victoria final!”
El Maestro, con dulce compasión, escucha este lamento del alma. Él conoce la fuerza tremenda del instinto de conservación de la carne en su morada transitoria. Sabe que este temor que siente el alma es el mismo miedo que asalta a todos los hombres y amarga con su dolorosa presencia toda la existencia.
Es entonces que sugiere al alma:
“Hijo, tú eres eterno. No caigas en el error de la ilusión. ¿Qué importa si tu cuerpo muere? ¿Qué importa, siendo Mío, si tu cuerpo vive o muere?”
“Lo único que debes lograr es el sentimiento de tu nada y el sentimiento de paz que te unirá más Conmigo. Cuando más te despojes de la ilusión de ser algo, más te sentirás unido a esta fuerza de plenitud que Yo Soy”.
“Entonces cada momento de tu vida valdrá por muchas vidas de los hombres del mundo y al ponerte en contacto con la vida de los demás y percibir en ellos la misma fuerza que está en ti, lograrás el gozo de la participación de la Vida Eterna”.
“Nada puede atraerte ya, ni la soledad, ni el silencio, ni el ruido del mundo, ni las pasiones. Ni los resultados de la oración te interesen, eres el que ha muerto”.
“Sumérgete, Hijo mío, en la nada. Ésa es la muerte que habrá de resucitarte en la Eternidad”.
Precioso instante en que, vacío de todo, el ser despierta en profundo arrobamiento en el seno de Aquélla que conoce el secreto, el número y la medida de todo el Universo.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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