Curso XVI - Enseñanza 13: Soledad Interior
Tener que vivir en el clima de la ciudad es fuente de continuo dolor para el alma anhelosa de paz y sosiego.
En esos instantes eleva su mirada al cielo, hacia el Divino Maestro, y le dice en doliente confesión:
“Sácame, Maestro Mío, de este torbellino en que vivo. El ruido del mundo me ensordece. Busco continuamente un lugar de paz, un instante de silencio y sólo encuentro el desorden en torno mío”.
“Llévame adonde pueda dedicarme todo a Tí, en el silencio y la oración. Ansío hallarme en soledad para poder volcar todo mi ser en Dios".
“Aquí, en el fárrago del mundo, todo es confusión. Desde que me levanto, en el trabajo, en el descanso, durante todo el día, todo es un permanente correr, un incesante vuelco hacia el exterior. Tengo que escuchar las conversaciones huecas de los hombres; soportar la marea de las pasiones; debo estar en todo momento alerta para no ser arrastrado por esa inercia y por los deseos que me envuelven”.
“¿No ves que mi alma se ahoga en esta tremenda densidad? Llévame a la soledad, al aire libre y a la atmósfera diáfana de la naturaleza no mancillada por el hombre. Allí podré adelantar en mi sendero. Lejos del ruido y voces de los hombres podré encontrar mi Camino; ¡ayúdame, amado Maestro; lo necesito tanto!
El Divino Maestro, que ha escuchado con amorosa comprensión este pedido del alma, responde:
“Comprendo tu dolor, alma mía y bendigo tus santas aspiraciones. Sé lo terrible que es vivir entre hombres enloquecidos por la ambición y juguetes del deseo. Pero sabe, Hijo mío, que también ahí puedes adelantar”.
“No escuches las voces engañosas que vienen de afuera; ven en pos de Mí, en retiro de tu corazón, hacia el conocimiento verdadero de tí mismo”.
“No pienses que si estuvieras en un yermo lejano, en un valle profundo, en un paraje solitario, podrías encontrarte a ti mismo, podrías saber tu vocación verdadera”.
“No solamente apartándote del mundo estarás Conmigo; también en tu conciencia tranquila, en tu mente sosegada, en tu alma desprendida, en tus sentidos sabiamente dominados, habito Yo: la perfecta soledad”.
“En tu casa, en tu trabajo, en el ruido de la ciudad y entre la confusión de los hombres Me puedes encontrar si Me buscas”.
“La soledad verdadera, oh alma, no la encontrarías huyendo de los hombres, ya te lo he dicho, sino en tu propio corazón. Lo que te ensordece no es el ruido del mundo, sino la ausencia de silencio en tu interior”.
“Sumérgete en tu propio ser. Entonces, cuando estés en tu celda íntima, recogido en tí, oirás la Voz Divina y encontrarás la verdadera paz. Paz que llevarás contigo dondequiera que vayas y que se derramará sobre los hombres como bálsamo divino. Porque entonces no será la tranquilidad del silencio humano, sino la verdadera paz que da la plenitud en Dios”.
“Busca, Hijo mío, no te canses de buscar en las aguas de tu corazón la Fuente del Silencio donde descubrirás el Verbo Eterno”.
Y el alma, que ha escuchado en profunda atención la voz de su Amado Divino, comienza a descubrir ese maravilloso manantial que fluye en lo más escondido e íntimo de su ser que habrá de conducirlo a la Eternidad misma.