Curso XVI - Enseñanza 10: La Hora Eterna

Cuando el Apóstol San Pablo dice: “Todos seremos transformados”, y Cristo dice a Pedro: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”, enseñan que sobre la piedra de nuestro ser, tal cual es, con sus errores y su pasado, quiere Dios edificar su Templo.
Cuando el ser esté transformado, cuando la naturaleza superior barra los instintos, ese Templo será templo del Espíritu.
El alma a la cual son sugeridos estos hermosos pensamientos se enciende en entusiasmo. Hace precipitadas y fáciles promesas y le parece que la dulzura que experimenta es el fin del Sendero, cuando no es más que una pequeñísima prenda de la promesa divina de realización.
El alma, encantada, implora, suspira y canta. Ella dice:
“¡Condúceme, Señor, por este brillante sendero de luz; abre mis ojos para que vea Tu belleza y no la aparte jamás de mi vista! Cambia mi vida para que esté yo toda concentrada en la única vida que eres Tú, ¡oh Señor! ¡Que queme este cuerpo antiguo y terrenal, para vestir un traje de gloria!
“¡He cambiado tantas divisas! ¡Quiero mi divisa, mi flamante divisa hecha de castidad, renuncias y sacrificios! ¡Señor, por Tí quisiera sufrir yo todas las pruebas, todos los dolores, padecer mil muertes, pasar por miles de suplicios y conocer el martirio de todos tus servidores más fieles para ser digno de Tu amor!”
“¡Que arda la chispa de una vez! ¡Cuando ella esté ardiendo abarcará todo mi ser! ¡Señor, no me dejes ya! ¡Sin Tí no puedo estar, ni es vida la mía si no puedo poseerte! ¿No ves que tengo hambre y sed cada vez más creciente de Tí, oh Sumo Bien?
“Yo he empezado ya a buscarte; cuando la flecha ha sido lanzada, ya no se puede detener”.
“¡Habla, Señor! ¿Qué quieres que yo haga? ¿Qué quieres de mí? Dímelo, para que yo haga solamente Tu Voluntad”.
¡Pobre alma! ¡Cuánto pide y cuánto promete! ¡No sabe las duras espinas y las cortantes piedras que ha de encontrar en el Sendero!
En estos momentos el Maestro Divino, que la está mirando con suma ternura, se cubre los ojos con sus santas manos, horrorizado al ver el porvenir. Cuántos tumbos dará esa alma en su carrera; cuántas veces tendrá que levantarla, llagada; cuántas veces deberá curar sus heridas y disipar de su mente las nubes del desencanto y de la desesperación.
Entonces el Maestro habla, por boca de la soledad, en la meditación, al alma cansada de la fatuidad del mundo y deseosa de nueva vida: “Para empezar, oh alma, no te eleves a grandes vuelos, ni prometas maravillas, ni aspires a superior santidad. Conténtate con vivir bien tu día y santificar tus pequeñas obras diarias. Sígueme con sumisión y sencillez, y cambia toda tu vida sin que nadie ni nada en lo exterior lo denote”.
“Sé exactamente lo que eras antes, pero que tu interior sea completamente cambiado. Comienza por verme a Mí en todas partes, durante todo el día y siempre. Véanme tus ojos en el rostro de todos los hombres y como un velo suspendido sobre todas las cosas. Veme en el rico y en el pobre, en el pequeño y en el anciano, en el santo y en el pecador, en la flor y en el cielo, en el día y en la noche, en el trabajo que te disgusta y en la fiesta que te alegra. Todo tiene algo de lindo y de hermoso si se lo mira con ojos serenos y sin pasión, si no sale de la soledad interior de nuestra secreta morada”.
“Después, cuando la compasión haya entrado en tí y te haga dulce y manso, sosegado y discreto, compasivo y prudente, cuando el dolor ajeno se haya hecho carne en tí, entonces Me verás".
“Únete con el dolor; únete al amor, únete al saber y a la acción y Me encontrarás; pero, otra vez te digo, mientras esto venga, simplifica cada vez más tu existencia y hazla cada vez más pequeña y humilde”.
“Nunca digas: “¡dame!”; tu palabra de orden sea siempre: “¡toma!” ¿Entiendes, Hijo mío?”
El alma queda serena y tranquila; a los arranques de entusiasmo sucede, en su corazón, una paz profunda; y entonces, cuando ha gustado de la soledad interior y ha oído la voz del Maestro, empieza su camino.
Todo es silencio a su alrededor. Y esta es, en su elección, la hora eterna.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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