Curso XV - Enseñanza 9: El Abismo

¿Qué simboliza el abismo como tema de meditación?
En primer término se destaca la analogía que existe entre el cuadro gráfico que sugiere esta palabra y el ambiente en que el grueso de la Humanidad vive, lucha, goza y padece para morir.
En efecto, un abismo sugiere un lugar profundo, oscuro y de perdición; iguales características presenta el ambiente en que ha caído el hombre, llevado por sus deseos. Este ambiente es oscuro por la ignorancia que cubre el alma del hombre en ese estado de su vida, y es de perdición porque el excesivo afán que el ser humano pone en vivir la vida de ese ambiente hace que se apegue intensamente al mismo y se pierda para la vida Eterna, que es su heredad y patria de origen.
De allí que la meditación sobre el abismo tienda a lograr para el alma una sensación de desolación dentro de este mundo de emociones continuas e intensas, a fin de evitarle así la perdición y el vegetar vida tras vida, en este verdadero valle de sombras y muerte.
Por otra parte, el abismo simboliza también lo que últimamente se ha dado en llamar el subconsciente colectivo, que igualmente podría ser llamado mente colectiva.
En efecto, no solamente participan los hombres en virtud de las leyes de la herencia y de la especie de una común o genérica constitución física o biológica, sino que también participan de un común modo de sentir y de una mentalidad común. La Humanidad adelanta indiscutiblemente en el desarrollo de su mente. El grado de capacidad mental que una generación logra es transmitido por las leyes de la herencia a la próxima generación. Cuando nacen los seres humanos, independientemente de su individual grado de evolución, desembocan en un grado de mentalidad colectiva más adelantada que la que han tenido las generaciones anteriores.
Y es que los conocimientos que paulatinamente van adquiriendo los hombres, la experiencia que en los diferentes terrenos van logrando, son transmitidas en su esencia a las generaciones futuras, las que la traen como algo conocido, como algo vivido, como algo que forma parte de su bagaje evolutivo.
Y bien, el Hijo que quiera lograr su individualidad, que quiera independizarse del sentir y pensar colectivo, que quiera ser artífice de su propio yo y no seguir el largo camino por el que se arrastra la Humanidad en general, ha de abandonar la ruta que sigue la mente colectiva para trazarse en su propio cerebro surcos nuevos, individuales, propios de él.
Ha de superar la influencia de esta mente general para que prepondere su propia mente. Ha de abandonar la ruta que siguieron los hombres de Piscis para tomar la que anuncia Aquarius. El Abismo simboliza pues, también, esta mente colectiva.
Establecido así el concepto del abismo y a qué se tiende con esta meditación, veamos por qué se preestablece como efecto la desolación. Una vez más se evidencia la profundidad con que los Santos Maestros conocen el alma humana y la terapéutica prescriptible para sus males o leyes aplicables para su educación.
El alma que llega al Sendero Espiritual viene del mundo y de su sentir y pensar colectivo; está habituada y gusta vivir lo colectivo, huye de la soledad. Vibra con tonalidades de felicidad mientras vive la vibración de lo colectivo; el sendero debe, entonces, alejarla de ese gusto y de ese hábito que se llama mundanidad.
La desolación es la sensación más apropiada para lograr en el alma ese estado de aislamiento o alejamiento de lo mundano. Compréndase bien que no es cuestión de que los hombres espirituales abandonen las calles y los campos, se encierren y se aíslen, sino que vivan en las calles y ciudades estando desolados por dentro, con hambre de soledad por dentro, huyendo internamente de la sensación de lo mundano, del gusto por lo mundano, de la sensación de seguridad aparente que da lo colectivo, de la regla común, de las emociones, opiniones y modo de vivir.
Tal sensación es indispensable al comenzar la vida espiritual propiamente dicha y es necesaria en el alma en un grado tal, en que el ser esté seguro de no ser arrasado por el recuerdo y gusto del pasado colectivo, que representa el abismo.
Mientras no haya sido totalmente purgada y limpiada de esta inclinación a lo mundano no habrá arraigo definitivo en el mundo del espíritu. La meditación debe dar en el alma estos frutos: vivir en el mundo estando desolado.
¿Cómo se realiza esta meditación?
Dos sensaciones diferentes pueden aparejar en el alma la desolación buscada. Una de ellas ha de ser la de desconsuelo frente a las proporciones y fuerza de lo mundano.
El alma que se ha esforzado en descubrir sus propios defectos y purgarse de los mismos, sale al mundo y observa que no basta con sacar el mal de su interior sino que hay una fuerza extraordinaria en el ambiente que, incidiendo continuamente a través de los sentidos y de la mente, hace irrumpir en el alma aquello que ella ha pretendido extirpar de sí misma.
La imagen bulliciosa de este mundo frente al alma purificada hace que ésta se sienta sola, extraña, desolada. Por otra parte, un pesar suele invadir en esos momentos el alma del meditante, el pesar por la suerte o destino de la Humanidad en general. Lejos de la realidad, en el maremagnum desatado por el océano de sus variadas sensaciones, deseos, inclinaciones y pasiones, la Humanidad corre, ríe y llora con la espalda dada hacia Dios y el alma del meditante sufre, entonces, por esta ceguera, por este implacable engranarse del karma humano, conformando con esta sensación la desolación verdaderamente espiritual.
No ha de haber dificultad en elegir cuadros imaginativos, puesto que, con este concepto de mundanidad, bastará tan sólo abrir los ojos a la realidad circundante para que los cuadros se multipliquen vertiginosamente.
Lo importante es conseguir verdadera y anhelada desolación. Generalmente los meditantes ruegan a la Divina Madre que les de desolación, mientras que en el alma no la desean de verdad. No advierten que sin desolación el edificio espiritual que están levantando carece de bases. En cualquier momento los vientos de la mundanidad que continua e ininterrumpidamente soplan en los no protegidos valles del mundo echarán abajo los castillos levantados, si antes una intensa desolación no ha anulado los gustos del mundo, dando al alma la seguridad de triunfar en sus esfuerzos.
La desolación forja la muralla de protección y los cimientos seguros del edificio espiritual.
Bien podría decirse que un alma imperfectamente desolada es un alma totalmente insegura de su andar por el camino espiritual.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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