Curso XV - Enseñanza 8: La Dama Negra
¿Qué representa dentro de la Simbología que emplea Cafh la Dama Negra?
El camino espiritual se realiza por etapas; no empieza ni termina en una vida. Comenzó con la individuación del ser humano y terminará con su liberación.
Largos trechos de vida que es experiencia, sutilización, adecuación de vehículos, suma de realizaciones interiores, jalonan el camino espiritual.
No bien es realizada una etapa debe ser relegada al pasado, en cuanto fue vivencia, para resumirse en experiencia acumulada con el subconsciente y expresada en el alma.
Así, si los instintos fueron un día los medios que el hombre tenía para conocer, si el hombre actual es hijo de cuanta experiencia los instintos pudieron darle, esta etapa ha sido superada y debe ser olvidada para poder optar por la vida mental, cuya conquista persigue la Humanidad de nuestros días. Mas, tendencia natural de los sentidos humanos es volver a gustar de aquello que un día fue motivo de deleite en la vivencia; y la sensibilidad una y mil veces pretende conservar la sensación placentera un día experimentada. Todas las potencias inferiores del alma se conjuran para volver a brindar al hombre este placer de ayer. Pero si el alma quiere poner sus pies en la nueva etapa y lograr realizarla indefectiblemente, ha de renunciar y huir del pasado, ha de dominar sus sentidos que lo llevan a la repetición de lo ayer gustado, ha de educar su sensibilidad para alejarla de esta tendencia a volver a gustar.
El hombre espiritual no debe por eso mirar nunca atrás. Atrás en su vida y en el pasado, está lo ya realizado, lo ya superado, lo que hay que abandonar; y la Dama Negra simboliza principalmente ese pasado.
Las pasiones, las inclinaciones viciosas, los afectos de ayer, todo pertenece al pasado. Un día sirvieron al alma cuando recorría la etapa propia de la vida de los sentidos y de los instintos; pero en la nueva etapa, volver a ella es vegetar en el pasado, es estancarse, es negar el progreso espiritual.
La Dama Negra no es, entonces, un ente malo y perverso; por el contrario, es la Divinidad de ayer para el hombre espiritual y de hoy para el hombre que aún no ha realizado la etapa en la que ella es reina. Es, la Dama Negra, la voz de cuanto corrompe el trabajo espiritual, es la enemiga por excelencia de todo ideal y de todo esfuerzo del alma por superarse espiritualmente; es la voz velada del pasado, es la tentación, es la pasión, es el vicio, es el temor empequeñecedor, es la muerte.
Poderosa enemiga no solamente porque ataca a través de los sentidos, sino también porque invade la mente con el susurro de éstos, con el recuerdo y con todas las potencias de la mente instintiva a su servicio.
El único modo de vencerla, de reducirla a ser tan sólo la experiencia acumulada en el alma sin otro poder subyugador, es mediante la meditación, puesto que no es cuestión de conceptos, ni de criterios morales, sino cuestión de desapegar la sensibilidad del afán de volver a gustar, de dominar la tendencia natural de los sentidos de volver a sentir; y esto implica, sobre todas las cosas, trabajar intensamente con medios apropiados sobre la sensibilidad.
En vano los sermones, inútiles los razonamientos, fútiles las nociones del deber, pobres los llamamientos a la voluntad; hay que actuar directamente sobre la substancia anímica de la que la sensibilidad es el diapasón, para transformarla, para reeducarla, para moldearla nuevamente. Todo en el orden eminentemente individual o personal. Los males del mundo o de los demás seres que nos rodean, nada tienen que ver con este ejercicio correctivo, ni la crítica de los demás puede tener alguna influencia.
Es necesario que el ejercitante tome su alma en sus propias manos, observe su estado, comprenda qué aspecto de la Dama Negra prevalece en ella y se disponga a trabajar dirigida y controladamente para su recuperación y adelanto espiritual.
Se prescribe para la meditación sobre la Dama Negra un efecto a lograr: el Aborrecimiento.
De entre todas las reacciones psicológicas que podrían emplearse en esta lucha, tales como el desprecio, el odio, la indisposición, la intolerancia, la repulsión, etc., el Aborrecimiento es indudablemente la más indicada para lograr en el alma el triunfo sobre la Dama Negra.
Recuérdese que para afirmar su dominio, la Dama Negra hace que la sensibilidad se apegue, gustando reiteradamente de las sensaciones un día experimentadas. Será necesario para lograr la liberación de la sensibilidad de este apego, emplear una fuerza equivalente. No bastaría hacerle críticas a la Dama Negra, no bastaría tratarla con tolerancia, ni sería suficiente no gustar de ella; es necesario emplear o lograr en el alma una verdadera fuerza de choque y oposición, algo que le impida a la Dama Negra siquiera asomar en el alma; y esto tan sólo puede lograrse con continuado, intenso y sostenido aborrecimiento de ella y de todo cuanto ella simboliza y domina en el alma.
Años de aborrecimiento sostenido a través de la meditación han de forjar en el alma el total aborrecimiento del pasado con todos sus encantos un día gustados y han de permitir entonces, la paulatina y progresiva formación del nuevo hombre, del hombre de una sensibilidad purificada, apta para la Divina vibración, de una sensibilidad propia de los altos y elevados estados espirituales; ése es el por qué del aborrecimiento, efecto psicológico irreemplazable.
Temen muchos meditantes en aborrecer demasiado los aspectos comunes de la Dama Negra pensando que ello es una negación de la vida, que atacar extremadamente a la Dama Negra es atacar a la vida misma, y pensando así, se alejan del intenso aborrecimiento para operar con medias tintas que a nada conducen; a quienes de tal modo piensan y meditan cabe decirles que la vida está tan sabiamente organizada que jamás ha de atentar contra sí misma, que no hay peligro en que el exceso de aborrecimiento rompa el equilibrio indispensable para subsistir como ente humano y realizar los fines de la vida.
La Dama Negra nunca muere, ni la naturaleza humana ha de ser en sus aspectos vitales perjudicada por la meditación; son estos temores la expresión más evidente de que la Dama Negra está luchando contra la meditación sobre la Dama Negra.
El ejercicio debe desarrollarse preferentemente dentro de los siguientes contornos: Ha de recordarse algo que se haya vivido y que la conciencia haya reprochado o esté reprochando en la actualidad. Tal vivencia ha de esbozarse en el cuadro imaginativo fríamente, vale decir, sin volverse a vivir, como si no perteneciese al estado actual del meditante.
Es claro que el cuadro deberá reunir las condiciones ya prescriptas en la enseñanza respectiva y deberá ser cuidado, para no ser sacado de su carácter imaginativo.
Naturalmente surgirá de este cuadro, o una debilidad manifiesta frente a los estímulos del cuadro o la sensación de vacuidad, de futilidad, que ha habido en el hecho vivido, lo que permitirá formular propósitos de aborrecimiento y de repulsión en general contra la Dama Negra, que es la que desde la ignorancia y oscuridad del alma ha dado lugar a estas sensaciones.
Conviene persistir en el trabajo purgativo por un tiempo, por cuanto una vivencia aflorada ha de facilitar el surgir a la conciencia de otras vivencias similares.
Cuadro tras cuadro se producirán con facilidad para el buen meditante y permitirán así un sistemático trabajo purgativo. Es como si al haber extraído del archivo del alma algo vivido se haya destapado el pozo oscuro del primitivismo humano, del crudo egoísmo del hombre de antaño, del ser que ha sido fiel hijo de la Dama Negra, permitiendo entonces la evaporación continuada y la consiguiente penetración de los rayos solares. La observación de los vapores ha de darnos la sucesión ininterrumpida de cuadros imaginativos y un pasado digno de ser largamente aborrecido.