Curso XV - Enseñanza 6: Los Propósitos
Durante el Cuadro Sensitivo se lleva la emotividad a un punto elevado de vibración. Si el ejercitante suspendiese entonces el ejercicio, aquella volvería de inmediato a su estado primitivo y nada habría sucedido en el alma. El éxito de la meditación dependerá pues del empleo que se haga de la exaltación emotiva lograda.
Los propósitos consisten en la formulación de firmes decisiones de hacer perdurar en el alma la sensación que ha buscado y obtenido. Mediante esta formulación, la emotividad queda al servicio de los propósitos y no vuelve a su estado originario sin haber sido cambiada algo en su naturaleza. Nunca más será la emotividad de antes, pues la sensación la ha llevado a un estado cumbre y la formulación la ha subyugado al servicio de la elevación espiritual.
Muchos ejercitantes suelen resistirse a pasar de los hermosos estados emotivos logrados en el cuadro sensitivo a la formulación de los propósitos, que es un trabajo mental que requiere el abandono del estado sensitivo logrado. Mas aquí ha de intervenir firmemente la voluntad para que aquél estado no sea prolongado más de lo necesario y para que el alma se disponga a fusionar la sensación experimentada con la naturaleza mental del propósito que hará.
Los propósitos deben ser claros, breves, sensatos y de posible realización.
Deben ser claros, puesto que únicamente así podrán producir en el alma el efecto buscado; la confusión de los mismos malograría el ejercicio dejando sin frutos el esfuerzo hasta entonces empeñado.
Deben ser breves, puesto que no caben consideración ni recapitulaciones para formularse un propósito; éstas se hallan resumidas en el estado logrado en el Cuadro Sensitivo.
Por otra parte la brevedad del propósito hace que el entusiasmo puesto a su servicio no se diluya en la extensión, sino que, por el contrario, lo cargue intensamente.
Deben ser sensatos, vale decir, de humana e inmediata posibilidad de aplicación y no extravagantes, fantásticos y ajenos a toda realidad del alma. Si el mal del alma consistiese, por ejemplo, en hábito de fumar, no ha de proponerse exterminar todas las fábricas y plantaciones de tabaco, que tan negativas son para la salud de la Humanidad en general, sino que ha de proponerse aborrecer intensamente la debilidad de su alma fomentada e inducida por la Dama Negra, que no le permite vencer este hábito negativo.
También aquí hay que prevenir contra el mucho hablar que diluye la fuerza del propósito o que multiplica éstos, dando un número tal que el meditante ni puede recordar.
Se debe empezar por formular los propósitos con relación a la inmediata y posible realización. No se ha de desafiar a las grandes batallas, sino que se ha de formular propósitos de defensa o de atacar al enemigo en la primer oportunidad que se presente dentro de la propia alma, pudiendo dejarse para el final la formulación de un propósito de carácter general. Así, con relación al ejemplo precitado, podrá decirse que hay que hacerse el propósito de combatir a la enemiga apenas se presente en el alma la tentación; de aborrecerla a través del olor del humo, a través de la vista del cigarrillo, a través del gusto que suele experimentar el paladar, pudiendo dejarse para el final el propósito general de aborrecer a la Dama Negra o de perseguir la purificación total.
Los propósitos deben formularse con énfasis, pues no son una mera elaboración mental, no son meros pensamientos, sino que son pensamientos impulsados por el calor del sentir logrado en el Cuadro Sensitivo. El énfasis consiste, entonces, en alear estos dos elementos. Por el contrario, es absolutamente improductiva la simple enunciación de propósitos.
Para que el entusiasmo puesto al servicio del propósito no se diluya, conviene asimismo no formular muchos propósitos sino pocos que reúnan las condiciones anteriormente indicadas.
El estado en que debe quedar el alma después de la formulación de los propósitos no es de relajación, o de como queda un individuo cuando ha terminado de trabajar; por el contrario, el énfasis, aleador de la sensación con el propósito debe mantener al individuo enardecido aún por el fuego de la meditación, puesto que será recién en el próximo paso cuando el ejercicio quedará técnicamente concluido.