Curso XV - Enseñanza 10: Los Dos Caminos

Bien es cierto que el sólo comienzo de la labor purgativa en el alma, primer paso de la vida espiritual abrazada por el meditante es también el comienzo del cumplimiento de la divina promesa, es el principio de la Unión Divina.
Existen, sin embargo, a lo largo del sendero, puntos culminantes, encrucijadas o bifurcaciones que señalan el comienzo de nuevas etapas. Los dos caminos simbolizan dentro de la hermenéutica de Cafh un punto culminante. Simbolizan la decisión que un día debe tomar el alma en el sentido de orientar su actividad en una dirección determinada y con métodos y anhelos definidos: el camino del conocimiento o el camino del nada querer y nada conocer, el de la Renunciación.
¿Tiene este simbólico nombre una relación con el tema de la meditación? Evidentemente existe una concreta relación entre el tema y el paso que el alma debe dar. Podríamos decir que hasta aquí se han conformado las dos clásicas etapas de la mística hindú: Yama y Niyama, apartamiento externo e interno de lo mundano, cambio de hábitos externos y de disposiciones internas. Mas, ¿está terminada la labor purgativa? ¿Es lo hecho suficiente como para dejar el alma expuesta a la Divina influencia? No. Es cierto que se han eliminado los males en cuanto lo son para el alma y se ha introducido en ésta una aversión a lo mundano, mas la incisión profunda que debe eliminar además de los males la fuente productora de los mismos aún no está realizada.
Y el meditante ha de decidirse entonces entre una moralidad más o menos adquirida o la sangrienta eliminación de las fuentes del mal que están en su interior. Ha de decidirse por la muerte de su naturaleza y del hombre viejo, formado de lazos, afectos, ataduras de su personalidad, o simplemente, por lo que ha logrado hasta ahora, que es, se repite, una moralidad más o menos acentuada. El meditante atento habrá advertido que no basta con sacar las capas superficiales arrojadas en su alma por el pasado simbolizado por la Dama Negra. No basta con combatir sus inclinaciones hacia el mundo del Abismo, sino que hay que arrancar del alma los afectos, los lazos, las cadenas allí forjadas, hay que lograr el desapego interior.
Esta meditación conduce a ello y es productora de libertad espiritual, muy diferente, por cierto, en sus proyecciones, de la libertad tal como comúnmente se entiende en el mundo.
Tan sólo se es libre verdaderamente, cuando se ha arrancado del alma el apego con todos sus aspectos humanos y pasionales, que constituyen las cadenas materiales, anímicas y mentales, que el hombre ha forjado para su permanencia sobre la tierra, y que deberá destrozar si quiere levantar vuelo hacia el cielo.
Es bueno antes de comenzar a meditar sobre los Dos Caminos someterse a un autoanálisis para determinar con mayor o menor claridad cuáles son los lazos que, partiendo desde el interior del alma, atan a ésta al mundo y a sus sombras.
Material abundante afluirá entonces para configurar los cuadros imaginativos; lazos de sangre, afectos desordenados, posesiones imaginarias, conceptos de felicidad, ilusas seguridades, excesivos afanes de vida, se agolparán y mostrarán al meditante, en cuadros de intenso colorido o de sutil pintura, cuán atado está.
Estos últimos cuadros determinarán simultáneamente la sensación de esclavitud, pesantez, prisión, apego e imposibilidad para lanzarse en el vuelo espiritual, o de desnudarse para penetrar liviana y pura en el reino de los cielos.
La sensación debe ser intensa y bien descriptiva; debe hacer sentir al meditante, realmente, el peso de sus cadenas, y la relatividad de los pasos que puede dar si no corta estas ataduras que, a raíz de la meditación continuada, aparecerán a sus ojos cada vez más pesadas.
Hará entonces propósitos generales tendientes a alivianar el peso y luego deberá concretar propósitos de inmediata realización, de inmediata disolución del núcleo afectivo encallado en el corazón, de inmediata disgregación de la pesada mole allí establecida y a la cual se aferran los extremos de las cadenas que forman la prisión total del individuo.
Las consecuencias han de ser también claras, han de determinar en el alma la comprensión o la clara visión de su atadura y la convicción de haber introducido en su interior, mediante el ejercicio, una fuerza liberadora y el entusiasmo de la libertad ya lograda. Hay meditantes que no desean relegar a los propósitos el resultado de la meditación y ya en el cuadro de las sensaciones quieren sentir desapego, pero nótese que no existe esta sensación como un duradero estado anímico. Es cierto que se siente alivio cuando uno se saca de encima un peso, pero no se siente, precisamente, una sensación de desapego. Técnicamente es necesario, mediante los propósitos, introducir fuerza liberadora que dará por resultado un día el desapego.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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