Curso VI - Enseñanza 1: Adoración de Amor - 1947
En nombre de los Santos Maestros. Ellos toman de nuestras manos los lirios de la ofrenda para plantarlos en la huerta cerrada de la Gran Corriente, seguros que, en las tierras fértiles bendecidas por la Divina Madre, se multiplicarán.
Hemos de permanecer este año en adoración de amor en el santuario de nuestro templo secreto. No hay lugar más hermoso ni más seguro, como ya lo dijo el Gran Maestro: “Busco refugio en la Divina Madre, en las Enseñanzas, en la Gran Corriente”.
Apartados de la actividad exterior que mata, poniendo una barrera mental entre nosotros y el mundo, viviremos a la Divina Presencia únicamente.
Todo es vano; lo único bueno es hacer nuestra morada aquí; sólo por este alejamiento absoluto y potencial podremos hacer algo para la purificación de nuestras almas y la salvación del mundo.
Se ha trabajado demasiado en estos últimos diez años, se han inventado demasiadas cosas nuevas, se ha movido demasiado, en paz y en guerra, la Humanidad sin encontrar un átomo de felicidad. Por eso volvamos a la soledad, a la oración y al silencio. Que nada ni nadie ocupe nuestro pensamiento. Si deseamos decir una palabra de salud y de vida, ¡callen nuestros labios! Si deseamos hacer algo, ¡Cesen nuestras peregrinaciones! Quedemos en nuestro santuario único. Aquí conoceremos a Nuestra Divina Madre que es la Dispensadora de la felicidad; aquí estaremos a los pies de los Santos Maestros para que nos enseñen a morir a nosotros mismos y a vivir la vida única.
A los pies de Horushatum de América, símbolo de que el principio y el fin se unen en la continuidad de nuestras enseñanzas; a los pies de Santiago de Rosario, el Caballero valiente, vencedor de todos los adversarios; a los pies de Adelphirake, el joven iniciado del Sol, que irradia desde Córdoba; a los pies de Abbhumi, la mujer voluntad-sentimiento que es recordada en La Plata; a los pies de Jo-seph de Mendoza, el Iniciado tan puro como las nieves de las montañas eternas; a los pies de Nice-Foro, el portador de la luz del Divino Espíritu que alumbra a la provincia de Buenos Aires; a los pies de P.T.R., la fuerte piedra angular de la Gran Obra que está en Buenos Aires.
Aquí, en el santuario, alejados de todo ruido exterior, nos unimos los que tenemos un mismo amor y un mismo ideal con un lazo tan indisoluble que no seremos más que una sola alma y un solo corazón.
Únicamente así conquistaremos el mundo para el Espíritu.