Curso V - Enseñanza 1: La Renuncia es el Camino de Cafh

El renunciamiento es el camino de Cafh y no hay otro camino para la salvación del mundo.
El renunciamiento es el único medio de salvación no sólo para los Hijos de Cafh, sino para toda la Humanidad.
Si se tuviera el concepto de que el renunciamiento atañe únicamente a una parte de la Humanidad, el camino de Cafh sería imperfecto.
La Renuncia es el camino de Cafh y los Hijos lo deben practicar desde ya, vivirlo desde ya, pero no con la idea de que el camino sea sólo para ellos, sino con la seguridad de que es el único camino para la salvación de todo el género humano.
El renunciamiento es el único camino de salvación y no hay otro.
Esta doctrina fundamental no es nueva sino es la de todos los Grandes Iniciados, de todos los grandes seres que han dado el Mensaje a la Humanidad y no fueron escuchados. Pero al Hijo se le ha concedido el don inapreciable, por el momento en el que debe vivir, de saber que la Humanidad ha terminado su ciclo de evolución de permanencia oscilante, como las sombras que se reflejan sobre la pared del mundo, por el estremecimiento mundial de una fuerza verdaderamente sobrenatural, de una energía nunca conocida por el hombre y alcanza así una visión más clara de la realidad de la vida humana.
Es que la misión del Hijo es realmente extraordinaria porque con su mensaje de renunciamiento llega en la hora propicia, en la hora en que la Humanidad, a pesar de todas sus miserias, puede comprender y captar este mensaje. Pero para que eso se cumpla es necesario que su preparación sea completa y absoluta.
En el mundo no sólo los Hijos de Cafh, sino muchas almas hay que practican la renuncia, que la han comprendido, que la viven; pero es necesario que Cafh en su lugar, con las almas que le han sido confiadas, empiece a predicar este Mensaje sobre todas las cosas.
Cafh tiene el Mensaje para predicar a las almas: que el renunciamiento es el único camino de salvación. El Hijo que llega a Cafh y no comprende esto no puede ser nunca Hijo de Cafh.
El renunciamiento es el fundamento de la doctrina, la base de la creencia del Hijo, el mensaje que tiene para la Humanidad. Él no puede desviarse de este concepto fundamental respecto a las almas.
Desde que el Hijo entra en el Sendero como Patrocinado comprende que ésta es la única verdad. No la practica, pero se le enseña y la comprende. No puede negársele eso a las almas. El instructor que no le enseña al Hijo que todo es vano y perecedero no enseña una doctrina sana. El Patrocinado ha de ser enseñado para que comprenda y sepa. El deber de los Superiores es que lo sepa. Para llevarlo a ese punto es necesario que se le aboque a la consideración de que todo es vano en el mundo.
Muchas veces los Superiores y los instructores ilusionan a las almas con falsas doctrinas, porque no los creen todavía capacitados o porque creen perjudicarlos, sin saber que esa es la base de la predicación: abrirles los ojos desde el principio.
Todo perece, todo muere; la Renuncia es el único camino de salvación. Un alma que vive de ilusiones puede alejarse, pero muchas otras almas predestinadas vendrán al Sendero porque el alma al final recibe el Mensaje. ¿Acaso no se ha visto cuántas almas, sobre todo al principio, se alejan del Camino? ¿Por qué? Porque no se ha sabido darles la verdadera doctrina, se las ha ilusionado, no se les ha predicado la sana doctrina de la verdad: de que todo es Renuncia, de que aquél que no renuncia no tiene ni tendrá jamás salvación; no sólo morirá como ser humano, sino todas sus ilusiones morirán con él; todo lo que ha creído gloria se transformará en fracaso.
El Solitario, desde luego, no puede ser tal si no comprende este bien fundamental. Sus Votos no serían nada más que un caparazón de defensa exterior si no lo comprendiera. Pero no sólo lo comprende, sino lo practica parcialmente; lo ha comprendido y lo ha comenzado a practicar.
Quien lee con atención el Reglamento ve que la vida del Solitario no es nada más que un gran puente de salvación tendido entre la tierra y el cielo para que el alma lo cruce y se entregue completamente a la Renuncia.
La vida del Solitario no es nada más que una escuela, un estímulo a la práctica continua para llevarlo a la Renuncia; es un trabajo de amor que la Madre hace a través de los Superiores para llevarlo al verdadero bien que es la Renuncia comprendida, practicada y vivida, hecha carne, hecha mente, hecha vida en el ser. Y está de más decir que, en ese divino conjunto de Cafh, es el Ordenado aquél que la practica, que la vive en su plenitud.
Pero este renunciamiento no es el renunciamiento del egoísmo.
La misión fundamental de Cafh, en este sentido, es una misión individual, por lo tanto, humana, para todo el género humano. No es el renunciamiento del hombre que lo logra para sí, aun si piensa que su renunciamiento ha de redundar en bien de la Humanidad. El renunciamiento del Hijo no es total ni será nunca total, hasta que todo el género humano no haya comprendido y vivido esta verdad única y universal. Por eso el primer deber del Ordenado es predicar a las almas del mundo la consideración de que todo es ruina, muerte, de que todo termina, de que nada puede permanecer.
Todo es un devenir. Éste es el primer mensaje, el primer deber. Pero para eso hay que tener una conciencia profunda de este sentido; él tiene que ser una realidad tan absoluta que nunca, en ningún momento, se cruce por la mente una idea contraria. Un Hijo que, por ejemplo, tenga en un momento la tentación de volver al mundo no ha comprendido el Voto de Renuncia porque si no esa idea no podría entrar en su mente, en su naturaleza, en su ser.
Hay que predicar al mundo que todo es muerte y ruina, pero ante todo debe serlo para el mismo Hijo.
En primer lugar hay que tener un concepto clarísimo de lo que es el Voto de Renuncia que es completamente auxiliar de la verdadera Renuncia, porque la Renuncia es algo vivo, de uno.
En segundo lugar el Voto intuye la Renuncia, la estimula.
Entonces se ha de comprender que no puede consagrarse quien no tiene una comprensión íntima de la Renuncia. Así se evita él tener que oír luego: “Yo no puedo morir, no tengo la fuerza necesaria para morir”. Esto es fundamental en los Hijos.
La idea ha de ser absoluta; si no hay tal no hay que engañarse, no se puede admitir al Hijo en la Comunidad.
Este concepto lleva entonces a esta conclusión: aquél que toma el camino de la Renuncia jamás vuelve atrás. El Voto es un auxiliar; se puede dispensar un Voto, pero ese ser no queda por eso dispensado de la Renuncia, es un fracasado.
Todos los Hijos son responsables de ese fracaso porque se le han dado ilusiones en vez de espíritu de desprendimiento. Se le ha fomentado una vocación. El fracaso de él es el fracaso del Superior, de los Directores, de los compañeros. Es una lastimadura que toca a todos y daña a todos.
Es necesario que el Hijo que aspira a la Ordenación sepa que la Renuncia es un don del alma, que una vez que está en el alma no se puede sacar nunca más. Para eso es preciso que los Ordenados de Comunidad estrechen más sus lazos, sus vínculos, sean sellados en su vocación, no por soberbia, sino por caridad hacia las almas que no están llamadas a la vocación de Renuncia. Esto ha de hacer que se aten el uno con el otro y formen una cadena mística que impedirá que esas almas emitan los Votos y caigan de una altura tan grande y renieguen continuamente de Dios; porque el Ángel de Luz siempre se vuelve Satán, maldice en su corazón lo que ha perdido, lo que ya no tiene. Aun si su cara sonríe de felicidad sus labios destilan veneno. Los Hijos tienen que evitar eso.
¿Cuál es el método más seguro a seguir con las almas?
¿Cuáles han de ser estos medios para evitarles los errores?
Primero: Un examen verdadero para ingresar a la Ordenación.
Segundo: Un seminario más completo.
Es responsabilidad de los Hijos el que un aspirante nunca llegue a decir: “Yo no puedo morir”. ¿Cómo no se han dado cuenta antes? ¿Cómo han dejado escapar eso?
Ante todo los aspirantes, sobre todo los hombres, la mayoría de las veces tienen un concepto falso de la Ordenación.
Creen que la Ordenación es adquirir algo, tener algo.
Un aspirante escribió a su Director Espiritual: “Deseo ordenarme para tener una unión más intima con la Divina Madre”. Y éste le respondió: “Para lograr una unión más íntima con la Divina Madre no hace falta ordenarse; todos los Hijos tienen a su alcance los medios para lograr ese fin ya que ése es un bien completamente interior. Aun el más humilde Patrocinado puede alcanzar la Unión Divina si se entrega interiormente con un amor ilimitado y si ordena su vida con el ascetismo adecuado para él”.
Todas las almas interiormente pueden llegar a la Unión con la Divinidad, tienen menos posibilidades que las almas consagradas, pero pueden llegar. El goce no será perfecto, tienen menos medios.
Los Ordenados tienen más medios y por lo tanto más responsabilidades.
“Tener vocación de Ordenado -decía este Director Espiritual- es otra cosa: Es tener una seguridad interior y sostenida que sólo en ese tipo de vida de Comunidad se encontrará la felicidad, el bien y el medio para alcanzar la Unión Divina. Es sentir que ése es su lugar, sentir que en la Casa de la Madre se estará a gusto, que ninguna otra cosa puede ya gustarle, que podría tener muchas dificultades, pero que al final dirá ¡paciencia! y seguirá adelante.
A lo mejor no logrará nunca en esta vida una verdadera unión, pero esto lo predispone, en la hora de la muerte, a la Unión. Para el Hijo Ordenado es sólo éste el bien y el medio para alcanzar la Unión. Otros pueden tener muchos otros bienes, pero para las almas consagradas -continuaba diciendo el Director Espiritual- “…es como una seguridad de que no se ha nacido para los trabajos del mundo, ni para la familia, sino que sólo se es adaptable al tipo de Vida de Comunidad”.
Esto hay que comprenderlo muy bien porque es un signo inevitable de vocación. Hay que desconfiar de los muchos entusiasmos; pero si el aspirante no tiene interés por nada, si no le llama nada la atención y hace lo que le mandan, escucha el consejo del Superior sin sensibilidades, ése es signo de un verdadero llamado.
Los Superiores no tomen nunca al Hijo que dice que sin eso no puede vivir; eso es entusiasmo, fogaratas, es buscar algo. La vida del Ordenado es la nada; renuncia, desprendimiento absoluto.
Y acrecentaba aquel Director Espiritual: “Aun así, puede ser que con ser buenos Hijos Ordenados y muy aptos para la vida de Comunidad no se logre en esta vida la unión anhelada. Claro que la Ordenación, que es un tipo de vida, predispone más a ese fin. Pero predispone, no da. Además, la vida de Comunidad que no es de ilusiones, es de trabajo humilde: cultivar la tierra, cocinar, ser obrero, con pocos estudios; todo se concreta en un gran silencio, en una absoluta obediencia, en una rutina que termina con la muerte física del Hijo”.
Se dice esto para que no haya lugar a dudas; si esto es lo que busca, no hay inconvenientes en recibir al Hijo.
Hay que hablar muy claramente porque la dispensa de Votos no es más que un paliativo; en el camino de Dios, de la Verdad, de la Renuncia, no hay más que dos cosas: o se triunfa o se fracasa. Por eso el único bien que se puede hacer a las almas que fracasan es el silencio; no nombrarlas, olvidarlas.
La vida del Ordenado es muerte y los muertos no vuelven; si vuelven los vivos huyen de ellos. Llevan consigo una maldición, su propia maldición: no poder estar en contacto ya con los seres, no encontrar la felicidad. Sobre todo la gran maldición consiste en que estas pobres almas para tener un poco de paz y de soledad tienen que renegar de Dios, de la fe que es la gracia del alma y el único don que tiene el hombre sobre la tierra, que es creer.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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