Curso IV - Enseñanza 7: La Idea Madre
Cada raza tiene una Idea Madre que es el hilo que ensarta todos los pensamientos y hechos de la misma, y la orienta durante toda su existencia.
La Idea Madre de la Raza Aria es la estructuración homogénea de los valores humanos y divinos.
Los Grandes Iniciados Solares de Primera Categoría lanzan la Idea Madre al principio de la Raza. Bien puede decirse que nace con ella.
El desarrollo de la razón es el factor fundamental de posibilidad para que el hombre pueda desenvolverse íntegramente, humana y divinamente. Él ha de llegar a tener medios propios de vivencia con respecto al cosmos y a Dios.
El hombre atlante, de posibilidades intuitivas insospechables, vivía en dos mundos completamente distintos. El físico, donde su destino estaba determinado por su voluntad instintiva natural y el espiritual donde sus posibilidades ultraterrenas estaban agigantadas por la participación de su conciencia a la conciencia cósmica.
Mas, en el hombre ario esa poderosa voluntad natural y esa grandiosa conciencia creadora habían de desaparecer para que él pudiera actuar dentro del Gran Plan Divino, pero como si estuviera aislado y solo.
Esta será la gran conquista del hombre ario y al mismo tiempo su gran tragedia. Él queda solo y a obscuras frente a los grandes problemas de la existencia que ha de resolver con su propio esfuerzo.
La razón establecerá un gran puente entre la tierra y el cielo, mas aquél que lo cruce no podrá divisar los puntos de unión del puente con la tierra y con el cielo.
La Idea Madre de la Raza Aria es afirmada sobre todo por la lucha que el hombre ha de librar entre el destino y el libre albedrío.
Él tiene el don de discurrir, discernir, distinguir y recordar. Estos mismos valores intelectuales le impulsan constantemente a ser el árbitro de su destino. Este poder puede crecer tanto en él hasta llevarlo a creerse, satánicamente, un todo distinto y semejante al cosmos.
Pero el destino a través de su eterno devenir lo envuelve una y otra vez en sus remolinos ineludibles hasta apoderarse de él y devolverlo a su estado de conciencia.
El hombre nunca puede llegar a una solución real frente a estos problemas, pues en realidad su fuente de conocimiento racional no es más que un medio de liberación. Asimismo, esta lucha es la que lo impulsa continuamente al destino que le ha forjado la Idea Madre: que de hombre se transforme en Dios, no con medios propios, sino valiéndose de esos propios medios.
Por eso, el hombre llega a la realización cuando sabiendo razonar, no razona y no comprendiendo más que por analogía, soluciona el problema del destino y del libre albedrío a través de un sentir superior.
Entonces la voluntad determinante se unifica por místico abandono a la Conciencia Cósmica.
Los Grandes Iniciados Solares de Segunda Categoría orientan la Idea Madre canalizándola por diversos cauces hacia el logro de su fin.
Dios se oculta a los ojos del hombre como si no existiera y éste deberá ganarse el pan con el sudor de su frente. Mas Dios no lo abandonará y le promete una futura alianza.
El hombre ha de quedar solo frente a sí mismo y con su esfuerzo ha de solucionar todos sus problemas. Mas la potencia divina mora en lo más profundo de su ser.
Apartado de la fuente divina se cree distinto de ella. Sin embargo, la divinidad permanece en él. Sólo que el hombre, al tener una esencia divina y al creerse únicamente humano, establece su obra de desenvolvimiento personal, determinando continuas separatividades.
La obra del hombre, antes de volver a hacerse integral, será origen de muerte, dolor y ruina. Los seres continuamente se dividen, se separan y se distinguen hasta llegar a un completo desconocimiento el uno del otro y a tener características mentales y raciales distintas y propias.
El conocimiento de las partes trae de por sí esta gran ceguedad. Verá el hombre a sus obras pero no verá a Dios.
Entonces con sus propios medios, viendo la inutilidad de su esfuerzo, podrá volver a la Divinidad.
Los pares de opuestos de la Humanidad, de vida y muerte, de egoísmo y colectividad carcomen constantemente a los seres, pero los impulsan al mismo tiempo a su redención.
Las promesas divinas continuamente afloran en el alma del hombre, con el afán incesante e indestructible de volver siempre a empezar y a procurar rehacerse.
Los Grandes Iniciados Solares de Tercera Categoría mantienen viva y renuevan continuamente la Idea Madre.
La separatividad y la lucha por el predominio del hombre sobre el hombre le dan a él medios ilimitados que lo hacen como un dios sobre la tierra y al mismo tiempo lo hunden en los más profundos abismos de la muerte y la desesperación.
Miguel y Satán seguirán su combate hasta el fin de la Raza.
Da la impresión de que, con los descubrimientos atómicos por un lado y las guerras mundiales por el otro, la era actual es el más alto exponente de estos resultados propios del hombre.
El hombre continuamente es llevado de un extremo a otro de sus contrarios por la Voz Divina que procura restituirle el sentido armónico, para inducirle a identificar los resultados extraordinarios de su poder con las Leyes Eternas del Universo.
Los Grandes Iniciados Solares de Cuarta Categoría, cuando la oscuridad es más profunda sobre el mundo, vienen a vivir entre los hombres para restituirles el sentido de su origen divino y sobrenatural y ayudarlos a cruzar el gran puente de la razón para que circulen libremente de la tierra al cielo.
Pero no basta este auxilio.
Para que el poder humano se transforme en divino es necesaria una unión sustancial de los dos elementos, humano y divino.
Es necesario entonces que la misma divinidad nazca y viva en él, se injerte en él, se haga su propia vida, para que al fin se constituya la Idea Madre de la Raza: el logro del Hombre-Dios.
Esta, “1945”, es la hora de tal divino alumbramiento.
Cafh participa de un modo grandioso al cumplimiento definitivo de la Idea Madre.
Dentro del conjunto de fuerzas superiores y humanas que trabajan para el nacimiento de la divinidad en el hombre, ella tiene una parte preponderante.
Le toca a Cafh aportar a la egoencia del hombre futuro la parte de Mística Interior del Corazón.
Egoencia quiere decir perfecta individualidad identificada con la Conciencia Cósmica a través de las almas redimidas similarmente egocéntricas.
El Hijo desarrolla en lo más íntimo de su ser su obra mística para lograr la trascendencia interior divina.
Por su esfuerzo constante él penetra en sí, está fijo en sí, renuncia a toda exterioridad, rechaza toda apariencia, se hace nada para dar a su comprensión intelectual la tersura de un espejo en donde pueda reflejarse la belleza divina. Se aniquila aparentemente, pero en realidad se constituye como un ser perfecto, egocéntrico, todo divino.
La divinidad se expande a su alrededor por la participación de la Divina Madre en él, por la predestinación que lo hace apto para que Ella se manifieste en él.
La gran labor del Hijo, su gran apostolado es éste: vivir en sí, sentir en sí lo que desea realizar afuera y todo lo demás es vano.
La obra exterior ha de ser lograda sólo a través de la expresión auténtica del ser integral interior. Nada se puede hacer si no hay dentro lo que se quiere ejecutar.
El Hijo de Cafh participa a la realización de la Idea Madre en el mundo por esta plenitud interior que, por ser infinitesimal, puede abarcar en sus consecuencias a todo el mundo y ensancharse hasta lo infinito.
Al día de hoy, la posición espiritual de Cafh está completamente en armonía con los nuevos valores metafísicos que tendrán que desarrollarse en la Nueva Raza.
Su misión, toda interior, basada sólo en las virtudes negativas que niegan importancia a los problemas propios e individuales para dar valor únicamente a los problemas mundiales y ajenos, la elevan a una altura insospechada de posibilidades y la ponen en directo contacto con la necesidad ejecutiva de la futura religión universal.
Sus conceptos, si bien sólo espirituales, trascienden religiosamente en algunas leyes fundamentales:
Que el bien anímico es el más importante y que quien lo posee soluciona todo problema y amplifica su capacidad de trabajo y resistencia en un cien por cien.
Que la voluntad ha de ser siempre analógica, egocéntrica, quiere decir, toda enderezada al cumplimiento del Plan Divino sobre la tierra.
Que la superioridad y jerarquía de los hombres es sólo de carácter espiritual, una aristocracia del espíritu; y
Que la unión de los seres se logra únicamente, no a través de conceptos raciales y colectivistas, sino por semejanza física y analogía espiritual.
Las nuevas ideas darán resultados positivos por la negación de los valores sistemáticos. Darán al hombre una nueva fuerza dinámica con características potenciales y expansivas sólo a intermitencias. Desarrollarán en su cerebro nuevos centros transmisores y receptores que lo pondrán en contacto, no sólo con una esfera del pensamiento de la Humanidad, sino también en contacto directo con las ondas mentales del cosmos.
Cafh con estos principios, no sólo está hecha para lograr un desenvolvimiento espiritualmente interior, sino también para que éste se expanda en el mundo como una nueva fuerza física que dará a los seres Cuerpos de Fuego, como una nueva fuerza ética que dará a los hombres capacidad dinámica y poder de comprensión, como una nueva religión participante de la Religión Universal, que les dará la posibilidad de su propia realización espiritual.