Curso IV - Enseñanza 2: Las Almas Predestinadas
La vocación de Cafh es de orden sobrenatural. Por eso las almas llamadas a reunirse para cumplirla son predestinadas.
Desde luego, todos los seres humanos, por su participación potencial a la divinidad, son llamados a la vida espiritual, quiere decir, a procurarse el mayor grado de perfección posible. Se distingue aquí por vocación espiritual aquélla dada a las almas elegidas por su idiosincrasia especial y por su disposición inherente y actualizada al logro de la perfección.
Hay en el mundo unas corrientes de encauzamiento hacia la vida espiritual y los seres llamados a esa realización pueden o no ser predestinados para la misma.
Las almas llamadas para el cumplimiento de obras divinas vienen predestinadas para el cumplimento de las mismas por la Ley de Predestinación Consecutiva. En cambio las obras humanas pueden ser cumplidas o sólo en parte, pues sólo son tentativas del hombre para acercarse a Dios y responden a la Ley Arbitral de Posibilidades.
Las obras divinas se distinguen de las humanas porque son integrales, no absorben una o algunas partes del ser, sino a todo el ser en su totalidad, y las almas que participan de ellas son predestinadas. Además, las obras divinas están visible y proféticamente dirigidas por los Maestros.
Las almas de Cafh son entonces predestinadas, aun aquellas que fracasan en su intento; las que triunfan proclaman con su ejemplo la grandeza de Cafh y las que fracasan expían con su dolor los aspectos materiales de Cafh.
No se pueden determinar quienes son las almas llamadas a tan altos destinos ya que es un secreto de la Ley de Predestinación. Por eso, humanamente hablando, todos los hombres son posibles aspirantes a la vida espiritual de Cafh.
Sin embargo, los predestinados para la realización de este ideal sobrenatural sobre la tierra ya están contados y sólo ellos pasarán la última puerta.
Algunas veces los Maestros dan los nombres de los elegidos y los muestran en visión a los Hijos encargados de buscarlos; pero la mayoría de las veces los Hijos han de buscarlos en la noche de lo desconocido para encontrarlos.
Desde luego hay factores generales que dan la impresión que determinados hombres son posibles aspirantes para Cafh: buena disposición, tendencia natural, inclinación al bien, correspondencia amistosa.
Pero, aun así, los Hijos han de dar a esta búsqueda de almas un toque sobrenatural mediante la oración fervorosa y el cumplimiento de las pruebas establecidas.
La vocación espiritual de Cafh es divina y como tal integral, así que es de difícil comprensión para los aspirantes.
No han de considerar los Hijos como una falta de vocación que algunos aspirantes encuentren muchas dificultades en la realización de su intento.
Muchos hombres con una marcada y manifiesta vocación espiritual chocan enseguida al contacto de la vibración del Poder de la Gran Corriente. La fuerza de Cafh, concentrada hacia un punto interior único, preciso, egocéntrico y definitivo, es un movimiento completamente distinto de la periférica habitual de los hombres. A los ojos de los aspirantes su inmensa potencialidad se les presenta como inercia, y su campo magnético, totalmente polarizado hacia lo sobrenatural, les parece desvinculado de toda posibilidad racional. Aún es posible que el aspirante no acepte el valor y la finalidad de Cafh y que todo le parezca confuso y no determinado. Los hombres están ancestralmente acostumbrados a un fin ilusorio de sus esfuerzos: a la vida, para perpetuarse en la especie, a la comprensión, para el logro de una especialización, a la religión, para la seguridad de un paraíso.
Todo esto no es signo de falta de vocación en el aspirante, sino estados adversos que es necesario hacer superar.
Siempre la vocación espiritual trae consigo amargos dolores al romper la corriente habitual y quebrar las leyes del mundo. Además, fiera se levanta la persecución contra aquellos que intentan marchar fuera del ritmo de la vida corriente; hasta el cielo prueba, en un principio, las vocaciones son reveses y desconciertos. La pobre alma, al no querer participar más del hombre viejo, se encuentra incapaz de revestirse del hombre nuevo. Muchos caen así, aun antes de empezar, en las manos del desamparo y del desaliento. Sin embargo, los predestinados sabrán pasar la tormenta y la prueba y asentar el pie en el camino elegido.
Muchas almas predestinadas, llevadas providencialmente al sendero de Cafh; sin embargo no realizan los altos destinos para los cuales fueron llamadas y no logran la perfección espiritual que había de ser el objeto de su vida.
Esto parecería un contrasentido, por eso es necesario aclararlo.
La Ley de Predestinación lleva a los elegidos de Cafh, pero ellos, por sí solos, tienen que esforzarse para cumplirla valiéndose de su voluntad y de la Ley Arbitral puesta a su disposición.
Divinamente ellos son llevados al Sendero y humanamente han de recorrerlo. Dios elige a los que han de pertenecer a su pueblo escogido. Por eso Él dice: “Ego te tuli”: “Yo te he tomado”; pero los elegidos han de engrandecer este pueblo por su propio esfuerzo. Dice Cristo: “Qui vult venire post me, abneget seipsum, et tollat crucem suam et sequetur me”:
“Aquél que quiere venir conmigo, renuncie a sí mismo, tome su cruz y sígame”.
Los Hijos que fueron predestinados a Cafh tendrán que luchar duramente si quieren realizar en sí las promesas divinas, ya que la predestinación no quita el peso de la carne, ni el Karma, ni las taras propias de la vida.
La disciplina y la continencia hacen más ardua la lucha, pues siempre los hábitos humanos, al ser reprimidos, toman formas mentales. El deseo imaginativo es un incentivo mucho más fuerte que el físico; a veces estas tentaciones se transforman en un verdadero infierno y hacen sucumbir a los Hijos. Afortunadamente, con la ayuda de los Maestros y las fuerzas espirituales de Cafh, para la mayoría de los Hijos esta locura de tentación no es más que un purgatorio purificador.
La voluntad paulatinamente se va fortaleciendo y purifica los hábitos hasta alejar todo deseo de la mente.
La fuerza de tales tentaciones no sería jamás vencida si la finalidad del Hijo no fuera recta y toda enderezada hacia el logro de la vida divina. De allí el fracaso de todos los falsos espirituales que no apetecen más que realizaciones psíquicas y fenoménicas.
Los Hijos no adelantan en el Sendero porque no se esfuerzan, porque desperdician las fuerzas y la ayuda puesta a su alcance para cumplir su destino espiritual.
Cuando los Hijos por su esfuerzo logran la realización espiritual, toda ley humana desaparece y sólo queda en ellos cumplida la Ley Divina.
El predestinado es confirmado en su predestinación y se cumplen en él las promesas divinas. El sacerdote de Cafh ha logrado su consagración; ya no necesita de los símbolos y de los ritos para transmitir a los hombres la Enseñanza, sino él mismo es la Enseñanza revelada y la Imagen Divina.
Él está identificado con la Gran Obra, es dueño de la Gran Corriente y su Unión Substancial con la Divina Madre es permanente.
Él es Director de almas y luz para los Hijos y el tiempo y los cambios de la vida no prevalecen en contra de él.
Verdaderamente, él ata y desata a los hombres; manda a los malos espíritus y llama a las entidades protectoras. Su palabra puede dar alegría o tristeza, y su bendición aleja el mal y trae la paz sobre la tierra y sobre los hombres.