Curso IV - Enseñanza 11: El Cuerpo de Fuego
El Mensaje de la Divina Madre, transmitido por Cafh, no tiene un cuerpo material sobre la tierra sino sólo puntos de descarga a tierra.
Ired es la idea, opuesta e igual de un valor y la Voz Divina que la transmite es puramente espiritual. Como tal no se detiene en su trayectoria, sino llega hasta su último término que es el punto material terrestre.
Desde allí transformada, opuesta pero igual, distinta en densidad pero similar en medida, ella vuelve a remontarse hacia lo Eterno.
La descarga a tierra de Foá se efectúa de tres modos: sobre un punto terrestre, sobre un cuerpo físico o sobre un detrito.
El punto terrestre y el cuerpo físico del Hijo, una vez que han servido de descarga, han de disolverse inevitablemente.
Esto ocurre cuando un lugar determinado ya no es apropiado para la misión a cumplir. Cristo dice a sus discípulos: “Caso que no quieran recibiros, ni escuchar vuestras palabras, saliendo fuera de la tal casa o ciudad sacudid el polvo de vuestros pies. En verdad os digo que Sodoma y Gomorra serán tratadas con menor rigor en el día del juicio que no la tal ciudad”.
La parcela de tierra que fue receptáculo de la descarga de la Gran Corriente ha de transformarse en una masa descompuesta y reintegrarse rápidamente al gran depósito cósmico.
Por eso es inundada por las aguas o cubierta por las arenas o destruida por el fuego o abierta por el temblor.
Esto sucede también cuando un Hijo muere y abandona su cuerpo físico. Éste se desintegra rápidamente para no dar alimento a los cascarones astrales y pábulo a las formas etéreas.
El cuerpo es el fósforo; cuando es prendida la cerilla es consumida por la llama; cuando la llama se apaga sin consumir enteramente la cerilla, ésta es tirada como inútil.
Así, el Hijo que se pone en contacto con Cafh y ofrenda su cuerpo para ser punto de descarga de la Voz Divina, ha de ser combustible hasta el final; si no se convierte antes de tiempo en un detrito.
Estos detritos, no rápidamente consumidos, son para Cafh una manifestación independiente, contraria y dañina.
Independiente, porque fueron expulsados de la Gran Corriente sin ser consumidos. Contraria, porque lo que no permanece en la unidad es una imitación deforme de lo real. Dañina, porque el poder separado de su manantial renovador se intensifica venenosamente.
El Hijo, al prestar su cuerpo para que sea descarga a tierra de Foá, por la ofrenda voluntaria y continuada consume paulatinamente la parte más densa y grosera de sí y transmuta las partes más sutiles, formando como un nuevo cuerpo: el Cuerpo de Fuego.
Las palabras Paulinas, “Despojarse del hombre viejo para revestirse del hombre nuevo”, no tienen sólo un sentido figurado sino un sentido real.
El Cuerpo de Fuego no es entonces ni el físico ni el etéreo, sino un cuerpo más sutil que actualmente reviste a los Hijos como un velo, como una luz superpuesta al cuerpo físico, pero que es el principio de lo que serán los cuerpos luminosos, transparentes y alternados de los hombres futuros.
Así como la fuerza de Cafh no es sólo un hecho ideal, sino también efectivo, así el Cuerpo de Fuego de los Hijos es real y visible.
Esta transmutación de los elementos corporales empieza enseguida que el aspirante se pone en contacto con la Gran Obra.
Cuando el Hijo, místicamente, con las palabras de ofrenda mezcla su sangre humana con la sangre espiritual de Cafh, empieza su transmutación: sus venas son vaciadas para ser luego colmadas por la sangre ígnea y etérea de Cafh.
“Igne Natura Renovatur Integra”.
Es este momento en que el alma se entrega, muere para revivir, se hace esclava para lograr la libertad, deja su cuerpo para tomar uno nuevo.
Todas las ofrendas sucesivas, los votos, las promesas, las obligaciones y deberes, no serán más que confirmaciones de una conquista ya asentada. Éste es el momento del nacimiento nuevo. El Hijo irá elevándose, pero manteniendo siempre en sí la estructura natal de este primer momento de iniciación en el Sendero.
El alma ha de lograr, en Cafh, la Unión Divina por la aniquilación total de los valores externos de por sí.
El aspirante, al ingresar a la Gran Corriente, se hace una nada; sólo así puede brotar de nuevo y completamente con nueva carne, con nuevas energías, con un pensamiento nuevo.
La transmutación del cuerpo físico en un Cuerpo de Fuego se efectúa por etapas, siendo confirmada a través de las promesas temporarias, solemnes, perpetuas y eternas; pero el nacimiento de fuego se efectúa en el momento crucial del ingreso.
La intensidad de comprensión, por parte del Hijo, del acto trascendental que acaba de cumplir y de la transformación que se ha efectuado en él es la que determina el lugar y el progreso del Hijo en el Sendero.
Esto se manifiesta enseguida en él por un sentido de confianza y de dependencia.
Nadie podrá recorrer el Sendero sin un Maestro que lo guíe. Nadie podrá nacer a la vida espiritual sin una madre y un padre que lo críe ni nadie podrá volar libremente por los cielos sin haberse procurado unas alas.
La confianza en lo divino y la dependencia en lo humano son las fuerzas que desarrollan el Cuerpo de Fuego.
Esta dependencia del Hijo, ejercitada continuamente por las obligaciones contraídas, elimina la parte grosera y material que hay en él.
El apego ancestral a su naturaleza instintiva, la preocupación temerosa de conservación y los lazos de sangre son vencidos por la dependencia.
La dependencia humana impuesta embrutece al alma, mientras la dependencia espiritual voluntaria la eleva y transforma.
Los Hijos que demuestran no tener espíritu de dependencia nunca podrán transformarse, ni nunca podrán ser aptos para mandar y dirigir a otros. Para elevarse hay que descender y para mandar hay que saber obedecer.
La confianza adquirida en el Sendero elegido y expresada desde un primer momento, es prenda segura de perseverancia y realización. Empezar bien es haber cumplido ya la mitad del trabajo.
El Hijo que se abandona confiado en los brazos de la Madre Divina y siente, aun obscuramente, desde el empezar que el Sendero es el Sendero y que ya no habrá ya otro para él, está ya confirmado por los Maestros y difícilmente no llegará hasta el fin.
Este sentimiento interior e íntimo de confianza en Cafh no tiene nada que ver con las tentaciones, dudas y rebeldías que sacuden a los Hijos. Las asperezas exteriores y pasionales se liman por la mano del Superior experto, suavemente o con fuerza, pero el fuego ya brilla en el interior y el nuevo cuerpo ha nacido.
La vocación, cualquiera sea, como sentido de entusiasmo no puede durar. No hay nada que interese el alma siempre por igual. Pero la vocación espiritual es y ese ser lo que es sólo se confirma interiormente por la confianza y exteriormente por la dependencia.
La diferencia esencial entre los cuerpos físicos y los Cuerpos de Fuego es la mayor semejanza que tienen estos entre sí, muy superior a la semejanza que tienen los hombres por parentesco de sangre.
La semejanza de los Cuerpos de Fuego entre sí es resultado del esfuerzo común e interior en lograr un fin único.
Esta visión de un Hijo dará una idea de esta semejanza:
“Veía un grupo de hombres y mujeres perfectamente transmaterializados en un plano de clara luz. Las puertas, arcadas y muebles estaban formadas por las líneas que trazaban las sombras sobre la intensa luz. Los hombres vestían con simple etiqueta, con capas negras forradas de raso blanco y las mujeres elegantemente de negro. Lo notable en ellos era la luminosidad del rostro, el brillo oro rojizo de los cabellos y la uniformidad y semejanza de los rostros. La paz y seguridad de sí mismos les había quitado de la cara toda dureza y línea característica, si bien todos conservaban un aspecto de edad mediana. La obra que desempeñaban en el mundo los mantenía atados a la duración de sus apariencias.
Desapareció este conjunto y apareció el conjunto de los jóvenes. Eran exactamente iguales a los otros. El aspecto de juventud sólo se distinguía por una mayor tersura de su rostro.
Luego apareció el grupo de los más ancianos. Todos tenían los cabellos oro rojizo de gran luz y fuerza”.
La semejanza de los Hijos entre sí es cada vez mayor según el adelanto espiritual de los mismos e infinitamente más notable a la de la sangre.
Los Cuerpos de Fuego, por este lazo de fraternidad y semejanza, forman una cadena mística que los va uniendo indisolublemente y que es luz y vida del Cuerpo Místico de la Gran Obra de Cafh.
El lazo espiritual es bueno, real y verdadero, y está exento de la preocupación animal y sanguínea que obscurece los afectos más puros.
Está basado sobre una sana despreocupación que hace buscar primero el reino de Dios sabiendo que todo lo demás le será dado por añadidura y, como se ama al hermano a través de la divinidad, los frutos son de paz y sosiego.
Donde no hay intereses creados, esperanzas de recompensas, preocupaciones de herencia, hay comprensión, estímulo, consejo y un cariño imperturbable. Sólo quien lo conoce sabe cuánta dulzura y afectividad encierra el cariño espiritual y cómo se acentúa en el momento del dolor, de la enfermedad y de la prueba.
Además, el lazo espiritual de los Cuerpos de Fuego entre sí es fuerza sobrenatural para que los Hijos puedan sobrellevar ciertas pruebas y cruzar ciertos pasos del sendero. Ellos serán indefectiblemente los padres de los hombres de la raza futura.
La Idea Madre, transmitida a través de la voz Divina de las enseñanzas y realizada por el Hijo en su vida interior, necesita un canal adecuado para ser transmitida. Este canal es la mente, la energía y el Cuerpo de Fuego del Hijo.
A veces es necesaria, para la transmisión de ciertas enseñanzas fundamentales, una intervención más directa de los Maestros. Entonces este canal intensifica su fuerza de transmisión y el Cuerpo de Fuego adquiere una fuerza nueva y extraordinaria.
La vibración del Maestro se pone más y más en contacto con el Cuerpo de Fuego que se hace receptáculo vivo, no sólo de la enseñanza, sino de la energía y de la expresión del Maestro.
Los Maestros se apoderan del Cuerpo de Fuego del Hijo para manifestarse a través de él, sea transitoria o permanentemente y aún pueden transmitirse de un Hijo a otro en la hora de la muerte hasta cumplir determinada misión.
Esta transmisión de Maestros a Hijos es a veces tan intensa que éste cambia de aspecto, de modales y de voz durante un tiempo y toma actitudes completamente extrañas a él.
El Cuerpo de Fuego es la confirmación exterior y viva de la potencia de Cafh y de la realización del alma. Testimonio permanente, sobre la tierra, de la impermanente conquista espiritual.