Curso III - Enseñanza 14: Ascética de la Vida
Hay almas que ponen un empeño particular en la práctica de sus ejercicios de meditación y, sin embargo, no obtienen resultados evidentes de este esfuerzo. Sucede que saben meditar bien, pero sólo eso. Limitan su vida espiritual a la práctica de algunos ejercicios y no hacen más.
Es cierto que el ejercicio correcto y metódico da resultados evidentes, pero para que esos resultados sean espirituales hace falta mucho más que un ejercicio: debe emplearse todo el ser en una ascética continua, ininterrumpida, de Renuncia. De no ser así, aún cuando se obtengan resultados como experiencias místicas sorprendentes, no será nunca la mística pura de la Renuncia, mística de Unión Sustancial, sino una falsa mística con resultados materialistas.
Para que no sólo los ejercicios ascéticos místicos sino toda la actividad del alma produzca resultados eficientes, es necesario una ubicación vital, clara y simple.
En la vida lo importante es saber claramente qué es lo que se busca, cual es la aspiración fundamental. Esto es lo más importante. Luego subordinar todo esfuerzo y objetivo al logro de este fin. El que así hace llega rápidamente a su meta.
Pocos son suficientemente sinceros y valientes para confesarse qué es lo que quieren realmente y menos aún los que actúan de acuerdo a este sentir y empeñan su vida en realizarlo.
El Hijo puede obtener todo lo que se proponga, pero no todas sus conquistas le darán lo que él espera de ellas.
Lo primero es saber discernir, entre todo lo que se querría, cuál es la vocación genuina, aquella que dará la plenitud que se aspira.
Entre todos los caminos, entre todas las realizaciones, sólo una es para el Hijo, sólo una es su vocación.
Cada alma tiene su modo de llegar a la Unión con la Divina Madre: ésta es su vocación y no tendrá paz hasta que la descubra y realice.
El Hijo debe alcanzar rápidamente esta ubicación fundamental, que es su modo individual de realización de la Renuncia. Porque la Renuncia es el camino fundamental y único que lleva al alma a su liberación interior.
El ejercicio de meditación, hecho a través de la absoluta sinceridad del alma que busca su vocación, la define rápidamente; no sólo produce resultados eficientes sino que sus frutos son de liberación espiritual. Pero el ejercicio hecho sólo como obligación rutinaria, sin la intención sincera de dar nada de sí sino con el afán egoísta de envolverse en la seda de los consuelos sentimentales y en el dulce llanto de sus propios dolores se hace carga difícil de llevar, no da resultados espirituales y deja de ser verdadera ascética mística.
Los resultados evidentes de la ascética, dependen directamente de la ubicación del alma respecto de su vocación espiritual.