Curso III - Enseñanza 12: Amar en Silencio

Es difícil en estos momentos de convulsión e incertidumbre mantener un equilibrio interior que permita una visión clara, ecuánime y desapasionada de las cosas, de la vida y de sí mismo. Por eso, todo esfuerzo debe estar dirigido a centrarse en sí, tener una visión clara de sí mismo, tomar conciencia interior. Hay que explorar el interior del alma y controlarse continua, inflexiblemente, para adquirir una conciencia profunda y sentir el mensaje de la Renuncia.
El hombre llama amor a un sentimiento fugaz que se desvanece rápidamente con el tiempo y los cambios; con la misma palabra designa al instinto, a la pasión, al compañerismo y la amistad; no tiene otra para nombrar al mismo tiempo su anhelo de libertad y plenitud interior, espiritual. Todo se hace una misma cosa, todo se confunde, la ilusión envuelve siempre a los sentimientos contradictorios y nunca se halla al final del amor lo que se soñaba alcanzar. El ser ha de tomar conciencia de su propia fuerza interior, concentrarla en sí y volcarla en un puro y simple acto de amor de ofrenda, de entrega, de Renuncia, a la Divina Madre.
El alma debe morir en su entrega continua de amor, para que su amor humano sea todo consumido y transformado en la llama purísima del Eterno y Divino amor.
Sólo la Renuncia hace del amor natural un amor sobrenatural. No es en la búsqueda de la propia satisfacción y felicidad donde se halla la paz, sino en el amor que se da, sin esperar nada, sin ansiar nada, donde el pequeño corazón del hombre se transforma en el Celeste Corazón de la Divina Madre.
Si en el amor se pudiera hacer diferenciaciones, se podría decir que hay dos amores: el primero, con todas sus gamas, del cual se puede hablar y explicar; el segundo, que se vive en el silencio, en el misterio interior del alma.
El primero no es sólo el amor humano, sino también el amor humano que tiende a hacerse divino: toda esa aspiración ferviente del intelecto y del corazón que busca elevarse, purificarse, sublimarse y que se siente a veces como impulsos casi irresistibles, llenos de plenitud, de ansia de entrega, de ofrenda.
Siempre se caracterizan por la intensidad de la vivencia que despiertan; son grandes movimientos emotivos y sensibles. Esto puede ocurrir a veces durante el ejercicio de la meditación o en cualquier momento, al hablar con un alma, frente a un bello cuadro, ante la frase de un libro.
Pero existe otro amor que no tiene tantos signos sensibles; es más bien un estado de amor que no se sabría explicar en que consiste, pero que lleva cada vez más hacia adentro, hacia el silencio del corazón.
Es algo que no se quisiera tocar, sino dejarlo allí, en el tabernáculo secreto del alma; no arrastra como una llamarada ardiente, pero tampoco se apaga; siempre está allí como una seguridad infusa similar a la del niño que, seguro en el regazo de su madre no piensa ni siente; sólo sabe que está y no quiere irse de allí.
A través de este toque en el corazón la Divina Madre conduce al alma a la verdadera vida interior, aquella que no se gasta en palabras ni en sensaciones, pero que afirma al ser en su centro divino y se transforma en una conciencia espiritual cada vez más plena y total.
Por eso cuando se ora y especialmente cuando se medita, no hay que buscar la repetición de algún estado sensible, sino ir hacia el interior con palabras y pensamientos muy simples, cada vez más adentro, más profundo, al silencio insondable del corazón, para escuchar allí la voz de la Divina Madre que habla en silencio.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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