En pleno desarrollo de la Raza Atlante, una de sus subrazas, la Semita, había aparecido con la misión especial de ir formando un tipo de hombre fisiológico y mental apto para formar el tipo de la Raza Aria.
Asia, la primera tierra que tenía que explorar el hombre ario, se levantaba entre mesetas de coral, entre rocas aún no holladas; adornada por una vegetación exuberante, aunque lúgubre, coronada de altísimas montañas, como un signo de enigma y de misterio para aquellos que tenían que conquistarla.
Las diez Tribus, dirigidas por los diez Sabios, tomaron los nombres de éstos.
La tribu de Marichi permaneció en el Tibet.
Las tribus de Atri, Pulatya y Pulaka se establecieron en distintas partes de la Mongolia.
La Tribu de Vashishia había abandonado la Tierra Sagrada atraída por el misterio de los grandes desiertos, de los grandes bosques y de los desfiladeros de las grandes montañas que veían en el horizonte.
Cuando las Tribus del Manú Vaivasvata abandonaron las tierras de la precosta del Sudeste asiático, dejaron allí a un pueblo que iba perdiendo rápidamente las características atlantes.
Tenían que ser preparados para pertenecer a la Raza Aria y ser los fundadores de la segunda subraza, la ario-semita.
Los ario-arios de la Tribu de Marichi, que no emprendieron la conquista de la precosta, tomaron unas características que se fueron acentuando en el período comprendido entre las postrimerías de la primera subraza y los comienzos de la segunda.
Hace cien mil años empezó la subraza ario-semita.
Estos pueblos veían cómo les iba desapareciendo la tierra bajo sus pies, pues el mar iba comiendo rápidamente las islas atlantes.
Los ario-semitas, relativamente pacíficos, guiados por los Grandes Iniciados, se diseminaron a lo largo de toda la costa del Océano Pacífico, fundando colonias y desecando territorios pantanosos.
Mientras imperaba la subraza ario-semita ocurrió el cuarto y último hundimiento de Atlántida, hace 87.000 años.
Los ario-semitas, que de agricultores se habían convertido en pueblos fuertes y poderosos y que empezaban a dejarse asimilar por los atlantes, levantaron poderosas ciudades, aunque ellos no trabajaban en ellas.
Con anterioridad al cuarto gran diluvio atlante, los sistemas hidrográficos de continentes e islas, tanto en lo que se refiere a lagos como a ríos, eran pobres. No había lagos de agua dulce; los existentes, en realidad grandes pantanos, eran salados debido a que se comunicaban con el mar.
Los iranios se desparramaron en distintas direcciones dominando, al cabo de un milenio, todo el mundo por ellos conocido.
Los atlantes habían desaparecido definitivamente del continente y moraban en las dos grandes islas que quedaban del continente hundido en el medio del Atlántico; eran conocidos por los pueblos iranios, más como mitos que como realmente existentes.