Todas las expresiones de dolor enumeradas hasta ahora y enaltecidas por el Sacrificio de aspecto tan sutil, sea en su manifestación interna, sea en la externa, nada quitan a la consideración de los sufrimientos y de los sacrificios más groseros y materiales.
El dolor es, entonces, compañero de todos los hombres, bajo todo aspecto y forma. Las fuerzas mentales se ven continuamente obstaculizadas y oprimidas por las deficiencias físicas, por las enfermedades. Un médico dijo que la Humanidad está enferma y no decía mal, ya que no hay hombre que no padezca algún mal físico más o menos grande.
La inefable felicidad es la realización del estado potencial y el dolor es la realización del estado activo.
En suma, la vida se manifiesta en todo su esplendor a través del sufrimiento.
El peso más grande, la carga más pesada que soporta la Humanidad son las taras morales de los individuos. Espanta ver en un niño el feroz instinto criminal que mañana lo llevará al delito y a la destrucción de sus semejantes.
Se ha llegado al último misterio, al más solemne dolor, al Sacrificio que nadie puede eludir. Porque, ¿quién puede vencer a la vejez y a la muerte?
Es siempre causa de pesar para el pobre ser humano ver cómo se le escapan los años de entre las manos; ver cómo, rápidamente, huye el tiempo y, por mucho que se apure, por mucho que se afane, muy pocas de las ilusiones forjadas en la juventud pueden ser cumplidas; o, a lo más, cuando empiezan a gozar del fruto de su obra, ya flaquea la memoria, se debilitan los sentidos y los achaques de la vejez le impiden el deleite mental de la victoria.