La Renuncia, al desechar los valores establecidos, es creadora de nuevos valores.
Si el alma abandona el mundo completa y totalmente, si muere al mundo, es porque en el mundo no ha encontrado la solución a su problema íntimo frente a la Humanidad, al Universo, es porque la moral de los hombres no ha podido satisfacer a su alma, a su vida interior.
Existe en el Tíbet una mística extraordinaria relativa a la consideración de la muerte y a la muerte mística, que es necesario que los Hijos conozcan.
La mística de la muerte era en la antigüedad una cosa común y corriente.
La Renuncia, como es un holocausto permanente de vida, no sólo es el único bien y medio de salvación para el alma que la ha abrazado, sino es el único medio para ayudar al mundo y redimir a la Humanidad.
El alma que renuncia, que se consagra a Dios, por esa consagración se hace responsable del adelanto espiritual de todas las almas del mundo.
Todos los seres tienen una misión y se hacen responsables de su cumplimiento, pero la misión más extraordinaria y de mayor responsabilidad es la de las almas consagradas.
El Retiro Espiritual es un bien que es dado a los Hijos anualmente para que puedan tomar nuevas fuerzas, volver a pensar y sentir todos los movimientos interiores de la vocación espiritual que les ha sido concedida.
No se puede dejar pasar un Santo Retiro sin echar una mirada hacia aquella dichosa Eternidad desde donde viene el Mensaje, la asistencia, el consuelo; ese puente que hay que cruzar para ir a la realización del ideal, el que lleva desde esta vida miserable a la Vida Eterna, sin acordarse de aquellos Protectores, Santos Maestros, guías espirituales, compañeros que han precedido y que constantemente tienden la mano para que los Hijos pasen rápidamente.