La Concentración consiste en lograr que la materia mental no tome ninguna forma para que adopte una sola forma.
La Concentración se efectúa de dos maneras; una objetiva y otra subjetiva.
Primer Ejercicio: En las horas matinales, en un lugar apartado y tranquilo, ha de sentarse el estudiante con el cuerpo y la cabeza bien erguidos y las manos abandonadas sobre las rodillas; vocalizará lentamente alguna fórmula sagrada o una palabra constructiva de su preferencia, imaginándose verse rodeado de un color amarillo oro.
La Contemplación es el paso definitivo que da el alma desde la Ascética a la Mística.
Se le llama Ciencia Secreta de Dios y Don Divino porque a esta altura del desenvolvimiento espiritual el alma es directamente ilustrada por los Maestros; por esto mismo algunos creen y aseguran que ella es un don, una gracia que sólo tienen determinadas almas privilegiadas y que no todas, ni aún las muy adelantadas, pueden pretender llegar hasta aquí.
La Contemplación puede ser Tenebrosa o Iluminativa. En realidad estas divisiones son arbitrarias porque no se pueden determinar exactamente estos dos estados. El alma, más bien, se va haciendo más contemplativa y queda absorbida por este santo ejercicio por un tiempo cada vez mayor.
En la Unión el alma se transforma en Dios. Ella queda como deificada; los velos sutilísimos que rodean a la Mente Superior y que constituyen la parte más elevada del ser, desaparecen momentáneamente durante el acto de la Suprema Realización, como si el Espíritu absorbiera y transformara por completo al alma.
Todas las normas que se han ido trazando para lograr la Unión Divina tienen sus excepciones.
Hay almas que no conocieron jamás la Meditación y otras que, ignorando los ejercicios de la Concentración, han llegado, sin embargo, a una perfecta Unión con Dios.