Los Atlantes poseían una religión divina que, considerando al Absoluto como fuente de todas las cosas y única realidad, despreciaba considerar la vida física y la finalidad del hombre después de la muerte.
Un pueblo Semita se había expandido en diversos lugares del Asia y se había transformado, de tribus errantes en fuertes pueblos, como los Fenicios, los Arameos y, en menor escala, los Moabitas.