La India había degenerado su religión de tal modo que se había convertido en una pura idolatría exterior.
Las castas superiores tiranizaban al pueblo infundiéndole terror religioso. Hasta las imágenes de los dioses, de aspecto horrible, con cabezas de monstruos y posturas macabras, no infundían amor ni veneración, sino superstición y pánico.
Doscientos cincuenta años antes de Jesús Cristo unos misioneros budistas se internaron en la China para predicar la doctrina del Excelso.
Fueron allí recibidos muy benévolamente y la nueva doctrina se fundió muy pronto con las antiguas religiones existentes.
Los orígenes de la civilización de China (Chun-Chin) se pierden entre las brumas de los tiempos védicos, pues Vedas fueron las tribus que se asentaron sobre el peñón de Chung-Yang, venciendo a sus primitivos habitantes, asimilándose y aclimatándose con ellos.