Oratoria

Curso XXXIII - Enseñanza 11: Higiene Verbal

Además de las recomendaciones del Método y aquellas tan breves y valiosas de “Reserva”, se recapitulará elementos, motivos, tipos de higiene de la palabra. Amplitud del vocabulario. Método: Buscar sinónimos y antónimos de cada palabra, a fin de notar los diversos matices y acepciones en las cuales puede ser empleado cualquier sustantivo o calificativo.

Curso XXXIII - Enseñanza 12: La Voz

El órgano de la voz se asemeja, al parecer, a los de la vista y oído, pero difiere de ellos en un punto esencial: en que las operaciones de la vista y del oído son resultado de un acto involuntario.

Curso XXXIII - Enseñanza 13: La Lectura

La lectura, como práctica para aplicarla a la oratoria y también por sí misma, es importante. La parte técnica del arte de leer versa sobre dos objetos: la voz y la pronunciación, los sonidos y las palabras.

Curso XXXIII - Enseñanza 14: Esquema Histórico de la Oratoria

Podríase inferir, no sin acierto, que la elocuencia es hija de la poesía. Aún no había oradores, en lo que se entiende la oratoria como arte de persuadir, razonar y debatir, cuando Homero había cantado su inmortal Ilíada.

Curso XXXIII - Enseñanza 15: La Predicación en la Iglesia Cristiana. Su Ortodoxia

La predicación (pro aperto dícere) es aquella legítima dispensación de la palabra de Dios. Entiéndese, además, como la transmisión oral de una doctrina a través de sus autorizados ministros. El cuerpo de la doctrina es formulado entonces por medio de reglas, preceptos, principios que su agente religioso transmitirá íntegra y fielmente; y en ésta fundará, acrecentará y conservará la revelación de la que la palabra es vínculo en la mística de la predicación.

Curso XXXIII - Enseñanza 16: Oratoria Sobrenatural de los Profetas Bíblicos

“El pueblo de Florencia no parece ignorante ni grosero; sin embargo fue persuadido por fray Jerónimo Savonarola de que hablaba con Dios. Y no quiero juzgar si era verdad o no porque de tal hombre se debe hablar con reverencia; pero yo digo bien que muchísimos lo creyeron sin haber visto cosa alguna extraordinaria para hacerles creer así: porque su vida, la doctrina y el tema que desarrollaba eran suficientes para que se le prestase confianza”, dice Maquiavelo en sus “Discorsi”, refiriéndose al profeta de la muerte de Lorenzo de Médicis y del papa Inocencio y de la llegada del nuevo Ciro a las tierras de Italia.