Los Atlantes poseían una religión divina que, considerando al Absoluto como fuente de todas las cosas y única realidad, despreciaba considerar la vida física y la finalidad del hombre después de la muerte.
Un pueblo Semita se había expandido en diversos lugares del Asia y se había transformado, de tribus errantes en fuertes pueblos, como los Fenicios, los Arameos y, en menor escala, los Moabitas.
El concepto de un Dios personal como centro y vida de su Universo, creador de todos los seres, es una concepción del pensamiento egipcio.
El Ishwara de los Hindúes es el punto único que une lo Infinito con lo finito; al reverenciar a Ishwara el hinduísta venera a la Eternidad de la cual emana, pero el Dios de Egipto es Él y nada más que Él.
El filósofo deísta se pregunta: Si yo soy hijo de Dios, engendrado por Él, ¿por qué no he de poder ser Dios?
La mente humana, después de dedicarse a la especulación a que es tan afecta, se resiste a la idea final de que nunca será Dios, sino será, solamente, semejante a Dios.