Inocencio III aleccionado por las luchas de las investiduras contra las cuales tanto había combatido Gregorio VII, asentó todo el poder del pontificado romano en la faz jurídica absolutista.
En el año 1198 subió a ocupar la silla de San Pedro el hombre de la noble familia de Signa, en la flor de la edad que, bajo el nombre de Inocencio III debía luchar con incontrastable valor contra todos los enemigos de la justicia y de la Iglesia y dar al mundo el modelo más acabado de un soberano Pontífice, del verdadero rey Sacerdote Iniciado, el prototipo del Vicario de Jesús Cristo.