Curso XLVII - Enseñanza 45: Ofrenda de Vida (13/02/1960)

Lo que distingue esencialmente la vida de los Ordenados y sobre todo la vida de los Ordenados de Comunidad de los demás Hijos y seres del mundo, es la ofrenda de vida, de la fuerza vital y del ser. Por eso la virtud que los Ordenados de Comunidad, especialmente, más han de amar y más han de defender es la virtud de la castidad. Por la virtud de la castidad los Ordenados se transforman virtualmente en unos seres privilegiados sobre la tierra, seres divinos sobre la tierra, seres que completan, transforman, divinizan, eternizan el Voto de Unión.
Hablar de la virtud de castidad a Ordenados de Comunidad no es cosa fácil ni es cosa conveniente, porque por el método de vida que ellos llevan por la participación constante que ellos tienen en su vida diaria a la vida divina, es casi imposible que haya algo que sea contrario a esa virtud sublime y extraordinaria.
Por eso es mi intención hoy hablar de la castidad, no como una virtud vulgar, sino hablar de la Castidad como una Virtud de Ofrenda, como una Virtud Sublimante.
El Ordenado de Comunidad es casto, sobre todo, porque transforma su presencia humana en una presencia inconsubstancial y divina. Ir a la Comunidad, entrar en esta vida santa y extraordinaria es, en una palabra, perder no sólo la personalidad corriente de los seres, sino perder todas aquellas características que distinguen a los seres humanos entre sí.
Se podría decir que lo que constituye, sobre todo, la atracción de los seres entre sí, es la distinción como característica de cada uno de los seres. Como si a través de la diversidad de las atracciones humanas y físicas, los hombres encontraran el medio para su goce material.
Por eso el Ordenado con su Presencia hace la primera ofrenda a la Divina Madre. El Silencio, el Método, la Rutina, el modo de vestir, de hablar son todas expresiones de esta sublime castidad de Comunidad. Sobre todo y a pesar de todo, el modo de vestir, a pesar de que hay un refrán muy antiguo que dice que el hábito no hace al monje, sin embargo ayuda. Cuando está revestida una persona con los caracteres que expresan el mundo y a los otros su estado, es muy difícil que esta persona no esté compenetrada de su condición, es muy difícil que lleve el velo sin que se sienta compenetrada de este misterio de la Presencia Divina, compenetrada de divinidad y castidad, que no sienta la emoción de participar de la vida de la Divina Madre. Es esta presencia continuada del Hijo que hace que pierda toda característica individual y se transforme únicamente en una figura expresiva del Servidor de la Divina Madre; esa participación es Presencia de castidad.
Con su sola figura el Hijo o la Hija es una presencia de castidad para todos los seres.
Con el correr del tiempo esa presencia se hace cada vez más impersonal. Lo impersonal en el Hijo es su Presencia de Castidad. Cuando se oye a una persona que ha visto a varios Hijos decir que no los sabe distinguir, quiere decir que ha percibido la Presencia de Castidad del Hijo. Sólo queda la figura, la figura del Ordenado de Comunidad.
Eso que hace y ayuda a hacer el hábito y sobre todo hace el hábito interior del Hijo, que al no tener posibilidades de expresiones humanas, transforma las emanaciones de su figura material en una sola expresión: el magnetismo de ofrenda.
Vuestra presencia continuada, aún dentro de Cafh, es presencia de Castidad, de una verdadera ofrenda de vuestras fuerzas vitales.
Esta castidad de presencia, al ser continua, se transforma en una participación a La Castidad de los grandes seres que tienen los destinos de la Humanidad.
Siempre estamos en lo mismo. Ustedes ven que hay distintas corrientes en las ideas religiosas. En el budismo, para realizar a Dios hay que ser casto, absolutamente casto, evitar el matrimonio. Otras corrientes dicen, como la evangélica, que no, que el hombre tiene que realizar a Dios a través de la vida natural; esto quiere decir, del matrimonio.
Esto es grande y bueno, pero no es toda la verdad. La Verdad es que los seres humanos tienen que ir a procrear -Cristo lo dijo-, pero Cristo es casto, los Apóstoles y los que lo siguen son castos. Quiere decir que si todos los seres tienen que rendirse a la fuerza humana, sin embargo hay un número entre todos los seres, destinado para una vida sobrenatural sobre la tierra.
Los seres humanos, llevados a la vida natural, tienen que seguir la vida del matrimonio, tienen que entregar sus fuerzas vitales. El común de los seres tiene que seguir esa senda, pero los pocos no tienen que seguir la ley natural.
A los primeros dice Cristo: “Id a procrear”, pero a sus discípulos les dice: “Deja al padre y a la madre…” y esto no admite más explicación.
Entonces el Hijo con su ofrenda vital participa a la Vida Divina de los seres divinos que fueron, que son y que vendrán; de los que han sido castos y abandonaron la vida común para seguir una vida de castidad.
Los Hijos Ordenados de Comunidad participan de la vida divina de todos los movimientos espirituales de la Humanidad; en una palabra constituyen la selección, la participación a las almas divinas que han de salvar, que han de redimir a la Humanidad.
Quiero dar una idea general, idea filosófica de la doctrina de la Castidad.
La Castidad, entonces, en el Hijo de Comunidad, al ser divina, misional y salvadora, cumple todo el ejercicio sacerdotal y divino de los Hijos mandados por la Divina Madre a la redención del mundo.
Nuestra castidad es de presencia, es participante, es la expresión viva de la reversibilidad sobre la tierra.
Una verdadera castidad en la vida de Comunidad es expresión perfecta de vida de Comunidad. No puedo explicarlo Hijos.
Una Hija que llega a la Comunidad y ofrenda su fuerza vital, a través de su participación va perdiendo su personalidad física.
Ese es un trabajo que lleva tiempo; la mujer es femenina, es la expresión de lo femenino sobre la tierra. Pero en la Comunidad pierde esa característica, su modo de mirar cambia, su voz tiene un timbre distinto. Todas tienen un mismo modo de expresión, pero hay aquella que todavía no ha llegado a eso, le falta algo del pulimento de su castidad.
Por ejemplo, la forma de caminar. A la mujer se la conoce en su modo de caminar. Aquí ya no es más femenino. Cambia. Es una expresión de derechura frente a los seres del mundo. Se endurece un poco. Su expresión es un poco más dura, su caminar es más varonil; eso es reversibilidad.
Lo que distingue al varón en el mundo es la rudeza. El hombre tiene modales rudos. Es la expresión de su aspecto viril. La reversibilidad que da el don de la castidad lo hace más suave en el modo de hablar. Sus manos pierden esa característica varonil: en el hombre son las manos. La mujer tiene manos más de hombre.
Los hombres del mundo no comprenden. Dicen: “son todos iguales”, pero sólo nosotros sabemos de la transformación que se ha efectuado.
La reversibilidad es expresividad. El hombre tiene que cambiar su expresión. Tiene que cambiar su trabajo y recién entonces podemos hablar de una castidad de holocausto, absoluta, de vida.
El holocausto de la castidad es la renuncia que hace el ser a los goces más inocentes y más legítimos de la mente y del corazón. Aquí empezamos a planear más alto.
El holocausto de castidad es algo tan sutil y extraordinario que sólo lo puede conocer aquél que lo siente y lo realiza. Es una muerte de nuestra visión intelectual, una muerte de nuestro sentir del corazón. Muerte de todo lo que constituye la vida exterior de los seres humanos. Tampoco se puede expresar con palabras porque no tiene expresión.
Un ejemplo: Un Hijo de Comunidad que ha permanecido varios años en una Comunidad, cuando llega el momento de irse, ofrenda inmediatamente ese Divino Amor a la Divina Madre. Eso es castidad. Renunciar a esos goces aún santos y divinos.
Otro ejemplo: Un Hijo Ordenado ha sido puesto en trabajo que lo hace con todo amor y también le ha tomado cariño a los chicos que le confían. Mañana es eliminado de eso; renunciar a saber cómo están esos niños. Eso es castidad de holocausto.
Otro ejemplo: Un Superior que lo han sacado del lado de Hijos que quería mucho. Eso es ofrenda de castidad, holocausto de castidad. Son goces pequeños, no puedo desearlo, pero lo son.
Es la sal de nuestra vida.
La castidad es la fuerza que mueve nuestra vida espiritual. Toda Cafh está fundamentada y cimentada en nuestra caridad. Es el tesoro más grande y precioso que pueden tener los Hijos de Cafh.
Hablar de esto es muy vano, porque se dice con el pensamiento y se siente en el interior y no se puede expresar.
¿Qué puedo yo desear más que pedirle a nuestra Divina Madre que Ella viva en nuestro corazón y haga de nuestro corazón un santuario de castidad? No podemos pedirle a la Divina Madre una castidad física porque no puede ser de otro modo, pero le pido a la Divina Madre que nos conceda la espiritualidad de esta divina virtud, la parte divina y sublimante de esta divina virtud; que haga que nuestra presencia sea presencia de castidad, que nuestra participación a la salvación del mundo sea participación de castidad, que haga que nuestra vida, desprendida de todas las cosas del mundo, sepa ser reflejada en todos los aspectos de la vida para mantener este don de castidad. Que haga de nuestra castidad la fuerza, el palanquín de nuestra ofrenda, un corazón fuerte para la castidad, porque sólo los corazones fuertes saben ser castos.
Que ablande todos los modales exteriores, que nos dé manos fuertes para la misericordia y la caridad. Que en todas nuestras expresiones humanas desaparezca el rastro de lo personal para que estemos en su Divina Presencia; que nuestra presencia en el mundo no sea más que una expresión de castidad, de pureza verdadera. Le pedimos que esa castidad sea continuada, que nuestro método, disciplina, continúe con nosotros, que los fantasmas impuros no vengan a tentar a los Hijos e Hijas en las horas impuras; que uno pueda ir con el propósito para que la carne no sea molestada en esas horas de tinieblas y esos fantasmas se ausenten de nuestro alrededor; que los ángeles nos rodeen para que ninguna fuerza extraña nos moleste cuando no estamos en el dominio de nuestra voluntad.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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