Curso XLVII - Enseñanza 43: Ceremonia de Votos Solemnes (30/01/1960)
Emitir un Voto Solemne es un acto, en el camino de realización de los Hijos, de extraordinaria importancia, de vital importancia, de única importancia. Yo, en sí, no creo en los votos sucesivos; personalmente, yo creo en el voto en el momento de la primera entrega, del primer acto de amor que nos une a la Divina Madre. Pero creo en la importancia extraordinaria de los Votos que nos responsabilizan frente a nosotros mismos, frente a la Sagrada Orden y sus componentes y frente a la Humanidad.
Por eso el Voto Solemne es de extraordinaria importancia.
El alma que se presenta frente al altar de la Divina Madre para realizar este holocausto maravilloso, ofrenda el pedazo mejor de su vida, la parte más extraordinaria de su exteriorización humano-divina.
¡Hija! llegar a emitir el Voto Solemne, dar irremisiblemente a la Divina Madre siete años de vida es un acto que hace dar envidia a los seres divinos, a los mismos Divinos Iniciados.
Pero uno es un pobre ser humano, hecho de barro, de carne y de sangre, que por la ofrenda se transforma en un ser sobrenatural, porque ¿no es acaso un ser divino, aquél que ofrenda los mejores años de su juventud, aquél que renuncia a toda posibilidad de vida, aquél que da un adiós a todas las ilusiones del mundo, aquél que da un soplo sobre la linterna de todas las ilusiones, un adiós a todos los disfraces de la vida, de apariencia transitoria y ofrenda todas las posibilidades y esperanzas de los cambios y sucesiones de la vida?
Siete años representan la juventud; son muchos, los mejores años, esta vida que tiene tan poco de lindo, de hermoso, entre las pocas cosas que alegran el corazón de los seres y ustedes le dan los siete más maravillosos años.
El Voto Perpetuo será una confirmación de esta magnífica ofrenda, un sello, pero es ahora cuando la entrega del alma surge en todo su esplendor, porque da lo mejor de ella a la Divina Madre.
Sabemos muy bien todas las ilusiones que encierra el mundo y que esconde más tristezas que alegrías, pero la Humanidad tiene el consuelo de la ilusión. Hoy Hija, usted le da la ilusión a la Divina Madre.
Cuando empieza la vida se lo hace todo color de rosa y si bien en lo íntimo se sabe que muchas cosas no resultarán, sin embargo se encuentra un poco de alegría en esas ilusiones.
Desde hoy no habrá más ilusiones, Ella ha tomado lo mejor de su alma, el corazón especialmente. Hoy no habrá ni la ilusión de creerse bueno.
Eso es muy importante en la Santa Ordenación. Todos tenemos una parte mala que en los seres consagrados se va eliminando poco a poco, pero desgraciadamente hay seres en este mundo que tienen una parte mala que es tan poderosa que no la podrán vencer. Pero hay una misericordia de Dios.
Una madre dice: “¡Ah, mi hija es tan nerviosa, distraída, rebelde!” Tantas cosas así oímos decir porque la madre no tiene coraje para decir que todas las manifestaciones exteriores son el indicio de un gran mal que hay en el interior.
En la Ordenación esto no es posible porque aquí se descubre, limpia y saca. Es tan ordenada nuestra disciplina que si hubiera un alma que tuviera esa desgracia, porque tener esos defectos es una desgracia y hubo almas que la tuvieron aquí y fueron vueltas al mundo, y esas almas pueden decir qué les pasa porque esa es su única triste herencia y porque es eso lo que ellas son. Las almas ya no tienen derecho a esas ilusiones que les hace más llevadera su vida. Aquí todo sale afuera.
Esta es verdaderamente la muerte de las manifestaciones exteriores y es gloria cuando un alma se ofrenda, se da a la Divina Madre.
Usted hoy es como si muriera, porque da lo mejor de sí misma: la juventud, la ilusión, la vanidad humana, la posibilidad de variantes de la vida; pero más allá de esa tumba, una vez resucitada, usted volverá a vivir con una vida toda extraordinaria y divina.
¿Acaso cree Usted que un solo suspiro ofrendado a la Divina Madre se ha perdido, que una ilusión de su corazón, una fantasía de su pensamiento se ha perdido? No. Nada se ha perdido; todo se transformará, tomará un brillo especial, nuevo, será coronado con la aureola divina que diviniza el holocausto.
Todos somos de carne y hueso, pero su ofrenda borra todas las imperfecciones, las distracciones de la mente y muy particularmente la Madre Divina las toma como un ramo de flores y las transforma en flores eternas.
Su ilusión del día se transformará en una realidad; las ilusiones de su niñez se darán a la Humanidad, serán la realidad de la Humanidad.
Hermosa muerte que la hace tan fulgurante, tan real. Antes estaba sujeta a las variantes de la vida, posibilidades, apariencias.
Usted será siempre usted, la Hija de la Madre, la Llama que brilla delante del altar, la madrecita de todos los que están perdidos, que penan.
Imagínese Usted que Dios le ha dado la misión de iluminar al perdido en la noche oscura. ¡Divina y extraordinaria misión! Dése hoy toda entera, ya que ha resuelto consagrarse. Su ofrenda sea total, real y verdadera, verdadera muerte.
Tome su espada hoy para abrirse el corazón, para que no quede ni una gota de sangre y sea toda del Celeste Corazón de la Divina Madre.
Sea la rosa de oro, secreta semilla de las almas eternamente consagradas al Eterno Amor.
Levántese usted para ser apoyo de todas las mujeres, para transformar las cenizas en un resplandor divino, en la hoguera de Kaor que brilla sobre toda la Humanidad, sobre la nueva raza, fundadora de una Humanidad mejor, de hombres más felices y mejores.