Curso XLVII - Enseñanza 40: Recomendaciones sobre Educación (29/11/1958)
Quiero dejarles hoy algunas recomendaciones. Hemos tenido este año, como tenemos todos los años, una nueva experiencia, o mejor dicho, todos los años y así es siempre, se va aprendiendo algunas cosas nuevas en la labor que la Divina Madre nos ha encomendado, y todas las Hijas van poniéndose en condiciones de servir verdaderamente a la Divina Madre a través de la asistencia a los niños varones de este colegio; hay algunas niñas también, pero la finalidad de este colegio es la educación de los niños varones.
Ahora, las señoritas que están al cuidado de estas almas, de estos niños, tienen que estar siempre vigilantes, atentas. Ustedes ven que el chico es un manojo de sorpresas. En el momento menos esperado es cuando hacen una travesura, una picardía; cuando hace algo indebido es cuando menos lo esperamos; en ese momento nos revela un pensar y sentimiento que no imaginábamos en él. Tienen que extremar la atención. Les he dicho muchas veces que esta atención no puede ser trabajo para un Ordenado, como lo puede ser para un hombre del mundo, que gasta tanta energía que luego tiene poca; pero nosotros que estamos todos dedicados a la Divina Madre y podemos concentrar todas nuestras energías en Ella, quiere decir que no tendríamos que descuidar nada en ese trabajo.
Hemos de tener cien ojos, manos, fuerza, visión y capacidad; y sobretodo ha de haber en la Hija Ordenada un don extraordinario de asimilación de experiencia. Quiere decir que una experiencia basta plenamente para una sola vez y no necesita dos veces para aprender.
Entonces verán que en el año entrante las cosas serán todavía mejores, distintas; los problemas que hemos tenido este año no se repetirán. Tendremos problemas nuevamente, pero no se repetirán.
Entonces hemos de hacer como un recuento de este año.
He notado que entre los chicos ha habido un poco de nervios, rebeldía, pero no una rebeldía infantil, un poco de chicos grandes. Bien, este caso no tiene que repetirse porque eso está totalmente en nosotros, estimadas Hijas, en el sentido de que tenemos que darle absoluta importancia a todos los niños y del mismo modo no hacerse la idea de que porque es de poca edad, calla.
Los niños tienen comprensiones inauditas, extraordinarias, de las que ni nos damos cuenta. “Bueno, yo me escapo, me voy a mi casa”, dicen. Es una reacción nerviosa que nosotros hemos de controlar en nosotros mismos. Sin embargo, cuando yo reprendo al niño ¿estoy serena, hago yo siempre como hace la serpiente que dice: “te voy a picar” pero no lo hace? Eso es lo importante.
No tiene que haber un solo niño que diga: “yo me voy”. El niño que diga eso se lo manda a la casa.
Los chicos repiten siempre la misma música. Ustedes lo deben hacer como yo lo he hecho y no se repite. Es una cosa desagradable. Vuestros ojos deben ser clarividentes, ver bien a los niños. No vean al niño que tienen delante sino a todos, sobretodo los que están atrás. Los que tienen cerca son los más buenos y dóciles, los traviesos están escondidos, se escapan, están atrás de las piedras; que no vayan al camino. Si van al fondo, se van a los peligros y ya estamos bastante escarmentados de confiar que los niños están seguros. No queremos que vuelva a suceder. El caso de Hugo, cuando estaba bailando encima del pozo negro en el fondo. Si no sale un Hijo, se va abajo y no lo encuentra nadie (hay dos pozos negros, el nuestro y el del vecino). Piensen qué peligro grande.
Los caminos están recién pavimentados. Piensen lo que puede hacer un chico que va al camino. Los chicos van y vuelven. El peligro es el camino, por donde pasan autos, camiones; por la loma viene un coche sin que uno se dé cuenta. Piensen en esto para que no tengamos nada que reprochar a nuestro corazón. Los niños corren peligro en el momento menos pensado. No hay que pensar en vigilar, sino vigilar, estar encima y no permitir que ni uno se aleje de nosotros. Recontarlos continuamente para saber el número de los chicos.
Hemos terminado bien el año, siempre al final todo se soluciona, porque las cosas salen más o menos bien y nosotros estamos unidos.
Ahora demos gracias a nuestra Divina Madre que al santificar vuestras manos y pies, os sea dado infundir tantos buenos sentimientos en el alma de estos niños, porque ésta es la confirmación de que nuestra labor no es educacional, sino sobrenatural.
Lo que han enseñado como madres no lo olvidarán nunca. Tendrán momentos de desvío, de oscuridad, pero las Enseñanzas surgirán y, sobretodo, el cariño que les hemos dispensado.
Hemos terminado nuestra labor. Los hemos depositado en las Manos de nuestra Divina Madre; ahora cerremos la tranquera bien cerrada. Vigilad bien la clausura y el Radio de Estabilidad y nosotros recojámonos en el silencio y la oración.
¿De dónde nos viene a nosotros la fuerza para hacer tantas cosas, esa fuente inagotable para aportar en todas partes lo que necesitan los seres? Nos viene de nuestros votos, de nuestra renuncia, y sobre todo de nuestro amor interior, del amor de nuestro corazón y ya que tenemos esta gracia, hemos de cerrar todas las puertas, sobre todo de nuestros sentidos.
Han estado un año allí, al pie del cañón; ahora es necesario que vuelva esa paz, cerrar los ojos y no desear ni querer ver lo que han hecho para estar en la tranquilidad de los sentidos y poder sentir el amor de la Divina Madre y ver el Adorable Hijo que Ella lleva en sus Brazos.
Estar sin otro pensamiento que nos aparte de todas nuestras obligaciones, porque cuando uno cose lo hace maquinalmente, se puede equivocar, pero luego se reconcentra más en el interior. Aprovechemos las horas de soledad: hortens corda sor mea Sponsa… y ven Esposa, Hermana mía… a dar gracias, la gracia espiritual… y permanezcamos solos, el alma y el espíritu.
Demos gracias a Dios a fin de que nada enturbie la paz de nuestra alma. Ha llegado la primavera y el Señor viene: “Surge amica mea et vedi”; levanten la faz conmigo, al retiro interior del silencio y de la verdadera entrega.
Encontraremos bonificación sublime a nuestros trabajos, preocupaciones, que fueron originadas al tener que luchar con los niños y con los padres; todo lo encontraremos allí pero muy sublimado.
Cuando se muere una persona, después no nos damos cuenta de sus defectos. Así son las obras que no nos han costado trabajo, sacrificios, después se embellecen. Así es lo que nos da goce y alegría y no conoce el rencor.
Esa es la única llama de los antiguos caballeros que decían: “Mi fuerza está en mis heridas, en mi sangre derramada, en mi dolor, allí en el sufrimiento sublime”. Encontramos en esto la verdadera realización.
Únicamente la sangre de la ofrenda, las heridas que la Divina Madre nos permite hacer no son lazos que nos atan, sino lazos de su Voluntad. Y así las manos heridas se transforman en nuestra fuente de luz y alegría.
Cierren las puertas de la clausura y del Radio de Estabilidad. Sumérjanse todas en el amor de la vida espiritual, en la paz interior, en la cara que se transforma en mirada amorosa y sencilla vuelta hacia Dios. Tomen nuevas fuerzas para el año que viene. Tendrán mucho trabajo. Olviden el invierno de la noche y vean la primavera del amor.