Curso XLVII - Enseñanza 34: La Casa se Mantiene sin Sostén (6/07/1957)

Hace muchísimos años, el Caballero Gran Maestre le preguntó a un santo hombre: ¿Cómo se da cuenta el alma de que ha llegado a una verdadera comprensión espiritual? Ese buen hombre contestó: “Cuando la casa se mantiene sin sostén”.
Esa frase es la síntesis de la vida espiritual de Cafh.
Cuando el alma ha llegado a sostenerse por sí sola, es decir, que no necesita sostén, puede decirse que conoce la Verdad y ya no volverá a ser engañada por las verdades parciales y aparentes.
“Creo que la sustancia de la vida espiritual de Cafh es quitarle al alma el engaño del consuelo, del falso conocimiento. Hay que asentar al alma sobre sí misma, sobre la base santa de la renuncia”.
El hombre que quiere la verdad está cansado de recorrer santuarios, de la apariencia engañadora de lo que es lo divino sobrenatural.
Todos los valores actuales han de caducar para que la Humanidad se encuentre a sí misma.
Todos los senderos espirituales y religiosos nacen de la luz del amor, el sacrificio y la renuncia. Todos los Fundadores no prometen más que el dolor, la cruz escueta. Buda, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Ramakrishna, El Kabir prometen el estado de nada.
El hombre corriente busca el consuelo, lo sobrenatural, por eso las religiones se envuelven en dogmas, ceremonias y doctrinas.
Aún la misma doctrina redentora de Cristo hay que tomarla en un sentido cósmico; de lo contrario nos lleva a una idea engañadora de la Verdad.
El hombre quiere, mendiga el pan del consuelo, por eso es explotado y engañado. Quiere que se le diga: Yo te perdono. Quiere que se le prometa un cielo.
Nuestra doctrina nos quiere valientes y fuertes, basados en la renuncia que asienta al alma en sí misma. La Renuncia es ausencia de consuelos humanos y divinos. Nos da así la claridad de una enseñanza única y no nos envuelve en muchas enseñanzas y conocimientos.
La Renuncia desarrolla en nosotros un estado de autorrealización y sentimiento.
La Casa ha de ser una Verdad espiritual, asentarse por sí sola y sin sostén. Es una doctrina escueta que nos hace temblar frente a la realidad y no nos permite atrevernos a revelar a las almas la realidad. Ahora bien, cuando el alma se entrega a la Divina Madre no la podemos engañar, no podemos dejar que crea que necesita un apoyo para lograr la liberación espiritual.
El alma no ha de esperar nada sino “realizarse a sí misma frente a la expresión divina de la Verdad”.
No podemos pedir consuelo si sabemos que éste es sólo un paliativo para nuestra ceguera y debilidad. Cuando hablamos de miseria humana no nos referimos al pecado, sino a la miseria humana que está hecha para la muerte, la vejez, la enfermedad.
Nuestra misión no nos da consuelo, sino que nos descubre la Verdad: “No podrás encontrar ningún consuelo que te sostenga; la Realización Espiritual está en ti a medida que vives tu Renuncia”.
Cuando no renunciamos queremos hilar sutilmente con la mente para justificar nuestra falta de Renuncia.
La ilusión mental nos engaña con la creencia de que alguien nos necesita.
Hay que desmenuzar los sentimientos. No permitir que a través de ellos la mente forje fantasías, enlace razonamientos. Lo único real es el puñado de cenizas.
Ningún sentimiento es real sino a través de la Divina Madre. Ningún conocimiento es verdadero, porque el verdadero conocimiento es la estabilidad en la entrega de un alma a la Divina Madre.
Uno tiene que hacerse de acero, resistente, fuerte. Muchos renuncian, pero luego se atan a las ataduras sublimes.
La felicidad está en rechazar todo lo que nos aleje de la renuncia.
Comparemos al alma con un avión supersónico y a través de la velocidad el aviador parece que perdiera la noción del tiempo, de la memoria, de la realidad física para vivir en un estado de inmensidad en que nada cuenta. Eso lo dicen los aviadores.
Uno está en la inmensidad, pero no por eso pierde el control del avión. El subconsciente se vuelve más atento. Aunque el alma que ha renunciado parezca fría y sin corazón, sin contacto con el mundo y su realidad, al conocer su corazón vemos qué resistente es y que su sensibilidad abarca a todos los seres que son, que fueron y que vendrán.
Si bien puede que no tenga cultura, vemos en sus sentencias la potencia de su conocimiento. Su palabra es vida.
No necesitan consuelo y perdón para ser redimidos porque se redimen por sí mismos.
Claro que para alcanzar esto hay que luchar, pero nuestra fuerza es la Verdad.
Así, si viniera la Divina Madre y me dijera: “No tienes salvación”, yo creería que estoy salvado porque en mi alma he adquirido el concepto de Eternidad.
No hay martirio más grande que vivir sin consuelo. Ese es el holocausto más grande y real que nos da la comprensión de la inmensidad del sentimiento y de la razón.
Es tremendo pensar que no tenemos nada, ni a nadie; por eso la mente vuelve al pasado, que alguien se acuerde de nosotros; pero esa rotura al realizarse nos hace abarcar a la Humanidad. Ejemplo de cuando estuvimos con el Caballero Gran Maestre en el asueto y miramos a los niños en el comedor: nos hizo ver cómo dentro de 50 años habrá otras Hijas y otros niños y ni tendrán memoria de nosotros.
Es preciso que esta experiencia no sea atenuada por lo que vendrá, que no se empiecen a infiltrar en Cafh conceptos de consuelos humanos, transformándola en un canal de dogmas, indulgencias y consuelos.
Hemos de luchar por esta verdad integral de Renuncia, para que ella sea la herencia de los que vendrán, y no les pase como a las otras religiones que si bien tuvieron grandes fundadores luego grandes almas desfiguran sus verdades. Nuestra verdad es: La Casa que se mantiene sin sostén. Si la realizamos en nosotros, no perecerá.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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