Curso XLVII - Enseñanza 31: Amar a la Divina Madre (6/04/1957)

Nuestro trabajo principal es vivir la vida interior y esto no es posible sin la oración. Por eso la oración es nuestra finalidad y obligación principal.
Cuando el Caballero Iniciado llega a la Divina Madre para realizar las Místicas Bodas le pregunta: “¿Dónde estabas Tú Amada mía?” Y Ella le responde: “Estaba escondida en tu propio corazón. Por tí he creado el Universo, he sufrido y luchado. Todo lo he hecho por ti”.
Si bien nuestra vida no excluye el trabajo y los deberes, todo esto es nada comparado con el divino ejercicio de estar en unión con la Divina Madre.
Todos son atributos, pero nuestro único trabajo es la oración, porque Ella todo lo ha hecho para llegar a morar en nuestro corazón.
No quiere esto decir que haya dos vidas: una de trabajo y otra de oración, de actividad y de rechazo de la actividad. Lo principal es vivir en el interior, todo lo demás es una secuela de ese estado interior.
La vida nuestra está inspirada en ese divino trabajo de amor y oración. Nuestro oficio es amar a la Divina Madre.
Al principio del Camino Espiritual aprendemos a orar, a hacer el ejercicio de la meditación y en ese esfuerzo llegamos a la paz y vida interior.
Después, aconsejados por el Director Espiritual dejamos ese ejercicio, porque parece que oramos con más elevación y a veces se olvida ese ejercicio.
Pero hay que tener en cuenta que la naturaleza es débil y aflojamos en la oración al trabajar y estar ocupados.
Pero nuestra vida es toda espiritual y tenemos horas establecidas para ponernos en contacto con la Divina Madre, pero, ¿qué pasa? Ocurre que perdemos el tiempo, nos dormimos, luchamos contra las tentaciones de la voluntad. ¡Qué lástima que perdamos ese anillo que nos tiene agarrados a la Escalera Eterna! La Madre quiere darnos una Luz, una iluminación especial y esto no lo da para que olvidemos luego el ejercicio, sino para que lo activemos y perfeccionemos más. Este ejercicio educa nuestra voluntad y nos enseña a ser sencillos y humildes para que conquistemos lo que una vez perdimos.
No dejemos el ejercicio por considerarlo innecesario. Siempre es bueno bajar unos escalones para volver a subir y hacernos pequeños para que sea la Madre que nos eleve hasta Ella.
El ejercicio es el cayado, el apoyo de los momentos humanos. Más aún, hasta es preferible rechazar la contemplación y hacer bien el ejercicio, que si la contemplación es verdadera será como un fuego que vendrá a pesar de todo.
Lo único que espera la Madre es nuestra humildad, que nos consideremos pequeños. No ir nunca a la meditación sin haberla preparado. Santa Teresa nunca iba a la oración sin su libro de oraciones.
Es bueno tener un método sencillo adaptado a nuestra alma, pero no hay que divagar; el Reglamento recomienda el método: “por disciplina exterior alcanzaremos la disciplina interior”.
Tener un cuadro generalizado, semanal o quincenal que esté dentro del trabajo que uno ejecuta en el momento.
El Caballero Gran Maestre divide la meditación en tres puntos generalizados:

  1. Invocación: “Pedid y se os dará”. Aquél que no pide el pan a Dios no tiene derecho al pan de cada día. Pedir es ya de por sí un movimiento de humildad y esto nos abre las puertas de la oración.
    Con respecto a la misión de las almas desencarnadas: Pedirle a la Madre que nos permita ver lo que estas almas padecen. Uno sabe muy poco, sólo Ella puede enseñarnos y mostrarnos ese gran padecer de los que están en el más allá.
    Nuestro modo de orar y de pedir ha de ser espontáneo y sincero. Nuestra mente comprende la importancia de la misión, pero olvida fácilmente porque es humana y débil.
  2. Cuadro Imaginativo. Luego entrar en el Cuadro Imaginativo. No buscar colores, imágenes. Que sea fácil. Buscar sensaciones para ser rápidos porque nuestra media hora vuela y hay “que sacar el pan del horno”.
    Cuadro: Me veo por la calle, viene un auto y creo que va a atropellarme y me asusto. El miedo cuando estoy solo en la pieza por la noche. Viene un amigo, me toca sin que lo vea y me sobresalto. Esa es mi arma de trabajo.
    A las almas -como tengo la ayuda de la Divina Madre- les llevo paciencia, humildad, mortificación, lo que he hecho durante el día.
    Por ejemplo: se puede tomar el trabajo sobre las almas que uno tiene que dirigir.
    No se puede decir que uno no tiene voluntad y que se pasa la hora sin hacer nada. Hay que tener un método.
    El sueño: la verdadera oración quita el sueño; es como cuando leemos un libro interesante y no nos dormimos; pero si es aburrido nos dormimos.
    La Madre está en nuestro corazón y nos reclama los minutos y la vida. No podemos perder el tiempo. Ella nos pide el esfuerzo, es lo único que podemos darle, y luego vendrá Ella con su luz y comprensión a elevarnos.
    No olvidar: No dejar el ejercicio de la Meditación. Si bien el Caballero Gran Maestre aconseja la quietud, a veces, cuando eso pasa hay que volver al ejercicio. Sean esforzados y tenaces. Si la Madre da el 10, dará el 100, el 1000 y mucho más.
Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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