Curso XLVII - Enseñanza 29: Santa Francisca Romana (23/12/1956)

No se puede dejar pasar el Retiro sin echar una mirada hacia nuestro Pueblo, hacia la Eternidad, desde donde nos viene todo el consuelo y la asistencia y, sobre todo, hacia aquellos guías que nos acompañan y nos ayudan a cruzar el puente rápidamente.
Hoy recordamos a nuestra Santa Protectora, Francisca Romana, para que la imagen de sus virtudes sobre la tierra nos permita ser sus compañeros en las Tablas Invisibles del cielo.
La vida de los protectores sobre la tierra nos da la pauta de que también nosotros podemos imitarlos y que ellos, por su virtud, dejaron tras de sí una estela de fuerza magnética que nos da la fuerza para imitarlos.
Los escritores al hablar de los hechos, de las personas que acompañaron a los Santos pierden de vista el punto fundamental y central de sus vidas, lo que es de real y vivo interés. No penetran en el alma para ver la flor magnífica que allí se ha abierto.
Hemos de buscar en Santa Francisca cómo desarrolló la virtud central de toda su vida, esa virtud que es la que le da la fuerza y vida al alma y la proyecta sobre todas las almas para vivificarlas.
La castidad fue la virtud primordial de Francisca; era mental, moral, física. Era un don divino.
Todos los hechos de su vida toman trascendencia alrededor de esa virtud. Ella alcanzó un tan alto grado de renuncia a través de esa virtud. Su Renuncia fue absoluta, de todo lo que puede poseerse sobre la tierra.
Santa Francisca es muy de Cafh porque su Renuncia es la que se practicará en los tiempos futuros. Toda la fuerza de su Renuncia está en su castidad.
Imaginemos el martirio que tiene que ser para un alma tan casta y tan anhelosa de pureza, el ser atada a la ley del matrimonio.
Cuando tenía nueve años un día, mirando el cielo, le dice a su madre: “Soy la Esposa de Cristo”, pero los seres del mundo piensan que esas son cosas de niños y no les dan importancia. Así, sin que ella intervenga, un día es casada con un hombre que ya es casi viejo, que no sabe lo que es la vida espiritual y conoce todo el mal y el vicio del mundo.
El primer martirio de Francisca fue éste; cuando sus padres arrojan su pureza al fango humano. Sus padres no sabían nada de lo que se ocultaba en la niña. Después de su muerte, una vieja sirvienta atestiguó que estando en pañales, Francisca lloraba desesperadamente cuando la tocaban. Sus padres se ríen de esas muestras de pureza. Pero los destinos divinos señalan que por ese camino llegará a la plenitud del Renunciamiento.
Esa alma de doce o trece años al ser arrojada a la carnicería de la vida, cae gravemente enferma. Nadie sabe cuál es su mal; la presencia de su esposo es para ella como la muerte. Pero hay un alma, su cuñada Vanosa, que la ha comprendido. Es la compañera de su vida espiritual. Vanosa le dice al esposo que no se acerque a Francisca pues así podrá salvarse de la muerte.
Alejada Francisca del problema matrimonial, mejora, pero una fiebre devoradora la consume. Una noche, Alejo, el santo romano, se le aparece y le dice que es preciso sacrificarse: “Dios te quiere madre, empezarás a ser madre y a llevar la pesada cruz”. Cuando Vanosa viene al día siguiente, Francisca le dice que está bien y que la acompañe a la iglesia para darle gracias a Dios.
Tiene después su primer hijo y sus sentimientos son purificados por la maternidad. A pesar de que su director espiritual le dice que el matrimonio es su deber, para ella ese es un martirio y siempre escupe sangre cuando su esposo se acerca a ella.
El matrimonio es pecado por más santo que sea, y ella lo siente así, pero de ese martirio le brota la fortaleza para hacerse madre de todos los seres.
Es entonces cuando vierte el amor hacia los miembros doloridos de Cristo: enfermos, necesitados.
Su gran deseo era consagrarse a Dios en un lugar apartado, pero comprende que Dios quiere que ella cure a la Humanidad.
Empieza su misión para las almas. A todos cura ella con el aceite de su lámpara que aún hoy se conserva.
A pesar de que siempre lucha por volver a la pureza de la niñez, el Señor la ha escogido para que a través de ese pecado matrimonial pague por el pecado de todos los seres. Una vez Cristo le dice: “Te he elegido para que pagues por aquellos que hacen mal y para que como Esposa mía seas madre de todos”.
Comienza a derrumbarse todo a su alrededor: se le mueren dos hijos y uno se lo llevan de rehén los enemigos políticos de su marido.
Sin embargo, ella tiene una gran fuerza interior y todo lo que le quitan lo considera Voluntad de Dios. Pero Dios en medio del dolor le da un ángel para que la acompañe durante toda su vida. Es su hijito muerto quien se le aparece para decirle que le enviará un compañero. También por entonces le devuelven a su hijo Bautista y a su esposo maltrecho y arruinado.
La gente la llama al ángel de Dios y se arrodilla y besa el suelo por donde ella pasa. Cuando se eleva en éxtasis Cristo le habla y le dice que si bien en la tierra ella es madre y esposa, en el cielo es toda Suya, porque ha cumplido la voluntad que Él le ha impuesto.
Sus compañeras muchas veces al verla en éxtasis decían que parecía el cuerpo de una virgen. Como su esposo es anciano ella piensa que ya ha cumplido su misión humana, pero él es terco y pide a la esposa que Dios le ha dado.
Su confesor le manda cumplir con su deber, pero todas las veces que él la toca baldes de sangre salen de su boca.
Son años y años de martirio. Dios no la deja morir. Ella tiene que ser la imagen más pura de la Renuncia y de la castidad.
Al final el esposo la manda con Dios, pues es muy inútil, pero muy santa.
Ese día se eleva en éxtasis porque ya nada la puede separar de su anhelo.
Parece decirnos: “Yo he padecido mucho. Todo el sueño de mi vida era reunir a mi alrededor almas vírgenes y ahora lo he conseguido. Quiero que nada las toque y que cuiden la flor maravillosa que el Señor les ha dado. Embelleced esa flor con la vida interior de castidad y apartamiento y sobretodo con la renuncia que es la corona de todas las virtudes”.
Hemos de recordarla mucho, sobre todo cuando tenemos tentaciones, no tentaciones groseras, sino de ira, gula, pereza, indolencia y enseguida la fuerza de Francisca llegará a nosotros.
Muchos dones nos ha dado Dios, pero el más grande de todos es el de poder mantenernos puros y castos y decir: “ego sum Sponsa tua”.
Todos reconocen la riqueza de este don, prenda segura de nuestra Renuncia y Observancia.
Imaginemos a Francisca tendiéndonos la mano para cruzar el puente que conduce de aquí a la Eternidad.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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