Curso XLVII - Enseñanza 25: La Observancia (19/12/1956)
La Observancia es la perla más grande y valiosa que tienen los Hijos de Cafh y sobre todo los Hijos de Comunidad.
Sólo la Observancia puede darnos la seguridad de que correspondemos a la vocación, de que cumplimos bien nuestros votos y de que moriremos amparados por el amor de nuestra Divina Madre. Un Hijo observante no perece, está en el corazón de la Madre, ya vive la Hora Eterna. La Observancia es el signo indeleble de que somos Hijos de la Madre, es la esencia exterior de nuestro Voto de Renuncia. Ella demuestra que somos los portadores del Mensaje Divino; aquél que se sacrifica y renuncia a sí mismo, que demuestra su renuncia con todos los actos de su vida está en la senda verdadera. Ésta es nuestra mística.
La Madre nos ha dado esta fuerza negativa -la Renuncia- para expandirla sobre el mundo, pero ella se hace efectiva con el esfuerzo continuado que nos da la Observancia. En el hombre la libertad acrecienta su personalidad y esa personalidad acrecentada es una fuerza que se desperdicia para la salvación. Pero nuestra vida de una aparente no libertad nos libera del yugo de la fuerza sensitiva y hace que esa fuerza se expanda a todos. Nosotros nada necesitamos, ni psíquica ni espiritualmente, porque nuestro alimento es la Divina Madre. Como no gastamos nada todo se vuelca sobre la Humanidad. La vida divina no gasta para subsistir como la vida humana.
Así se comprenden las palabras de Cristo: “Yo soy Pan de Vida Eterna, una fuente de agua viva que mana continuamente y aquél que bebe de esta agua no morirá jamás”.
Es el secreto de la vida de Cristo que pueden conocer aquellos que todo lo ofrendan a Dios a través de la Observancia diaria, que elimina todo lo humano y nos transforma en agua viva.
Pero a pesar de esta extraordinaria misión, a veces olvidamos la Observancia; hay un momento del día en que dejamos de ser dioses sobre la tierra y volvemos a lo humano, por un descuido, una falta de atención, una sombra de humanidad en el alma. ¿Cómo puede haber algo que nos separe de nuestra observancia, si ella es el medio de liberación para nosotros?
Si estuviéramos dispuestos a dar la vida para salvar a la Humanidad, Dios no lo querría, pues Él quiere la gota de sangre diaria de la Observancia. La Observancia ha de ser cumplida con toda dedicación y alegría; negar un acto de observancia es mil veces peor que dar la vida por otros. Dar la gota de sangre de la observancia todos los días de la vida es hacer efectivo el martirio de la renuncia, ser holocausto para la salvación de la Humanidad.
A veces sucede que sabemos cumplirla, pero nos resistimos subconcientemente y no cumplimos algo que se debía cumplir; esto tiene un dejo de tristeza en el alma.
Pero el amor subyugará a nuestra naturaleza. El amor intenso todo lo transforma y se torna una fuente de delicias. Amar el cumplimiento es poseer ese gran bien, así se alcanza el éxtasis del cumplimiento de la observancia. Tanto más negativo el acto de observancia, tanto más dulce será como ofrenda. Ejemplo del Hijo que en la penitencia al suelo sentía gran repugnancia porque le parecía tan poco de hombre, pero un día al estar en esa posición se sintió suspendido en el aire, tirado sobre el mundo, en el cielo, y comprendió que era ese acto de amor el que lo colocaba por encima de todos los seres del Universo.
Al vencerse, la Observancia se transforma en un acto místico, redunda en beneficio del ser que lo practica. La Observancia para ser perfecta ha de ser una unidad absoluta. Todos los seres hablan de la Unidad cuando mencionan la vida espiritual.
Cafh quiere que seamos una reunión de almas sin aspectos diferenciados unas de otras, todas una misma cosa, para expresar el amor y el deseo de salvación de todos.
Pero pasa que aquí en la Comunidad, como vivimos juntos, todas nuestras virtudes y defectos se ven enseguida. Es como en una familia donde todos se conocen por ese contacto continuo. Uno camina, ríe, habla así o asá; la Observancia nuestra es la que elimina esas diferencias y distinciones. Para alcanzar la unidad de conjunto han de desaparecer todas esas formas, buenas o malas, han de ser una sola cosa. Ejemplo del seminarista que no comía pan y lo hacía con gran suficiencia. Esas costumbres no valen ni cuentan.
Para entrar en la Observancia hay que unificarse en todo. No hay nada mejor que cuando alguien pregunta: “¿Quién es ese Hijo?, y no lo reconocen.
Observancia: Su base es que no haya diferencias; dejar aún las mejores costumbres para ser como la Comunidad; imitar a los Directores y Superiores para desechar el modo propio de vivir y hacer. Cuando el cascarón queda afuera por esta imitación la observancia se hace fácil.
Mucho hemos vencido, pero aún falta. Uno no tendría que saber si tal o cual Hijo ha sido obrero o profesional, si es de tal o cual ciudad. Hay que sacarse esa pielcita.
Más aún, hay que llegar a ni darse cuenta de que esto es la observancia, tan natural es en sí. Entonces he progresado.
Poder hacer una reverencia, bajar la vista sin darse cuenta, espontáneamente, sin pensar.
“Yo soy la observancia”. Hacer otra cosa sería como el pez fuera del agua. El revés del perfecto cumplimiento de la observancia lo hallamos en el hecho de que nos duele cuando la obediencia nos manda hacer algo en la hora de una observancia. Entonces esta observancia es una cárcel mental. Hemos de sentir lo mismo si la obediencia lo manda, porque la Observancia es el espíritu de la Renuncia. Se puede sentir el tener que estar de guardia y no participar de la Comunidad, pero esto sin que intervenga la personalidad.
Uno puede llegar al éxtasis y sin embargo no puede estar seguro de llegar a la vida eterna; pero si cumple la observancia a la perfección, puede uno estar seguro de alcanzar la vida eterna a los pies de nuestra Divina Madre.
La Observancia es la prenda de la perseverancia; a través de ella Dios nos da la visión de los mundos.
Examen para ver cómo la cumplimos: ¿Soy yo la observancia o es mi hermana? Pedir por las Damitas del mundo que han llegado al punto crucial y muchas no han comprendido lo que es la vida espiritual de Cafh.