Curso XLVII - Enseñanza 21: Las Virtudes Interiores (22/09/1956)
Siempre hemos de tener bien presente que todas las virtudes son esencialmente interiores y que todo lo que ayuda a la virtud exteriormente no es la virtud, sino un método para adquirir una virtud determinada.
El alma que busca a Dios tiene que estar siempre muy atenta para no caer en el equívoco de confundir lo exterior con lo interior, sobre todo cuando se trata de virtudes, de confundir la virtud sólida y verdadera, con los actos exteriores que ayudan y fomentan esa virtud en el interior, pero no son la virtud en sí.
La virtud interior es la que vale, es la única verdadera. Pero si uno sigue el consejo de los virtuosos del mundo nunca llegaría a nada, porque ellos dicen: lo importante es ser bueno interiormente. Pero a pesar de decir esto uno ve que los métodos, la vida del que dice eso son tan contrarios a la virtud verdadera, que bien a las claras se ve que la virtud en el mundo no es más que una teoría racional.
El Hijo sabe que el método que ha de practicar exteriormente se lo da la Enseñanza. En la obrita El Niño Celeste uno ve que el ángel que ha perdido sus alas no puede volver a volar si no tiene alguien que le enseñe. Así también la virtud que puede ser adquirida por el solo hecho de desearla y amarla, es necesario un método exterior para poder alcanzarla. El peligro está en confundir la virtud interior con el método exterior que uno practica. El método no es la virtud. El método nos da un hábito de virtud exterior, pero si esa virtud no se la adquiere en el interior, esa virtud, esa vida exterior es contraria a la verdadera virtud espiritual.
Eso sería una estafa contra Dios, porque estaríamos demostrando en el exterior algo que no poseemos en el interior.
La virtud perfecta es la que mora interiormente, pero que también se demuestra en el exterior. Una virtud que no se demuestra en el exterior es muy posible que tampoco exista en el interior, pero la virtud exterior que no se posee en el interior es un hábito nocivo y terrible para el alma.
Esta vida nuestra que está hecha de métodos para adquirir virtudes tiene que ser un reflejo de la vida interior del alma, del corazón. Nuestro exterior tiene que ser un espejo fiel de cómo procedemos interiormente.
Siempre existe el peligro de que el alma caiga en el hábito exterior con daño de la virtud interior.
La Observancia es la miel de la vida de Comunidad, es el néctar del alma que aspira a la perfección. Amoldándose el alma a la Observancia, conoce la felicidad más perfecta, posible de adquirir, porque quien cumple con fidelidad y amor la Observancia sabe que esa es su mejor medida de la virtud interior y espiritual.
La verdadera Observancia es el espíritu de la Observancia, de perfección de Observancia. Correr al toque de la campana es hermoso, guardar el silencio, hablar al iniciar el recreo, comer como está indicado, como se nos enseña, pero cumplir con fidelidad y puntualidad no es poseer ni adquirir la virtud de la Observancia, porque Observancia, espíritu de Observancia es ver cómo procede uno interiormente con ella.
Por ejemplo: Observancia es estar contentos y alegres en el recreo; pero hay quien sabe entretener con amor a sus compañeros; a veces se cae en el defecto de entretenerse uno mismo. Por ejemplo: si hablo de lo que me interesa y mi compañero quiere hablar de otra cosa y sigo hablando de lo mío. Allí se falta a la virtud. Como lo que me ponen delante porque es la Divina Madre quien me lo ha preparado y por eso me es agradable; pero si pongo un énfasis muy especial en comer lo que está presente es la gula y no la Observancia.
Eso se ve enseguida; si algo gusta más, si me fijo si el plato es más o menos abundante no como por amor a la Divina Madre; ha quedado un resabio de gula. A veces en la conversación se ve una alusión a la comida: allí se ve el espíritu con que se ha comido; por el gesto o la alusión se ve que no tiene la virtud de la mortificación.
Ejemplo de la modestia de los ojos: Por los ojos se ve el estado del alma. Si hay modestia de los ojos es porque se ha vencido la curiosidad, es porque uno se mira en el interior. A veces cuando el Superior está cerca del Hijo éste guarda mucho la modestia, pero cuando está lejos echa una mirada y lo ve todo.
El trabajo manual para nosotros es como la oración, es parte integral de muestra Observancia. El Ordenado tiene pocas horas de trabajo manual, asuetos, festivos que se descuentan, ¿por qué? Porque se supone que rinde el cien por cien, vale por diez, veinte y cien.
Pero también algunos Hijos practican la virtud del trabajo con las manos pero no ponen el pensamiento, amor, esencia y virtud.
¿Acaso el trabajo rinde porque uno trabaja pesado? Para mover una piedra, ¿vale más la fuerza o la maña? No, el trabajo tiene que ser acompañado con el amor, la voluntad, hay que poner la virtud interior. No basta hacerlo porque lo mandan; hay que acompañarlo con la luz interior; sino es estéril.
Los actos exteriores no son más que incentivos para la virtud interior, sobre todo cuando se trata de los Votos que son la esencia de la Observancia.
La mayor parte del día el Hijo calla y su silencio es la voz con que le habla a su Divina Madre; pero ¿qué valor tiene este silencio si en un minuto que habla ofende a un compañero o se siente herido por una observación? Es como el que junta en un tarro la miel preciosa y luego se la come de golpe sin gustarla.
Podemos tener fidelidad a la Madre y esta virtud nos da la grandeza de los ángeles del cielo, pero ¿de qué nos vale si no hacemos lo que tenemos que hacer y nos guardamos siempre algo? Cuando uno va a dar la última gotita, la guarda.
Tenemos una gran fidelidad, pero el corazón reprocha cuando a uno lo ofenden, juzgamos a los Superiores si creemos que no proceden con justicia. Así nos quedamos con la personalidad.
Puede ser grande la obediencia, pero a veces tiene sus oscuridades. Si hay algo que nos desagrada y el Superior se olvida de decírnoslo, callamos. ¿Por qué no se interpretan las palabras no dichas del Superior? Uno se atiene estrictamente a lo dicho.
Es que la verdadera virtud está en el interior, lo exterior no es más que el método que conduce a ella.
Ya que hemos consagrado nuestra vida para la búsqueda de las virtudes para poder encontrar a la Divina Madre, no podemos cambiar nada: la Observancia es interior, la modestia es la ausencia de todo lo que no quiero saber porque no me corresponde; el espíritu de sacrificio es no dejar que se trasluzca lo que me gusta o no, el trabajo que me gusta o no; amar las órdenes y no soportarlas, buscándolas y transformándolas en el bien de nuestra vida. A la Divina Madre no se la encuentra con la dulzura, sino con el dolor del reproche que hace sufrir más, estar con el pobre y necesitado, padecer y ser despreciado. Estar con el que lleva la peor parte, participar de su vida y dolor. ¿Cómo se puede hacer esto si no es con la adhesión al dolor, resistencia, ofrenda? Esas son las virtudes de las almas consagradas.
Ésta es la vida que da envidia a los ángeles, vida admirable que es señal de que la salvación de los hombres está en el espíritu. Éste es el método que conduce a la Divina Madre, pero tiene que ser un reflejo de la virtud que existe en el alma, en el corazón; es la esencia de la luz que se lleva dentro del corazón y será recién entonces perfecta porque no estará ni adentro ni afuera, sino que vivirá en el corazón y se derramará a nuestro alrededor sobre los que nos rodean: Humanidad, Cafh, Comunidad.