Curso XLVII - Enseñanza 20: Un Programa Social de Renunciamiento (15/09/1956)
Nuestro Reglamento, al decir que debemos ser obedientes a las leyes del país donde habitamos y respetuosos de las leyes del mismo, nos da todo un programa social de renunciamiento.
El Hijo que ha renunciado ha de dejar de pensar y de sentir, para ser. La Renuncia nos hace morir a la vida exterior, al modo de pensar, de sentir, de obrar, para que seamos, sólo después de haber muerto así, seres. Lo importante es ser, es la realización espiritual, pero esta realización espiritual, esta contemplación y acción de nuestra vida de renuncia sería vana e inútil si estuviera dedicada únicamente a nuestro perfeccionamiento interior y además, este perfeccionamiento interior se efectúa de adentro hacia afuera. Quiere decir que el alma que verdaderamente progresa, tiene como base fundamental desde la iniciación del camino, el sentir que no puede haber perfección para ella si esta perfección no se comunica a toda la Humanidad.
El Hijo que ha hecho voto de Renuncia tiene por misión trascendental, a pesar de apartarse del mundo, el que sus resultados directos lleguen a las almas como resultados sociales.
Ahora bien: ¿cómo se puede combinar esta fuerza que llega al mundo con esos dos conceptos de nuestro Reglamento de que hemos de obedecer la ley, respetar los ideales ajenos? Da la impresión de que si somos almas que queremos llevar la liberación tenemos que hacer una revolución cambiando las leyes, religiones y creencias. Esto da la impresión de una rebeldía frente a los valores establecidos; es natural que si vivimos la vida de renuncia queremos llevar una perfección interior a las almas cambiando el mundo. Todo parece contrario a las palabras de nuestro Reglamento, pero no es así.
Ésta es la cuestión: la ley exterior de los hombres y gobiernos del mundo es externa, por lo tanto es imperfecta y con el tiempo tendrá que ser suplantada por la ley universal y única, interior y anímica.
Al obedecer llevamos sobre nuestros hombros la cruz de los hombres, cruz tan pesada porque es exterior. Esas leyes no llevan al hombre más que a la destrucción. Hay una temporada de paz, pero es aparente. Los seres del mundo cuando hablan demuestran horror por la guerra, dicen que no tendría que existir. Antes de la segunda Gran Guerra mundial uno hablaba con Hijos de Cafh que sentían horror a la guerra ¿Qué pasó? Vino un descontento colectivo, probablemente por la influencia del espíritu, ya que si emanamos fuerzas espirituales esto trae una disconformidad colectiva en todos, pero como no están educados en el Sendero espiritual, entonces en lugar de sentirse descontentos de sí mismos y que eso los induzca a la renuncia, a la posesión interior que es la única verdadera, como no son capaces de esto, vuelcan el descontento hacia afuera y lo comunican al mundo. Por eso los que están descontentos se vuelven belicosos.
Algunos han sentido horror porque se castigaba a un animal, no comprenden ciertos hábitos nuestros de América; pero cuando empezó la psicosis de la guerra, razonaban muy diferentemente: querían matar porque era justo.
Han olvidado las palabras de Cristo: “Si tu enemigo te golpea tienes que dar la otra mejilla”. Pero el pueblo quiere tener sus derechos y por eso los pueblos se atacan entre sí.
Todas las leyes llevan a eso, pero tenemos que dar un remedio radical que no es ir contra la ley externa. Cuando el hombre reconoce que su energía tiene que expandirse de adentro hacia afuera, todas las leyes pierden su valor. No nos puede importar si gobierna Pablo o Francisco, pero sabemos que lo que los ha puesto allí son nuestras acciones. Puede ser bueno o malo, todo es resultado de nuestras acciones.
La ley verdadera es la ley interior. Por eso nuestro Reglamento no contradice la ley espiritual, porque si somos respetuosos con las leyes de un país pero somos interiormente lo que tenemos que ser, el mundo se transformará.
Y sólo la renuncia lo transformará.
Uno se pregunta si esto es mucho decir. No. Todas las religiones lo han proclamado. Pero atendamos bien las palabras del Reglamento. Dice “respetuosos”, pero no adherirnos a la ley.
La religión y la renuncia son contrarias. La religión es la vestidura de la renuncia espiritual. Las religiones nos indican que allí hubo una llama que dio vida a un ser, imagen. Pero cuando decimos “respetuosos” no quiere decir que hemos de adherirnos a ella. Todas las religiones se han basado sobre la renuncia, sobre la realidad interior y espiritual, sus fundadores eran verdaderos enviados de Dios; sin embargo, ellos no han dado una reglamentación exterior, no fundaron la religión. Todo se basa en esto: “Me refugio en el Buda, en el método, dharma, sank”; esto quiere decir que uno realiza espiritualmente a través de la Enseñanza de los Maestros. Dharma es método, no religión. “Me adhiero al sanga, baso mi vida espiritual en una renuncia total”. Los que vienen después hacen de esto una religión, pero no el Buda. Él calla, no revela los misterios del más allá; se limita a explicar cómo liberar el alma en esta vida y siempre es a través de la Renuncia. Buda dice que todo es dolor y sufrimiento, que sólo abandonándose a Dios se vence el dolor. Lo mismo sucede con el cristianismo.
La Religión Cristiana es una poderosa armazón. Los pueblos cristianos han hecho la guerra más destructora del Universo. Si uno piensa un poco, pregunta ¿Tiene sentido esto con el Sermón de la Montaña? Allí Cristo dijo: “Aquél que pierde gana; bienaventurados los que piden, los pobres”. La palabra de Cristo se basa en el renunciamiento: “Toma tu cruz y sígueme; quien quiere venir en pos de mí, deje a su padre, a su madre”. Tiene que luchar contra los valores afectivos, basarse en la Renuncia. Nosotros, Cafh, no hacemos nada más que afirmar lo que dijeron todos los grandes Maestros, pero sus palabras fueron desvirtuadas con las explicaciones teológicas y religiosas.
Nuestra obediencia y respeto no son más que medios de comprensión, porque si una comunidad nos dice que su camino es bueno o si votamos por un Presidente, no por eso lo vamos a seguir. Para nosotros no tiene valor, el valor fundamental está en la ley única, interior, y si nosotros practicamos nuestro voto de Renuncia ya hemos ganado una parte de la gran batalla para la salvación del mundo. Si esa renuncia se hace efectiva a través del dolor, será fruto de salvación para las almas, a ellas se adherirán muchas otras almas; la salvación no vendrá si uno condesciende o desprecia una ley, sino con la Renuncia; si se abandona todo lo exterior y posesivo; volcarse en el interior muriendo a lo aparente, que se contradice y cambia, que choca, se acerca y se aleja. Nuestra ley está en el interior. Hay que demostrarle al ser humano qué es esencial para él: embellecer y salvar su alma; quien pierde su alma, lo ha perdido todo.
Nuestra ley se tiene que asentar sobre la Renuncia que se expande hacia los seres. Así el respeto hacia las leyes y religiones se transforma en un método y esfuerzo que en lugar de llevarnos al descontento y la rebeldía, nos hace comprender que las leyes externas cambian continuamente.
La que no cambia es la Renuncia, es una verdad espiritual.
Parece mentira que aquéllos que uno cree que son espirituales se dejan arrastrar por el descontento, injusticia y justicia del mundo.
La Renuncia al hacernos muertos al mundo nos segrega de esa colectividad, nos saca fuera de esa psicosis colectiva; nos da la paz y comprensión de que ese mal puede ser alejado en el futuro a través del verdadero desprendimiento de las cosas externas, no de pensamiento y especulación, sino que ha de ser real e integral.