Curso XLVII - Enseñanza 19: Los Bienes de Cafh serán Intrínsecos (11/08/1956)

Cafh está destinada a cumplir una misión providencial, social, en el mundo, según las palabras de nuestro Reglamento.
La Madre nos quiere dar así la solución al problema y los males del mundo.
Nuestra era ha producido una gran civilización; el hombre con su esfuerzo ha alcanzado grandes progresos, comodidades, pero todo ha costado mucho y tiene el hombre que recurrir siempre a espantosas matanzas y grandes guerras. Los bienes materiales alcanzados se mantienen y conservan con el dolor y el sacrificio.
Por eso el hombre necesita tener un sentido nuevo de lo que es la posesión, de lo que es y lo que no es, y esta solución la hallará en los bienes reales del alma, intrínsecos y no extrínsecos.
Los bienes espirituales son los bienes intrínsecos. Los bienes intrínsecos no son dones, ni posesiones anímicas, ni morales, mentales o sentimentales.
El bien anímico y el espiritual no es el mismo; hay una diferencia fundamental entre ellos.
Veamos; quien lo deja todo, renuncia a su familia, comodidades, etc., es heroico y realiza un acto extraordinario; todo lo hace o cree hacerlo por amor a la Divina Madre. Pero quizás después desarrolle en su interior una posesión, una adhesión psíquica (adquiere para sí bienes anímicos): ayudar a la Humanidad, la oración, alcanzar la suprema liberación.
En un libro escrito por un médico famoso que fue a la India, éste relata que visitó a un gran ser y conversando los dos al atardecer, le dijo alguien a ese sabio: “Es tanta la paz y el sosiego que experimento aquí, que no deseo la liberación”. A lo que el sabio le dijo: “Ésa es la liberación”.
En la vida de renuncia puede ser que uno desee la liberación, pero el deseo no es liberación. Es querer poseer algo para sí y aunque sea un bien anímico es una posesión.
La oración por ejemplo, es algo que viene a nosotros porque nuestra vida nos predispone: el horario, la observancia, la psicotécnica que se realiza a través de los métodos.
Acumulamos energía, como el Chiquito que cuando se lo desata salta y corre. Nosotros al adquirir la fortaleza conseguimos lo que deseamos, ésa es una ley infalible y natural, adquirimos un poder y creemos que tenemos algo moral, un don de fuerza.
Tenemos también el don de sensibilidad.
Nuestra vida nos da este don; lo adquirimos a través de la gota de sangre diaria que se vuelca en nuestro corazón como un licor místico. Como no podemos escapar, todo lo volcamos allí.
Adquirimos una expansión de emociones tan grande que nadie puede imaginarla. Las arideces nos dan luego una mayor capacidad en el corazón. Todo lo tenemos encerrado y ese amor se expande en la medida que se contrae y se transforma en el misionero que atrae a las almas. Una palabra, un hecho cualquiera expande nuestra sensibilidad.
Pero si nos damos cuenta de esta capacidad nuestra, podemos llegar a creer que poseemos algo.
En el aspecto de las cosas mentales adquirimos verdaderos dones, pero como es muy difícil usar el intelecto sin caer bajo el yugo de la razón, cuanto menos sabemos, mejor para nosotros. Hay que pagar un tributo por lo que se sabe; el alma se hace esclava de lo que sabe y cuesta desprenderse de esto.
Si dejamos de saber, empezamos a ver bajo el foco de la mente superior y sabemos sin saber, iluminados por esa luz. Al entrar al Seminario nos dicen que dejemos todo lo que hemos aprendido para así perder la tiranía de la razón. Al romper la cadena queda la esencia divina que transmuta todo en un poder superior. Dejamos de ser maestros, doctores, etc.; perdemos así un conocimiento limitado y alcanzamos un conocimiento universal. Rompemos un hilo y nos es dado uno más fuerte.
La razón pasa a ser nuestra servidora; hacemos trabajos manuales y los aprendemos rápidamente. Pero el peligro está en pensar que tenemos un poder al dominar a la razón, que podemos manejar el mundo, amar a todos: es una verdad negativa que nos encasilla y nos aplasta.
Ejemplo de la nación que junta trigo y lo guarda. Cuando no hay lo vende a un precio elevado, pero viene un año bueno para otros y para mantener el precio elevado arma una guerra, daña a los demás para que no puedan sembrar y tengan que comprarle a ella.
A la Iglesia le sucede lo mismo: el bien posesivo los aplasta. Si el bien no es posesivo no se guarda nada. El perro come hasta hartarse, pero luego cuando está satisfecho no dice nada si otro perro come de lo suyo. El hombre guarda en el aparador y prefiere que se pudra antes de darlo (Caso del café en el Brasil y de la United Fruit Company).
El bien moral, la oración, es lo mismo; pedimos por los que nos interesan y a los demás que los parta un rayo.
Cristo llamaba a todos para que se acercaran, pero la Iglesia acerca a los que le son adictos, les promete el cielo y a los otros los manda al infierno.
Nosotros hemos de pedir por los que conocemos, pero lo demás ha de expandirse, como se expande el rayo de sol que no pregunta a quien calienta.
El cántaro lo hemos de poner para que todos beban agua.
Si lo hacemos posesivamente, la oración no sólo nos encierra a nosotros, sino a los mismos que amamos. Si amamos a Cafh únicamente, creamos otra religión, otro círculo. Hemos de llegar a quienes no conocemos porque nuestro amor es de la Divina Madre. Amar a los que no nos aman, sentir por todos y si alguien está enfermo o se vuelca un ómnibus, no podemos pensar en los nuestros solamente, sino en todos.
La Enseñanza tampoco ha de ser guardada. Es una mala interpretación del silencio. Hemos de hablar, dar de acuerdo a la comprensión de los otros, a su alcance. Ponernos en el lugar del comerciante. Le hacemos un mal si le damos la Enseñanza del papel con sus detalles y nomenclaturas. Es falsa caridad.
La enseñanza posesiva es la que se guarda y no se da. Si se guarda no es nuestra: es nuestra por amor de expansión. Hemos de darla hasta a los más escépticos, eso es sabiduría; es el Bien Intrínseco.
El Bien Espiritual es negativo. El único Bien Espiritual es la paz, la simplicidad, la desaparición de los compuestos: principios intelectuales, psíquicos, etc.
El Único y Verdadero Bien es el del Espíritu.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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