Curso XLVII - Enseñanza 17: Somos una Reunión de Almas (9/06/1956)
Uno de los goces más grandes de la vida espiritual es la unión de las almas. Los seres humanos buscan siempre la compañía, porque el hombre solo no puede vivir, siempre necesita de alguien que lo acompañe; la vida misma es una sucesión de hechos que reúnen a los seres con lazos de sangre, de circunstancia, de trabajo. Ahora bien, el hombre tiene ese extraordinario privilegio de comunicarse con otros seres, pero tiene el dolor grande de ver que la separación es siempre inevitable.
La unión de los seres implica ya de por sí una futura separación, porque la vida sobre la tierra es una sucesión de hechos que están ajenos a la voluntad del hombre. Pero Dios ha reservado a los que siguen el Sendero Espiritual una reunión que está más allá del tiempo, de la alegría de estar juntos un momento: es una unión que empieza en la tierra y termina en la Eternidad.
Nuestro Reglamento dice que “somos una reunión de almas”, quiere decir que este lazo es eterno porque es sobrenatural. ¿Hay cosa más extraordinaria que aquella de saber que hemos encontrado a muchas almas de las cuales nunca nos separaremos? Sin embargo, en la tierra hay algo que es un pálido reflejo de esta unión: la amistad. La amistad es lo único que espiritualiza y eleva la reunión de los seres; ese lazo está más allá de las cosas materiales. San Francisco de Sales dijo: “Amar porque sí, sin la necesidad de amar a ese ser, ni por nada material, lazo de sangre, sino porque sí”.
La reunión de las almas que siguen un Sendero Espiritual es una pura, noble, desinteresada amistad; pero lo que la distingue es la Eternidad, lo sobrenatural y esto es lo que hace que ella siga a través del tiempo, del espacio, de los acontecimientos.
Si bien son pocas las almas que nos han precedido en el más allá, nada hay tan vivo como su presencia, y ellas nos esperan en ese mundo que no tiene principio ni fin. Aún para aquellos que no las conocieron su presencia está viva, en la lámpara, en una pequeña obra, una pared levantada, una piedra, un pequeño detalle que hay a nuestro alrededor (la pava de la cocina que compró Violeta). Mas aún resuenan sus palabras, parece que viniera el auto de Santiago Rébora.
En la verdadera reunión de las almas los años hacen que el acercamiento sea más grande y esto no es más que un ensayo; cuánto más viva será esta reunión cuando las encontremos en espíritu, en el conjunto armónico del Cuerpo Místico de Cafh. Este es un milagro de amor y realización.
Hay que detenerse en esas palabras: “reunión de almas”. Todo está allí, no nos podemos separar. Me llega a través de la palabra del Director Espiritual, del compañero, del Superior.
Todo está allí como una luz que alumbra nuestro camino. Esa voz me llega continuamente, su luz vive con uno y esto no puede compararse con nada de lo que existe sobre la tierra. Aún si no nos volviéramos a ver, este lazo, esa presencia se hace más íntima y real.
A veces uno va a decirle a su Director sus penas y pesares, pero cuando uno está lejos se comunica en una expansión más grande, con un saludo, un silencio que parece olvido. Nos miramos frente a frente y miramos el camino a recorrer para llegar a la cumbre y nos preguntamos cuánto nos falta todavía.
Esto sobrepasa todas las dichas y temor del mundo. También sobre la tierra el ser quiere eternizar ese instante de unión a través de la mutua comprensión, pero el momento pasa y uno se queda amargado y vacío, más vacío que antes, porque había un placer personal y el placer es ajeno al espíritu y su secreto.
Pero la vida espiritual nos revela ese secreto: las almas sólo pueden eternizar su unión en el amor espiritual; de allí que aunque nunca nos hemos visto, nos vemos y nos conocemos y parece que hiciera cien años que estuviéramos juntos; hay una discreción amorosa para perdonar los defectos y las faltas, hay comprensión inmediata, unión, fusión de alma a alma.
La dicha de la amistad es poder verse, unirse intrínsecamente, porque lo que la amarga es el pensamiento de no verse más. La Renuncia de Eternidad nos da este bien de reunión de almas. En un momento nos dijimos: “Tu vida es mi vida, y tu amor es mi amor” y esto permanece para siempre.
Aún los que se han ido vienen a vernos para decirnos: “Aún estamos acá. ¿Te crees que tu velo no es mi velo, tu capa no es mi capa? Todo es de la Divina Madre. Nosotros siempre somos jóvenes, hemos elegido el mismo tenor de vida; tenemos la misma animosidad, no la animosidad adversa sino la que da vida, que a través de los pequeños inconvenientes de palabra o de opinión, afirma el amor mutuo. Pasará el tiempo, vendrán acontecimientos, pero siempre estaremos unidos sobrenaturalmente, aún cuando crucemos el valle oscuro de la muerte, estaremos unidos porque nuestra reunión es reunión de almas”.